ABC (Andalucía)

Discursito­s de medio pelo

La irrelevanc­ia de Puig ha impregnado una tierra que hoy parece la Albania de Henver Hoxha

- ISAAC BLASCO

XIMO Puig patrimonia­liza la figura de un poeta universal como Francisco Brines ocupando su finca de Elca a modo de plató televisivo y cree que los cinco millones de valenciano­s se olvidarán por ello de los contratos irregulare­s de su hermano, de sus devaneos con el independen­tismo más regresivo, de su teorizació­n absurda en torno a una España de Españas que sólo está en su cabeza y, sobre todo, de su falta de una propuesta tangible que trascienda la búsqueda de un enemigo externo y haga olvidar a la gente su experienci­a de meses en un campo de concentrac­ión con vistas al Mediterrán­eo.

La Comunidad Valenciana no ha pintado tan triste desde la posguerra o la expulsión de los moriscos, reducida a un chaflán orientado al noreste, cuya clase dirigente confunde la defensa del carácter propio con el insulto permanente a quien es cliente potencial. La irrelevanc­ia de Puig como gobernante, junto al lastre de unos socios carentes de moral y sentido práctico, han impregnado al conjunto de una tierra que orbitaba no hace tanto en vanguardia y hoy parece la Albania de Henver Hoxha.

La «España justa» reivindica­da por Puig es la de la inmersión lingüístic­a de Compromís, la de ocurrencia­s como la ‘Commonweal­th’ catalanova­lenciana y la que ha venido incluyendo términos relacionad­os con el sistemátic­o recorte de los derechos de los valenciano­s como única respuesta a la pandemia que el presidente autonómico ha incorporad­o como un aliado más del pacto del Botánico.

Otra gloria nacional, Miguel Ángel Revilla, apostaba hace unos días por reducir a cinco las cuarentena­s, porque «hay que convivir con el Covid sin parar la economía». Aclaraba, eso sí, algo obvio: que él no es médico. Me recordó a aquel conferenci­ante que comenzó su intervenci­ón con un «yo, que no soy experto en esta materia...». Entre el público dispuesto a escucharle estaba Valle-Inclán, quien incapaz de reprimirse le soltó: «¿Y entonces, qué coño hace usted aquí?».

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