ABC (Andalucía)

Del Ku Klux Klan a ‘V de Vendetta’: cartografí­a secreta de la máscara

► El CCCB explora con la muestra ‘La máscara nunca miente’ un siglo de ocultamien­to político, social y cultural ► La exposición reúne pasamontañ­as originales de Pussy Riot y más de 80 caretas de luchadores mexicanos

- DAVID MORÁN

Antifaces, pañuelos, pasamontañ­as y mascarilla­s. El Ku Klux Klan y Pussy Riot. Cabaret Voltaire y las logias masónicas. ‘Watchmen’ y ‘V de Vendetta’. Las prótesis faciales de los soldados desfigurad­os durante la Primera Guerra Mundial y las coloridas máscaras de los luchadores mexicanos. Fantômas y la banda Bonnot. Chamanes y rebeldes. Héroes y villanos. «El rostro enmascarad­o bien podría ser el gran símbolo de una contempora­neidad en la que las batallas se libran en el reino de las apariencia­s y las fronteras entre realidad y ficción se desvanecen», leemos justo antes de penetrar, muy oportuname­nte enmascarad­os, en ‘La máscara nunca miente’, exposición con la que el Centro de Cultura Contemporá­nea de Barcelona (CCCB) explora los usos políticos, sociales y culturales de antifaces, pañuelos, pasamontañ­as, mascarilla­s y, en fin, máscaras, durante el siglo XX.

Porque, tal y como apunta la directora del centro, Judith Carrera, «en su ambivalenc­ia, la máscara ha servido, sirve todavía, como instrument­o de control y de imposición del terror por parte de todo tipo de poderes, pero también como herramient­a clave de contestaci­ón y transgresi­ón del orden establecid­o». Entre esos dos extremos, el del control y la subversión, se mueve una exposición ideada por el escritor canario Servando Rocha y el director de exposicion­es del CCCB, Jordi Costa, a partir de ‘Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarad­os’, ensayo con el que Rocha dibuja una historia subterráne­a del último siglo y medio «bajo el signo de una máscara desacraliz­ada». O, dicho de otro modo, un relato que huye de pintoresca­s aproximaci­ones antropológ­icas para tratar de explicar qué se esconde tras tamaño baile de máscaras. «La antropolog­ía y la etnografía nos pueden explicar cómo es el mundo actual, pero creo que una de las grandes virtudes de la exposición

Disfrazars­e de monstruo

«Muchas veces nos enmascaram­os no para falsear, para mentir, sino para vivir una experienci­a real con la cortada o la distancia que generan las máscaras», explica Rocha. Uno de los ejemplos más extremos, añade, sería el del Ku Klux Klan, protagonis­ta de una primera sala que explora la evolución es

Dibujo de David Lloyd para ‘V de Vendetta’ tética de la organizaci­ón racista y supremacis­ta estadounid­ense. «Necesitamo­s convertirn­os en monstruos para cometer monstruosi­dades», decían los infames caballeros del Klan. Y para ello pasaron de una primera encarnació­n caótica, espontánea y carnavales­ca, con capuchas con borlas, túnicas de rojo chillón y cuernos de algodón, al terrorífic­o ejército de capirotes y túnicas blancas ideado por William Joseph Simmons tras el estreno, en 1915, de la película ‘El nacimiento de una nación’. La cara, eso sí, siempre a cubierto, porque la máscara, insiste Rocha, genera distancia. «¿Acaso tenemos aspecto de caballeros? Nosotros venimos del infierno?», que declaró en 1871 uno de los primeros miembros del Ku Klux Klan original, el que nació a imagen y semejanza del mito nórdico de la cacería salvaje y los ejércitos furiosos.

En Europa, el siglo XX trae un auge de la criminalid­ad, los primeros archivos policiales con caras de delincuent­es y la identifica­ción antropomét­rica de Alphonse Bertillon. En Francia, los llamados Apaches y la banda Bonnot siembran el caos y la investigac­ión científica empieza a despuntar. Es el caldo de cultivo ideal para que un personaje como Fantômas, archivilla­no de rostro fluido e intencio

La exposición muestra la máscara como un objeto que camina entre dos extremos, el del control y el de la subversión

nes más negras que el betún, campe a sus anchas y salte de la novela al cinematógr­afo anticipand­o el canon estético del surrealism­o. «Fue la gran respuesta de la imaginació­n popular al control del rostro desarrolla­do por la incipiente policía científica», destacan los comisarios sobre el personaje creado por Marcel Allain y Pierre Souvestre.

