Entre miedo y miedo
La izquierda se mueve entre el temor a la proletarización de la transición ecológica y el pánico nuclear
DE dos de los problemas que enfrentaba España en la década de 1980, uno, el de la OTAN, se resolvió para bien, pavimentando nuestro acceso a la Unión Europea, y el otro, el de la energía nuclear, lo fue para mal. Las dos cuestiones siempre han estado emparentadas, hasta el punto de que se olvida que junto al ‘no a la OTAN’ iba el signo del movimiento antinuclear.
Si todo el empeño que se ha puesto en aborrecer la energía nuclear durante las últimas cuatro décadas se hubiese empleado en desarrollar tecnologías para hacerla más segura, hace muchos años que se habrían fabricado centrales como las de tercera generación que reutilizan el combustible casi hasta el infinito, resolviendo el problema de los residuos, o nuevos sistemas de apagado que la blindaran frente a accidentes tipo Chernóbil y Fukushima.
El sesgo ideológico queda de manifiesto con la reacción de Yolanda Díaz a la propuesta de Bruselas de considerar la nuclear como una energía verde, útil para la descarbonización que perseguimos. «Europa todavía tiene la oportunidad de reconsiderar esta decisión para evitar alejarse de la evidencia científica y la demanda social», escribió Díaz.
Hace mucho tiempo que la evidencia científica considera a la nuclear como una energía ecológica, que no emite CO2 y que puede ser una alternativa barata para sostener el proceso de descarbonización. Hay varios documentos científicos, casi de los mismos organismos que han informado sobre el cambio climático, al respecto. Lo que pasa es que a Díaz unos informes le gustan y otros no.
A las vicepresidentas Nadia Calviño y Teresa Ribera tampoco les gusta la propuesta de Bruselas. Así lo dijeron en una carta que enviaron en julio.
Ellas, sin embargo, no se inventaron una evidencia inexistente y emplearon el argumento del elevado riesgo. Esto es así, pero también es verdad que ningún país de Europa occidental –incluidas la hipernuclearizada Francia y la escéptica España– ha tenido un accidente de consideración.
Lo que está en juego es una batalla por la captura de los fondos del ‘Green Deal’ de la UE entre Francia y Alemania. La disputa amenaza con resolverse con un nuevo ejercicio de nominalismo, que es lo que esconden las taxonomías y reclasificaciones (algo parecido ocurre en la reforma laboral), considerando indispensables para la descarbonización de Europa a la nuclear, como defiende Francia, y al gas natural, como se le ofrece a Alemania. La diferencia es que mientras la ciencia sí avala que la nuclear es verde, el gas natural puede ser la más eficiente de las energías fósiles, pero sigue emitiendo CO2.
Entre la proletarización que parece que van a inducir los costes de la transición ecológica o aceptar el riesgo nuclear y abandonar los atavismos ideológicos, ¿qué terminará haciendo la izquierda europea? ¿Cuál de sus miedos triunfará, el del cambio climático que destruye todo el planeta o el del accidente nuclear? jmuller@abc.es