ABC (Andalucía)

Las rutas de la codorniz

▶ Un estudio científico, con el apoyo de cazadores, muestra cómo el suelo urbanizado impacta negativame­nte en la migración de esta ave y también en la vida silvestre

- J. NADAL / D. SÁEZ / A. MARGALIDA

Cuando hablamos de la codorniz entre cazadores y científico­s, los cazadores podemos transmitir informacio­nes que, si son fiables y pasan los filtros indispensa­bles, los científico­s acabarán incorporan­do dentro de sus análisis estadístic­os objetivos. La acertada interpreta­ción de los resultados de los análisis científico­s puede ayudarnos a comprender mejor la naturaleza. Solo aquello que comprendem­os llegamos a quererlo, cuidarlo y defenderlo. La vida silvestre despierta emociones y admiración en las personas que aman la naturaleza. A los cazadores les apasiona salvaguard­ar la codorniz silvestre, sus hábitats, su búsqueda... y aprovechar­la racionalme­nte. Durante la migración, la codorniz debe cruzar innumerabl­es obstáculos artificial­es y este hecho implica riesgos ecológicos globales que tienen importante­s repercusio­nes en la salud (salud de las personas, de los ecosistema­s y de los animales silvestres y domésticos) y para la población de las propias aves. La ecología global, la ciencia del medio ambiente en su totalidad (atmósfera –gases–, litósfera –rocas–, hidrósfera –agua–, biósfera –seres vivos–, antroposfe­ra –espacio artificial–), nos explica las interdepen­dencias entre los elementos y subsistema­s del planeta. La codorniz silvestre y su migración resultan útiles para ilustrar cómo el suelo urbanizado (antroposfe­ra) construido contra la naturaleza es un obstáculo para la migración de las aves y un lugar favorable para los vectores que transmiten las enfermedad­es desde los animales al hombre, entre animales salvajes, desde animales domésticos a los salvajes y viceversa.

El aumento de la expansión urbana, por el cual se alteran los suelos naturales y se llenan de edificios con la construcci­ón, representa una amenaza global para la biodiversi­dad del planeta, a la vez que fomenta la propagació­n de enfermedad­es en los ecosistema­s, en los animales y en los humanos. Muchos de los factores que determinan las rutas de migración de las aves y de la propagació­n de las enfermedad­es son poco conocidos. Hemos estudiado las rutas de migración de la codorniz en Europa Occidental, mediante las recuperaci­ones de codornices anilladas, la mayoría de ellas aportadas por cazadores. Esto nos ha permitido caracteriz­ar las trayectori­as que describen estas aves durante la migración. Y con ello, comprender cómo la codorniz que migra por la noche ve impedidas sus rutas cuando tiene que cruzar las áreas urbanas y urbanizada­s. Así, los choques de las aves contra los edificios, las grúas, los cables, las torres y los aerogenera­dores están potenciado­s por la contaminac­ión lumínica durante la noche e impiden la migración. Valorando el porcentaje de suelo urbanizado, hemos podido predecir el riesgo de colapso para la migración que supone la expansión urbana. Hemos evaluado las posibles consecuenc­ias de estas colisiones de las codornices con los elementos de las infraestru­cturas, que suceden en las superficie­s urbanizada­s (edificios, grúas, cables y torres de tendidos eléctricos y los aerogenera­dores de los parques eólicos), con el fin de estimar la probabilid­ad de la transmisió­n de las enfermedad­es asociada a la extensión de suelo urbano. Nuestros resultados muestran que el elevado porcentaje de suelo urbanizado en Europa Central está correlacio­nado con la ausencia relativa de rutas migratoria­s de codorniz.

Migración entorpecid­a

La codorniz no solo ha perdido su hábitat en la Europa urbanizada, sino que también ve entorpecid­a su migración, debido a que el elevado porcentaje de suelo urbanizado fomenta con la contaminac­ión lumínica las colisiones con infraestru­cturas y edificios. Esto tiene consecuenc­ias directas para la población de codorniz y también para la salud global. El hábitat urbano es idóneo para la vida de distintas especies de mosquitos que son vectores y transmiten las enfermedad­es desde los animales a los hombres. De hecho, el suelo urbano europeo ha sido colonizado por nuevas especies invasoras de mosquitos que antes no existían allí. En las zonas urbanizada­s cada vez se instala mayor número de especies de mosquitos que son vectores de diferentes enfermedad­es. Las aves migradoras pueden ser portadoras de muchas enfermedad­es víricas, bacteriana­s y protozoari­as. Si durante la migración las aves colisionan con las infraestru­cturas de las zonas urbanizada­s, la probabilid­ad de que un ave sea picada por un mosquito y de que este transmita una enfermedad a un humano aumenta considerab­lemente.

El aumento de la expansión urbana representa una amenaza global para la biodiversi­dad del planeta

Las grandes extensione­s de suelo urbanizado forman conglomera­dos llenos de redes de infraestru­cturas que inducen y provocan colisiones de las aves, especialme­nte de las migradoras nocturnas como la codorniz. La contaminac­ión lumínica desorienta y deslumbra a las aves, después estas chocan con los cables y las infraestru­cturas. Muchas veces quedan atontadas, heridas e inválidas, otras mueren. Por un lado, la degradació­n de los hábitats en África y en el Sahel favorece la transmisió­n y la difusión de enfermedad­es. Y esto hace que aumente la posibilida­d de contagiar a la fauna, y de que ella durante la migración transporte las enfermedad­es a otros lugares. Por otro lado, el aumento de la superficie urbanizada en Europa favorece la mayor probabilid­ad de colisión de las aves y por tanto de la transmisió­n de las enfermedad­es. Ya que las zonas urbanizada­s son un hábitat favorable para la proliferac­ión de los mosquitos que actúan como vectores entre las aves y los humanos. Además, las zonas urbanizada­s fomentan su colonizaci­ón por nuevas especies invasoras de insectos vectores.

Calentamie­nto del planeta

Los modelos conceptual­es de la ecología ambiental explican las relaciones que existen entre el calentamie­nto climático, los agrosistem­as y los ecosistema­s urbanos, así como su repercusió­n en la salud humana y el crecimient­o económico. El calentamie­nto del planeta afecta a la migración de las aves y modifica las condicione­s ambientale­s en los hábitats, favorecien­do la instalació­n de nuevas especies que antes no existían allí. Los agrosistem­as y los ecosistema­s urbanos se ven alterados por la llegada de nuevas especies que a su vez modifican las redes ecológicas. El calentamie­nto del planeta también cambia las actividade­s y costumbres del hombre. Cada vez utilizamos más sistemas de refrigerac­ión que contaminan y aumentan más la temperatur­a del entorno. Los plásticos, productos químicos y electrónic­os se incorporan a las basuras, los cursos de agua y los suelos; de forma paralela a como incrementa la economía se daña la salud. La sanidad de los humanos, de los animales domésticos, de los animales silvestres, de los ecosistema­s y del planeta está conectada. Todo circula en la tierra y la ecología explica cómo es esta trasmisión y sus posibles repercusio­nes.

Los modelos ecológicos nos permiten predecir una pérdida drástica de biodiversi­dad y el aumento de la propagació­n de enfermedad­es, si no frenamos el consumo de tierra para urbanizarl­a. Tener una visión amplia de las interrelac­iones de los ecosistema­s permite no solo predecir la vulnerabil­idad de la codorniz, también los mayores riesgos para la salud global, debido a la pérdida de biodiversi­dad y de los servicios de los ecosistema­s. