Los cuadernos de las Malvinas
Entre los cuadernos de la Embajada (en blanco) y los otros (cuajados de nombres, arrepentidos y sobornos) hay un abismo
Los cuadernos de las Islas Malvinas, con bandera y mapa incluido, forman parte del agasajo navideño de la Embajada de Argentina en Madrid. Cualquier fecha es buena para insistir en reclamar ante el mundo (en este caso España) la soberanía del archipiélago del Atlántico Sur que tanto dolor, sudor, lágrimas y sangre, le costó a ingleses y argentinos. La imagen impresa en los cuadernos, lleva implícita un mensaje eterno o casi. Así pasen más de cien años, que pasaron, no dejaremos de reclamar la tierra que consideramos nuestra. Dicho esto, elegir unos cuadernos para recordar sus demandas, también puede parecer una provocación o un guiño perverso a la Justicia que acecha a la vicepresidenta Cristina Fernández.
El mayor escándalo de los tres gobiernos consecutivos del matrimonio Kirchner (2003-2015), quedó reflejado en ‘Los cuadernos de la corrupción’, que guardó como un tesorito Óscar Centeno, el chofer de Roberto Baratta, mano derecha del ex ministro de Planificación, Julio De Vido y con José López (el secretario de Estado que ocultaba millones en un monasterio) el equipo recaudador, al margen de la ley, más eficaz que se recuerde en la historia. Entre los cuadernos de la Embajada (en blanco) y los otros (cuajados de nombres, empresarios arrepentidos y circuitos de sobornos) hay un abismo pero, quizás, hubiera sido mejor estampar esa imagen de las islas, además de en un termo, en cualquier otro lugar (etiqueta de vino, por ejemplo) antes que en unos cuadernos.
La imagen de uno y otra es lo que tiene de cabeza a Máximo Kirchner y a la vicepresidenta en esta recta final de año. Las encuestadoras –pague quien pague– arrojan el mismo resultado: madre e hijo están en el top de los peores vistos. En este caso, el primogénito ocupa el primer puesto de rechazo y ella, el segundo. Aún así, la familia tiene fe en que el diputado que huyó de los libros de texto, el día de mañana pueda seguir los pasos de sus padres y convertirse en Presidente de la República. En Argentina, como en España, todo es posible aunque, personalmente, tengo mis dudas y no son pocas.