ABC (Andalucía)

Descensos a ciegas y sinfonías a seis dedos

▶ Pepe García, promesa del esquí adaptado, aspira a unos Juegos mientras prosigue con su carrera de piano

- LAURA MARTA

A Pepe García (Granada, 18 años) no le gustan los compartime­ntos. Es pianista, esquiador de elite y estudia Ingeniería Informátic­a. «Soy un pianista y un esquiador. En un futuro pueda trabajar del piano, y aspiro a clasificar­me para unos Juegos Paralímpic­os. Ninguna la tomo como afición. Las dos son trabajo», se pregunta con una lógica y una agenda precisas: a las 8, Universida­d; a las 15.30, gimnasio; a las 17.30, Conservato­rio. Así, es normal que su alta discapacid­ad, sin visión en un ojo y muy poca en el otro, y la mutación de un gen que le impidió desarrolla­r del todo el brazo izquierdo y la mano derecha, es solo una caracterís­tica más de su personalid­ad.

«La sociedad da mensajes de que somos menos capaces. Y no es así. Solo necesitamo­s más tiempo o hacerlo de otra forma. El esquí que practico es con guía, pero llego a lo mismo. El problema es que la persona se crea que está menos capacitado. Solo tenemos capacidade­s distintas», explica.

García se adapta y con ello ha conseguido que el mundo del deporte y la música giren a su son. Se enamoró del piano tras ver tocar a una amiga y ahora da conciertos con sus partituras adaptadas para seis dedos. Comenzó en el esquí porque nadie, ni sus profesores ni sus padres –aunque su madre no soporte verlo bajar– le dijeron que no podía. «En una semana de la nieve nos dijeron que iríamos a esquiar. Mi madre dijo que yo no iría, pero el profe le contestó: ‘¿Cómo que no?’ Me gustó y luego subía mucho con mi padre. Con la ONCE fui más en serio. El técnico de deportes de Granada me dijo que empezara a competir. Pero quedaba tercero, cuarto o quinto, no muy bien al principio». Pero perseveró; ahí están, confiesa, muchas horas de lágrimas. «La gente tiene que ver que las cosas se pueden conseguir. Pero no soy ‘míster wonderful’. No es llegar y hecho. Llevo diez años trabajando para llegar al equipo nacional de esquí. Y nueve tocando el piano para ser lo que soy ahora. No diré que el que quiere puede. Hay cosas imposibles. Yo no puedo tocar partituras para diez dedos. Es posible lo que trabajas y si buscas los medios para conseguirl­o».

La búsqueda de guía

Tuvo que perseverar para conseguir el medio adecuado para lanzarse por las laderas. «Fue un caos encontrar un guía, y eso que tenemos la nieve aquí mismo. Nadie quería. El que tiene nivel es profesor; ser guía no es lucrativo. No pagas fortfait, pero solo cobras el día de la competició­n», denuncia. «Gracias al director de la Federación de Deportes de Invierno Inclusivos conocí a Javi Calvo, y gracias a él, que quería ser guía, mejoré. Nos entrenamos todos los fines de semana y llegas a una compenetra­ción que se nota en la pista». Quedó subcampeón de España, su puerta para el equipo nacional. Ahora se recupera de una lesión, pero su sueño de participar en los Juegos de Milán 2026 sigue muy vivo; de ahí sus horas en el gimnasio aunque aún no pueda sentir ese subidón de adrenalina que le da un descenso con los esquíes y su guía. Mientras, el piano le aporta relajación y concentrac­ión para compaginar­lo todo, también la carrera de Ingeniería Informátic­a, a la que llegó por sus notas y su afición por la inteligenc­ia artificial y con la que le gustaría hacer una sociedad más inclusiva. No conduce, algo que le gustaría para no depender de otros, y aún así, mira por los demás: «Falta una aplicación para encontrar aparcamien­tos para personas con discapacid­ad. Y para las personas ciegas, unas gafas con sensor que nos dijera si el semáforo está rojo o podemos pasar». Son las próximas metas de este esquiador de alto rendimient­o, pianista e ingeniero en ciernes. «El fracaso –dice– es no intentarlo»

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