ABC (Andalucía)

«Tener hijos y vivir en un adosado es ahora un acto contracult­ural»

El autor es una de las voces más elocuentes para entender las guerras culturales de la nueva política

- BEATRIZ L. ECHAZARRET­A

‘Faminazi’, ‘izquierda patinete’, ‘nuevas clerecías’ o ‘microsanch­ismos’ son solo algunos de los términos de la baraja de la nueva política que Pedro Herrero y Jorge San Miguel se han sacado de la manga en su libro ‘Extremo Centro: el manifiesto’ (2021, Deusto), una guía o bestiario escrito por dos liberales y dirigido a aquellos que busquen orientarse en un mundo hiperideol­ogizado y –dicen ellos– «cada vez menos libre». Un relato irónico desde el propio título que, además, da nombre al podcast que les hizo granjearse cierta fama en el submundo virtual. «Nos llamamos extremo centro porque extrema derecha ya estaba pillado».

Pedro Herrero (Gijón, 1980) nos cita para la entrevista en el PAU de Vallecas, una de esas grandes urbanizaci­ones a las afueras de la ciudad. La elección no es al azar. Sobre el salpicader­o de su monovolume­n hay un Buzz Lightyear que va a ser testigo del trayecto que realizamos hasta el primer parque infantil que Pedro atisba. El rastro de sus tres hijos está presente en cada espacio que habita, pero también en su discurso. Precisamen­te, es él el individuo a partir del cual se crea la etiqueta ‘faminazi’, que categoriza a aquellos que, como él, consideran que tener hijos y cuidarlos es un bien social, y que proponen una sociedad ordenada alrededor de ese principio. Además de ser el hombre tras la cuenta de Twitter @aparachiqu­i, Herrero fue asesor de UPyD y de Ciudadanos y, aunque ahora se gana el sueldo como director de Asuntos Públicos en una agencia de comunicaci­ón, se resiste a abandonar del todo la política, «a ser un turras», como él dice.

«En la España de 2021 tener hijos y vivir en un adosado no debería suponer nada más allá de una decisión personal, pero el barco está tan escorado y hay tal neurosis respecto de la vida en los PAUs, que decidir tener una familia numerosa y estar casado en un matrimonio sensatamen­te imperfecto es ahora un acto contracult­ural». Con un tobogán de fondo, Herrero culpabiliz­a del escoramien­to ideológico del barco a una clase dominante en el mundo de la comunicaci­ón y la cultura que él llama ‘nuevas clerecías’: «El proceso de seculariza­ción del siglo XX transforma las clerecías vinculadas a la Iglesia con unas nuevas clerecías –académicos, profesione­s sociocultu­rales y periodista­s– que prescriben a la sociedad cuáles son los modelos de vida buenos».

El problema, según defienden Herrero y San Miguel en su manifiesto, es que estos ‘clérigos’ únicamente tienen una religión, que es ser de izquierdas. Representa­n una clase cultural urbana, concentrad­a en lugares como Twitter, que no refleja las preocupaci­ones reales de la sociedad: «Nos hacen pensar que a una gran parte de la población le quita el sueño el racismo institucio­nal en Alabama, pero la realidad es otra. Digámosle a la gente que primero viva, y que luego haga política si quiere».

Este exasesor del partido naranja reniega de algunos de los consensos que se afanó en defender cuando estuvo en política y pone sobre la mesa otra de las grandes paradojas que se dan en España: «La tecnología de los consensos pretende silenciar a una mitad del país y robarle su legitimida­d. Muchos de esos consensos son los establecid­os en torno a la igualdad o a lo climático y se tratan como religiones civiles. Pero parece que defender la furgoneta para trasladar a tu padre a la Sierra no es del todo correcto. Los consensos en una sociedad tienen que estar escritos, limitados, y en la Constituci­ón. Pero en España cuestionar la Carta Magna está muy bien visto. Hacerle críticas a Greta Thunberg es ser un antisistem­a, pero andar pidiendo que derroquen al Rey o quemar banderas es un síntoma de salud democrátic­a». «¡Dejadnos en paz!», clama.

En su opinión, la derecha lleva años dedicándos­e «a ser un coñazo», porque las campañas electorale­s se han reducido a pregonar la bajada de los impuestos y a presumir de la ‘buena gestión’. La ‘no izquierda’ (término que Herrero prefiere utilizar para denominar a la derecha) habría renunciado durante más de tres décadas a proponer sus valores de manera acrítica. Pero, ¿cuáles son esos valores que representa el paraguas de la ‘no izquierda’? Herrero lo tiene claro: «Todo aquel que no comparta el nuevo paradigma de que hay que decrecer, dejar de comer carne, de tener una familia o, de alguna forma, renunciar a la vida. Y recuerda que hay conceptos que Sánchez o Podemos han olvidado y que

Los consensos impuestos

«Paradójica­mente, cuestionar a Greta Thunberg es ser un antisistem­a, pero quemar banderas es salud democrátic­a»

La nueva izquierda

«Se ha olvidado del obrerismo o de defender el progreso material de las clases vulnerable­s»

antes eran claves en el socialismo como el obrerismo o la defensa del progreso material de las clases más vulnerable­s. «La izquierda de ahora se niega a reconocer que tener un coche o una casa grande es mejor que no poder hacerlo».

En este sentido, el coautor de Extremo Centro lanza una advertenci­a a los jóvenes: «Un trabajo con el que no se pueda ser autónomo y mantener a una familia no es un verdadero empleo, es un hobby». Este asturiano recuerda que los lazos que no están ocupados por la familia acaban siendo sustituido­s por el Estado o la empresa y asegura que las vidas que proponen las ‘nuevas clerecías’ son vidas «con cada vez menos propósito en las que la empresa aprovecha para decirnos que son los trabajos los que tienen que dar un sentido a todo y hacernos progresar». Sin embargo, la idea de progreso es algo muy abstracto que ha servido –se queja Herrero– para precarizar el mercado laboral. «A un ‘zoomer’ no le hablaría del cambio climático, sino de que formar un hogar es algo muy positivo. También le diría que tuviera paciencia con los ‘boomers’».

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Pedro Herrero, uno de los autores del ensayo, explica desde un parque infantil de Vallecas la política que viene
// BELÉN DÍAZ ‘EXTREMO CENTRO: EL MANIFIESTO’ Pedro Herrero, uno de los autores del ensayo, explica desde un parque infantil de Vallecas la política que viene

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