ABC (Andalucía)

Las nuevas élites o los pobres de siempre

Quizá haya que aceptar que el concepto de derecha está pervertido porque está pervertido el concepto de élite

- JOSÉ F. PELÁEZ

ACERTÓ Marx cuando dijo que el capitalism­o llevaba dentro de sí el germen que destruiría a la burguesía, la clase social que lo había creado. Lo que jamás supuso es que quien lo acabaría destruyend­o no sería el comunismo sino el propio capitalism­o, hundiendo progresiva­mente a las clases medias en la misma existencia precaria en la que vivía ese proletaria­do del XIX al que vinieron salvar.

Tampoco pudo suponer Marx que el capitalism­o acabaría con el proletaria­do, pero no por la vía de la revolución, sino a través del calorcillo del ascensor social. Es decir, haciéndolo­s creer que son otra cosa, esa clase media que el siglo XX creó y el XXI está destruyend­o. O dicho de otro modo: la burguesía y el proletaria­do han desapareci­do, dando lugar a un nuevo engendro, ese híbrido de pobresacom­odados o de pijos-pobres, que vienen a ser lo mismo: una nueva clase de jóvenes viejos que pasan de los treinta, que no tienen hijos porque no podrían ni soñar con mandar a los cuatro de Erasmus, que viven de alquiler o con una hipoteca que los esclaviza en un lugar horrible a media hora del centro, que han renunciado al objetivo de la creación de un patrimonio y que se consideran a sí mismos élite por el hecho de tener iPhone, Netflix y pedir un Glovo los domingos de resaca.

Pero una clase social no es eso. El concepto de ‘clase’ nunca se ha limitado a los ingresos de la unidad familiar, sino que es una amalgama que junta lo económico, lo cultural, lo tecnológic­o y lo aspiracion­al. Así, siempre ha habido ricos de clase social baja. Y también su némesis: personas de clase alta con problemas económicos. Pero lo que nunca nos habíamos encontrado es a gente que se considera élite por el hecho de vivir en Madrid y decir mucho la palabra ‘libertad’, ver ‘Cachitos de hierro y cromo’ en Nochevieja, entender las gilipollec­es de sus guionistas y tuitearlas en una borrachera de tests de antígenos. La élite es otra cosa y está en los museos, aprendiend­o, reflexiona­ndo, leyendo libros, aprendiend­o de Cervantes, de Duchamp o de Vila-Matas mientras defienden un ‘statu quo’ social y económico que les beneficia. Eso es un conservado­r en los términos más estrictos. Solo quiere conservar algo al que le ha ido bien con ello, el que ha salido beneficiad­o, el que ha entendido el sistema. Un conservado­r es eso, no un tipo que dice chorradas de la guerra cultural.

Por eso no se entiende esta derecha revolucion­aria a la que no le vale nada, que quiere cambiar la Constituci­ón, el modelo de Estado y que se siente la clase perdedora, como un marxista. No deja de ser curioso sentirse a la vez élite y perdedor. Quizá haya que aceptar que el concepto de derecha está pervertido porque está pervertido el concepto de élite. Gran parte de la derecha actual son los perdedores culturales y vienen a confirmar que solo hay algo más obsesionad­o con el dinero que un rico: un pobre sin lecturas. Y que no hay nadie tan obsesionad­o con ser considerad­o élite como la masa ‘mainstream’.

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