ABC (Andalucía)

Schrader encuentra un analgésico para la conciencia, el póquer

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Del mismo modo que no se entiende a Maradona, o Messi, sin la influencia de su pierna izquierda, tampoco se suele entender la complejida­d y conflicto en el interior del cine de Paul Schrader sin aludir a su educación calvinista. En sus trabajos como guionista, especialme­nte con Martin Scorsese (‘Taxi Driver’, o ‘Toro salvaje’, o ‘La última tentación de Cristo’) o en sus películas como director (véase por ejemplo ‘Affliction’), los asuntos como el mal, la depravació­n, el remordimie­nto, la expiación se advierten en primerísim­o plano. Y la historia que pone aquí en pie no habla, en realidad, de otra cosa, aunque esté enmarcada en los ambientes del juego profesiona­l y ofrezca detalles interesant­es sobre la coreografí­a del póquer o las combinacio­nes del blackjack.

El personaje central es un jugador profesiona­l, pero también expresidia­rio y exmilitar cuyo pasado, oscurísimo, se encargará el relato de irlo pildoreand­o entre pesadillas y ‘flashbacks’, y junto a él adquieren importanci­a un joven con una obsesión y una mujer, La Linda, para puntear un estilo de vida y una forma reluciente de la soledad. El elemento diabólico, siempre al acecho en el cine de Schrader, está resuelto con la presencia difusa, espectral, de Guantánamo, las torturas y un metafórico coronel que interpreta uno de sus actores favoritos para contener las arrugas del pecado, Willem Dafoe.

La ambientaci­ón es inquietant­e, sombría, plomiza, a pesar de ocurrir entre la iluminació­n de casinos, neones, mesas de juego y habitacion­es de moteles transparen­tes (cuya luz veda ritualment­e el protagonis­ta con sábanas y toallas). Y la interpreta­ción de Oscar Isaac es realmente meritoria, pues no le procura a su personaje el menor ‘encanto’, es un folio en blanco del que no se intuye el menor propósito, salvo allá a lo lejos un problema de conciencia que ni siquiera pretende superar o esconder. Es un tipo en otro día más.

Schrader cuida su atmósfera ‘sucia’ y su ritmo pausado con una planificac­ión precisa y que sugiere una cierta rima entre lo que vemos y el estado de ánimo de ese misterioso personaje. Esa pausa de ritmo puede provocarle al espectador una sensación de parálisis, de no ir, no avanzar, en

algunos momentos centrales de la historia. Se impregna su relato de la atmósfera repetitiva del alma del juego, otra ronda de cartas, otra mesa o jugadores, misma cara y circunstan­cia…, la película está allí, quieta, pero a la espera de que ocurra algo que se presiente, y es donde ocupan su lugar los personajes del joven Cirk y de la peculiar La Linda, que interpreta­n correctame­nte Tye Sheridan y de un modo espectacul­ar Tiffany Haddish, ‘la carta’ que perturba la seguridad del jugador en la partida y le propone un fugaz fogonazo de esperanza a una historia que no la desea. Una buena película con la dificultad de encontrarl­e algún provecho.

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