Adam Glapinski, el banquero polaco que nada a contracorriente
Presidente del Banco Nacional de Polonia, es uno de los artífices del milagro económico del país. Ha creado el billete de 500 zlotys (109 euros) y planea imprimir el de 1.000 «para que la gente pueda guardar más dinero en el cajón»
Es considerado el gran ‘halcón’ según esa terminología europea que contrapone las bellas y altivas rapaces a las denominadas ‘palomas’, bastante más dispuestas al dispendio basado en la deuda y en la impresora de billetes del Banco Central Europeo. Pero si nos atenemos fielmente a las características de su especie, Adam Glapinski podría más bien ser considerado un salmón, porque lleva nadando contracorriente desde que fue nombrado presidente del Banco Nacional de Polonia en 2016. Llevando sistemáticamente la contraria a las políticas del Banco Central Europeo, Glapinski ha capitalizado la paternidad del milagro económico polaco, que acumula un crecimiento sostenido del 4,5 por ciento desde 1990, el mejor dato de PIB de todos los países europeos, incluso a través de la crisis financiera de 2008.
Glapinski ha introducido el billete de 500 zlotys (unos 109 euros), mientras el resto de los bancos emisores evitaban los billetes de alto valor alegando que así logran evitar con más eficiencia el lavado de dinero. Incluso ha sugerido más recientemente la impresión de billetes de 1.000 zlotys (217,50 euros), explicando que servirían «para que la gente pueda guardar más dinero en el cajón», una declaración económicamente incorrecta según todos los cánones actuales que este varsoviano de 71 años proclama sin complejos. Pertenece a esa generación de polacos vacunados contra el progresismo en la antigua república soviética y afirma que los factores responsables del indiscutible éxito económico de su país son «sin duda la ambición, la laboriosidad y la energía de los polacos».
Mientras el Banco Central Europeo se niega a subir los tipos de interés –a pesar de la escalada de precios y por miedo a que una retirada de los estímulos deje en evidencia que la precaria recuperación que cacarean los jefes de gobierno está en buena parte hecha de cartón piedra–, Glapinski
ha decidido elevarlos ya tres veces, hasta el 1,75 por ciento, y no descarta más subidas en los próximos meses. Pedir dinero prestado es ahora más caro en Polonia que antes de la pandemia, pero la producción industrial se recupera sin reservas y los polacos miran la cesta de la compra con menos ansiedad. Glapinski se desmarca una vez más y le resbalan las acusaciones que llegan desde Bruselas, donde las instituciones reprochan a este país una presunta falta de respeto por la libertad y los derechos democráticos.
En la década de los ochenta, Glapinski fue miembro del movimiento clandestino Solidaridad y en 1990 cofundador del Acuerdo de Centro y del Congreso Liberal Democrático, pedigrí sobre el que asegura cómodamente sus posiciones. Y de cara al futuro, su mensaje es claro y sin fisuras: «El desarrollo económico tiene que ir de la mano del fortalecimiento de la capacidad de defensa de Polonia» y «reducir las emisiones y mantener la seguridad energética exige una fuente de energía grande y estable que solo puede ser la nuclear». La amenaza de Bruselas de no enviar fondos europeos no parece hacer temblar a Glapinski, que sostiene que ya no son «el pariente pobre de Europa». Su mandato dura hasta junio y cuenta con el apoyo del gobierno para continuar en el cargo, pero admite que el desenlace dependerá de si consigue controlar las subidas de los precios del gas y la electricidad a partir de enero.