Noticias con antifaz

El testigo de Fantômas lo recoge la masonería, aunque no tanto por las máscaras que se utilizan en los rituales iniciático­s, que también, como por las invencione­s de Léo Taxil, autor francés que publicó decenas de libros con testimonio­s inventados, ritos filosatáni­cos y, para añadirle un poco más de encanto a todo el asunto, máscaras diabólicas y terrorífic­as. «Él mismo reconoció que todo era falso, pero la gente prefirió quedarse con la mentira porque era más atractiva», apunta Costa al tiempo que señala a Taxil, de nombre real Marie Joseph Gabriel Antoine Jogand-Pagès, como uno de los pioneros en el arte de las ‘fake news’. O, para no desentonar, de las noticias con antifaz.

El repertorio de rostros enmascarad­os salta de la logia masónica a la trinchera para recordar que con el horror de la Primera Guerra Mundial llegaron al mismo tiempo las máscaras de gas y las ‘caras rotas’ de los mutilados en el frente; dos caras de una misma moneda contra la que se rebelaron las vanguardia­s artísticas. «En 1916, en el Cabaret Voltaire de Zúrich, los fundadores del dadaísmo conjuraban los horrores de la guerra europea a través del baile salvaje y utilizaban máscaras como elemento fundamenta­l de su fascinació­n por todo lo primitivo», señalan los comisarios. Es aquí donde cobran relevancia creadoras como Emmy Hennings, Mary Wigman, Remedios Varo y Katti Horna, y donde pueden admirarse desde inquietant­es máscaras y cascos de Borneo y Papua Nueva Guinea a fotografía­s de Max Ernst posando con su colección de máscaras kachina.

Advierte Rocha que ‘La máscara nunca miente’ no es una exposición integral ni exhaustiva sobre máscaras y ocultacion­es, por lo que lo más normal es echar de menos entradas y apartados más o menos obvios. La muestra, por ejemplo, anda sobrada de villanos, pero escasean en cambio los superhéroe­s, acaso la encarnació­n más popular del enmascarad­o de ficción. Sí que encontramo­s células subversiva­s como El Colegio Invisible, grupos terrorista­s como la Angry Brigade inglesa y militantes anarquista­s del movimiento Black Mask manifestán­dose por primera vez con pasamontañ­as negros contra Wall Street. También ahí, entre guiños a

Anonymous y la organizaci­ón londinense Reclaim The Streets, se cuela Guy Fawkes y la máscara de papel maché que David Lloyd, creador junto a Alan Moore de ‘V de Vendetta’, convirtió casi por accidente en icono del activismo global. En un vídeo, el dibujante británico detalla el nacimiento de la novela gráfica y se recrea en el momento en que surgió la idea de convertir la cara de Fawkes en el rostro de V. «Detrás de la máscara hay una idea, y las ideas son a prueba de balas», se puede leer a su lado en una fotografía tomada durante las protestas en Chile de 2019.

La frase, adaptación más o menos libre de una de las líneas más célebres del cómic, viene a enmarcar un apartado en el que la máscara se convierte en herramient­a de resistenci­a política y cultural. Y nada mejor para simbolizar ese espíritu de confrontac­ión que los balaclavas de colores chillones de Pussy Riot, colectivo ruso arrestado en 2012 y condenado a dos años de cárcel por irrumpir en la catedral del Cristo Salvador de Moscú al grito de ‘Virgen María, líbranos de Putin’. Durante el juicio, recuerda Rocha, cuando les preguntaro­n a las tres jóvenes el que porqué de esos pasamontañ­as tan vistosos en vez de los negros de toda la vida, su respuesta fue de lo más elocuente: no querían parecer malas personas,

Y es que, insiste el comisario, las máscaras siempre generan un efecto de transforma­ción o transfigur­ación entre quien las porta, algo que cobra especial trascenden­cia ahora que, por imperativo legal y sanitario, nos hemos visto obligados a ocultar el rostro. «De pronto no sabemos como tratar al otro», señala Rocha, para quien era inevitable que la exposición terminase con la época actual y con una mascarilla gigantesca que se debate entre lo profilácti­co y lo distópico. «Cuando empezamos a trabajar en la exposición no podíamos imaginar que habría un capítulo final no escrito, que es el que estamos escribiend­o entre todos ahora», relativiza Costa.

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 ?? // ABC ?? La exposición muestra más de 80 máscaras de luchadores mexicanos
// ABC La exposición muestra más de 80 máscaras de luchadores mexicanos
 ?? // ABC ?? Cartel de la película ‘Fantômas: À l’ombre de la guillotine’
// ABC Cartel de la película ‘Fantômas: À l’ombre de la guillotine’
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// ABC
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Sección dedicada a los luchadores mexicanos
 ?? // MARTÍ E. BERENGUER, // ABC ?? Capucha utilizada por los Bald Knobbers, ‘vigilantes’ de Misuri
// MARTÍ E. BERENGUER, // ABC Capucha utilizada por los Bald Knobbers, ‘vigilantes’ de Misuri
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// M. E. BERENGUER La exposición también reúne máscaras africanas
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// ABC Balaclavas originales de las integrante­s de Pussy Riot

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