ABC (Andalucía)

La máquina del tiempo que abre una ventana a la América confederad­a

► Hallada en Richmond una cápsula del tiempo en una estatua de finales del XIX, pero sin el tesoro esperado

- JAVIER ANSORENA

«Después de dos días largos y duros, está claro que no vamos a encontrar la cápsula del tiempo», aseguró el 10 de septiembre Grant Neely, director de comunicaci­ón de la oficina del entonces gobernador de Virginia, Ralph Northam. Más de una docena de operarios se habían fajado en el calor del final del verano con los enormes bloques de granito –alguno de más de 3.500 kilos– en el pedestal gigantesco de la estatua del general Robert Lee en Richmond, la capital del Estado. Lee fue el gran líder militar del EE.UU. confederad­o, la secesión de los estados del sur que libró una guerra civil con el Norte a mediados del siglo XIX. Buscaban una caja incrustada en el pedestal cuando este se levantó, en 1887, para honrar al general. En ella se esperaban encontrar recuerdos históricos e incluso alguna joya, como una foto muy rara de Abraham Lincoln. Pero solo levantaron polvo.

«Virginia está harta de perseguir causas perdidas», añadió Neely en un juego de palabras sobre la incapacida­d de encontrar la cápsula del tiempo y sobre ese enfrentami­ento, motivado por la voluntad de los sureños de mantener la esclavitud, y que todavía tiene heridas abiertas y evidentes en el país. La estatua de Lee, la de mayor tamaño dedicada a un héroe confederad­o, estuvo en el centro de las tensiones raciales de los dos último veranos. El pedestal estaba tatuado con grafiti y la plaza fue un escenario habitual de protestas y disturbios tras la muerte de George Floyd a finales de mayo del año pasado. Northam, como en muchas otras localidade­s del país, retiró el monumento.

La decisión, más allá de las protestas y las visiones enfrentada­s al respecto, abría una ventana al pasado. Los testimonio­s de la presencia de una cápsula del tiempo en el monumento eran abundantes. Un artículo publicado el 27 de octubre de 1887 en el periódico local ‘Richmond Dispatch’ contaba cómo 37 residentes de la ciudad habían donado unos sesenta objetos –recuerdos de la guerra, documentos, libros, la supuesta foto de Lincoln– que quedarían ocultos en una caja de cobre en una de las piedras angulares del pedestal. Hasta que el destino lo decidiese.

Y el destino ha querido que ese momento fuera ahora, aunque con sorpre

sas y giros en el guión. Los operarios no encontraro­n la cápsula del tiempo en septiembre dentro del pedestal, pero hace unos días sí que se encontró cuando las autoridade­s decidieron desmantela­r también la espectacul­ar peana recubierta de pintadas. No era de bronce, sino de plomo, corroído por el paso del tiempo. Dentro no había los recuerdos históricos esperados. Encontraro­n un almanaque de 1875, un libro, una moneda y una foto de la época. No era Lincoln, sino un albañil. Era una cápsula del tiempo, sí, pero no la que se esperaba. Con probabilid­ad, la introdujer­on los trabajador­es de la época, que estarían ahora desternill­ados en su tumba.

Segunda caja

Una semana después, apareció otra caja. Esta sí era de cobre, como recogían las crónicas de la época. «Tiene toda la pinta de ser la caja que esperábamo­s encontrar», aseguró ayer Kate Ridgway, conservado­ra del Departamen­to de Recursos Históricos (DHR) de Virginia. Ridgway dirigió la apertura en directo, con su laboratori­o lleno de cámaras y flashes de los fotógrafos, de esta máquina del tiempo.

El agua había encontrado la manera en los últimos 130 años de penetrar la armadura de cobre, que se encontró bajo tierra, entre mucha humedad. «Creíamos que íbamos a encontrar sopa, pero no es sopa», dijo Ridgway, que fue sacando con delicadeza los objetos, hinchados por el agua, uno a uno. Con la ayuda de su equipo, tardó dos horas en

extraer todos los recuerdos, que son una mirada al momento orgulloso de una facción vencida. Solo habían pasado veinte años de la derrota sureña en la Guerra Civil y los perdedores no daban la espalda a su causa. Bajo la estatua imponente de su héroe de guerra, en la caja metieron un sobre con moneda de la Confederac­ión, balas de su ejército, botones de sus uniformes, una Biblia, periódicos de la época, panfletos, documentos y una bandera confederad­a, hoy considerad­a un símbolo racista en EE.UU., pero que todavía ondea en muchos casas del Sur.

No apareció, sin embargo, la foto de Lincoln. En la crónica de ‘Richmond Dispatcher’ se aseguraba que Pattie Callies Leake, directora de un colegio del condado de Hanover, había donado una «imagen de Lincoln en su féretro». Era interesant­e que, entre tanto orgullo confederad­o, apareciera una imagen del presidente que les venció en la guerra. Hubiera sido un hallazgo extraordin­ario: por orden de su familia, se prohibiero­n fotos del cadáver de Lincoln. Solo una sobrevivió, y de milagro.

Lo que se encontró fue un grabado publicado en ‘Harper’s Weekly’ en 1865 a doble página. En él se ve a una mujer tendida sobre el féretro. Nada comparable a la aparición de una segunda foto de Lincoln muerto que, según los especialis­tas, tendría un valor de mercado de entre 250.000 y 300.000 dólares.

Entre cajas inesperada­s y búsquedas trabajosas, el misterio sobre esta cápsula del tiempo se ha despejado. El de la foto de Lincoln permanece.

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// REUTERS Dos momentos de los trabajos de investigac­ión de la caja
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