Año nuevo, política vieja
Me pregunto si lo mejor no sería permitir a Pedro Sánchez terminar su mandato. Es decir, una especie de vacuna
SUENA la hora de hacer balance del año que se va y atisbar el que llega. Lo primero es muy fácil: 2021 fue un año fatal en el sentido literal y figurado de la palabra. Se hartó de matar gente e hizo añicos cuantas previsiones amables se habían hecho. El bicho no se ha ido, pese a haberlo matado varias veces nuestros gobernantes. Hay incluso indicios de que se quedará entre nosotros largo tiempo, como una gripe, si no mortal, fastidiosa, contra la que hay que vacunarse anualmente. Nos creíamos los reyes de la creación, y nos ha derrotado un medio ser, pues los virus ni siquiera alcanzan la plena existencia, al faltarles órganos esenciales, como el reproductivo, por lo que necesitan alojarse en células sanas que se lo faciliten. Son una especie de okupas con muy mala leche, pues llegan a matar al ocupado. Pero en vez de morirse con él, se buscan otro alojamiento. De ahí que sea tan difícil despedirles.
En este panorama, sólo una persona parece plenamente satisfecha: el presidente del Gobierno. Tan sonriente como si le hubiera tocado el Gordo, hizo balance de sus dos primeros años de mandato, llegando a la conclusión de que «estamos mejor que hace un año». Menuda sorpresa. Si después de tantos confinamientos, vacunas, predicciones fallidas, expertos invisibles y cesión a las comunidades autónomas las decisiones más antipáticas estuviéramos peor, sería como para darle un manteo en plena Puerta del Sol esta noche, con una subida por campanada. Aparte de que tampoco es tan cierto lo que dice, por no perder la costumbre. Los contagios alcanzan marcas históricas y el PIB puede caer aún más de lo esperado, con lo que el maná de Bruselas no llegaría. Sigo creyendo que las amenazas de separatistas y extrema izquierda de no apoyarle si no les da lo que le piden es puro chantaje. ¿Quién se lo iba a dar? ¿Con quién estarían mejor? Pero pueden cansarse de esperar. Aparte de estar enfrentados entre ellos. O, simplemente, todas esas cosas juntas.
La que viene va a ser una guerra de todos contra todos, en la que todo vale. Pedro Sánchez ha roto las normas, empezando por su palabra –ahí le tienen, sin siquiera disculparse por haber dicho que a finales de 2021 el recibo de la luz seria igual al de 2018–, pidiendo al centro y a la derecha que le ayuden a sacar adelante sus planes, es capaz en una misma frase de alabar e injuriar a una persona o colectivo. A veces me pregunto –según el dicho inglés ‘cuando las cosas van rematadamente mal, conviene que se estropeen del todo’– si lo mejor sería permitirle terminar su mandato, para que los españoles nos diéramos cuenta del daño que un gobernante puede hacer a un país. Es decir, una especie de vacuna, como ha ocurrido a los europeos del Este con el comunismo. Pero sería demasiado daño, demasiado dolor, demasiada incuria. Y a tanto no hemos llegado. ¿O sí?