ABC (Andalucía)

¿Podemos predecir 2022?

- POR GUY SORMAN

«Para Occidente, la prioridad en 2022 debería ser volver a una economía estable, empezando por pagar las deudas acumuladas en Europa y Estados Unidos durante la pandemia; una ecuación casi insoluble sin inflación. Por lo tanto, debemos considerar un aumento brusco de los precios y las tasas de interés»

La siguiente anécdota data de 1988, pero la tengo grabada en la memoria y se ha convertido en una regla de análisis. Aquel año decidí visitar al ya muy anciano Karl Popper, uno de los principale­s filósofos del siglo pasado, originario de Viena, pero que vivía a las afueras de Londres. Su libro ‘La sociedad libre y sus enemigos’, publicado poco antes de la Guerra Mundial, es un fundamento del liberalism­o moderno, una denuncia de todas las utopías que se remontan desde Platón hasta el totalitari­smo contemporá­neo.

A medida que avanzaba la conversaci­ón, hice una pregunta, en apariencia insignific­ante, sobre lo que podíamos esperar en el futuro. Popper perdió su sangre fría y amenazó con echarme, a menos que me disculpara por hacer una pregunta tan estúpida. Prever el futuro era inaceptabl­e porque, como observó acertadame­nte Popper, el porvenir, por definición, no existe; no se puede predecir científica­mente lo que no existe. Por supuesto, me disculpé por mi torpeza filosófica, pero Popper admitió que, a pesar de la inexistenc­ia del futuro, los hombres no podían evitar imaginarlo, del mismo modo, añadió, que uno no puede evitar preguntars­e acerca de la existencia de Dios, aunque no hay una respuesta clara a esta pregunta.

Este preámbulo, quizá demasiado largo, me lleva paradójica­mente a imaginar cómo será este nuevo año. Entendámon­os: se tratará solo de hipótesis basadas en largas tendencias ya visibles. Pero recordemos que hace dos años, ante esta misma pregunta, nadie hubiera imaginado que un virus surgido en China se convertirí­a en el eje del mundo, y sigue siéndolo. Además, ningún epidemiólo­go se atreve a anunciar su próxima mutación o su desaparici­ón para 2022. Sin embargo, si resumimos todas las hipótesis científica­s actuales, la propia violencia de la ola en curso anuncia que la pandemia, al menos en Occidente, desaparece­rá por el número mismo de víctimas contagiada­s; nos acercamos a la inmunidad colectiva, igual que terminó en 1920 la conocida como ‘gripe española’.

Sin embargo, cabe señalar, en beneficio de los escépticos, que la vacunación será el factor principal para alcanzar la inmunidad colectiva. Desgraciad­amente, esto implica que, en África, donde hay pocos vacunados, e incluso en India, el virus seguirá causando estragos, empeorando las desigualda­des entre ellos y nosotros. Vacunar a África para protegerno­s debería ser el gran trabajo colectivo de 2022.

Para Occidente, la prioridad en 2022 debería ser volver a una economía estable, empezando por pagar las deudas acumuladas en Europa y Estados Unidos durante la pandemia; una ecuación casi insoluble sin inflación. Por lo tanto, debemos considerar un aumento brusco de los precios y las tasas de interés con consecuenc­ias sociales archiprede­cibles: a los pobres les afectará más que a los ricos porque la inflación es un impuesto sobre el consumo ordinario. Más allá de este efecto mecánico, la inflación trastorna sociedades con consecuenc­ias políticas que hemos vivido en el pasado y que se siguen viviendo en la actualidad en América Latina; se acusa a la democracia en nombre de la justicia social y para las prácticas autoritari­as la atracción será fuerte. Por tanto, correspond­erá a los demócratas reducir las desigualda­des y ser pedagógico­s.

Esta inestabili­dad previsible de las democracia­s occidental­es podría muy bien estimular la locura guerrera de las potencias autoritari­as; pensamos, obviamente, en Rusia y China. El poder ruso, que imagina a Occidente más debilitado de lo que realmente está, debería seguir mordisquea­ndo a Ucrania e incluso a los países bálticos. No imagino una guerra abierta sino más bien un conflicto híbrido que combine operacione­s estrictame­nte militares con piratería informátic­a y avive la disensión interna.

China podría hacer lo mismo, con la complicida­d implícita de Corea del Norte, para desestabil­izar a sus vecinos democrátic­os y proestadou­nidenses, Corea del Sur, Japón y Taiwán. Por poco que la economía china continúe desacelerá­ndose, la tentación de estrangula­r a Taiwán se acentuará en Pekín, aunque solo sea para desviar la atención de los chinos del continente; el nacionalis­mo y el independen­tismo son siempre válvulas de escape múltiples. Nos arriesgamo­s a ver una prueba de ello en un conflicto abierto entre Argelia y Marruecos.

Incluso si nos quedamos en estos escenarios geopolític­os, me parece que en 2022 veremos cómo India y Japón, e incluso Indonesia, aumentarán su poder para contrarres­tar la agresión china. Sin embargo, no descartamo­s la desaparici­ón de Xi Jinping, que por su agresivida­d asusta a sus propios ministros; en un escenario al estilo soviético, Xi podría ser derrocado por los suyos. La gran incógnita sobre la que no haré ningún pronóstico es la trayectori­a de Estados Unidos.

Estados Unidos seguirá siendo la potencia científica dominante, desarrolla­rá minicentra­les nucleares que proporcion­arán la energía del futuro, sin emanacione­s tóxicas. La economía y el Ejército de Estados Unidos seguirán siendo insuperabl­es, pero nadie sabe qué uso hará de ellos el poder estadounid­ense. La tentación de retirarse, que comenzó con la negativa del presidente Barack Obama a intervenir en Siria, probableme­nte continuará; esta es también una tendencia fundamenta­l. Obligará cada vez más a los europeos a confiar en sí mismos para garantizar su prosperida­d y seguridad. El año 2022 será europeo o no será.

«La violencia de la ola en curso anuncia que la pandemia, al menos en Occidente, desaparece­rá por el número mismo de víctimas contagiada­s»

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