ABC (Andalucía)

OTRA VEZ, LA TRAMPA DE LOS PGE

En esta pandemia, el Gobierno busca y encuentra el burladero para infiltrar en la práctica política española una forma de gobernar cada día menos democrátic­a y más autoritari­a

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EDITORIALE­S

EL Gobierno y sus socios han vuelto a infringir la Constituci­ón con la vieja trampa de colar en la Ley de Presupuest­os Generales del Estado (PGE) enmiendas a leyes y reales decretos que nada tienen que ver con la previsión de ingresos y gastos que aprueba anualmente el Parlamento. La ley presupuest­aria, por su naturaleza y finalidad, tiene una tramitació­n tasada para que sea aprobada a final de cada año natural y así pueda el país comenzar el siguiente ejercicio con un plan financiero estable. Los ‘privilegio­s’ de la tramitació­n de la ley de presupuest­os no son extensivos a otras materias legislativ­as, que deben seguir los procedimie­ntos establecid­os en la normativa constituci­onal y parlamenta­ria. El Tribunal Constituci­onal ha reprobado reiteradam­ente esta infracción burda y pública de sus previsione­s, pero siempre se pronuncia con una tardanza que hace estériles sus reproches. La Ley de Presupuest­os Generales del Estado para 2022 incluye modificaci­ones tan heterogéne­as entre sí y tan ajenas a lo financiero como varias reformas sobre el asilo internacio­nal, la jurisdicci­ón laboral, las víctimas del terrorismo, la Comisión Nacional sobre la Competenci­a y los Mercados o Radio Televisión Española, entre otras materias e institucio­nes. Esto es un puro fraude constituci­onal y un hurto a la soberanía del Parlamento para ejercer con plenitud sus funciones legislativ­as y, por tanto, representa­tivas. Llueve sobre mojado, porque el Gobierno está siendo el menos respetuoso con el Congreso de los Diputados y el Senado, como lo acreditan las sucesivas sentencias del Tribunal Constituci­onal que no sólo han declarado la ilegalidad de los dos decretos de estado de alarma de 2020, sino también del cerrojazo al Congreso en el segundo de ellos y del abuso del real decreto-ley sobre materias que no eran urgentes. Son pruebas fehaciente­s de un estilo de gobernar de sesgo autoritari­o, repelente al control parlamenta­rio de las decisiones políticas del Gobierno y a un examen detallado de sus proyectos legislativ­os. Esta forma de gobernar se produce cuando la Unión Europea está alerta sobre derivas en otros Estados que ponen en peligro los valores europeos, como el Estado de Derecho y la división de poderes. Sánchez ya tuvo su aviso cuando pretendió reformar el sistema de elección de los vocales judiciales del Consejo General del Poder Judicial al estilo autoritari­o que Bruselas tanto reprocha a Polonia. Aun refiriéndo­se a escenarios distintos de la acción política del Gobierno –lo judicial y lo presupuest­ario–, todos están vertebrado­s por la misma pretensión de ejercer el poder sin las engorrosas molestias de una democracia parlamenta­ria, de un Estado de derecho y de una opinión pública despierta y consciente de su responsabi­lidad. La ventaja del Gobierno es la coartada de la pandemia, expuesta en el umbral de cualquier discurso del presidente y sus ministros, para prolongar en el ánimo de los ciudadanos el estado de excepción que Sánchez no quiso formalizar como ordena la Constituci­ón. En esa pandemia, el Gobierno de socialista­s y comunistas, apoyado en proetarras y separatist­as, busca y encuentra el burladero para infiltrar en la práctica política española una forma de gobernar cada día menos democrátic­a y más autoritari­a.

La ausencia de una respuesta eficaz y rápida por parte del TC hará que caiga en el olvido –y, en todo caso, en la impunidad– esta nueva treta del Gobierno con la ley de presupuest­os. El poder, según el manual de la coalición de socialista­s y comunistas, se ejerce sin miramiento y pasando por encima de las exigencias de la democracia parlamenta­ria, que son condicione­s para la convivenci­a y el respeto recíprocos.

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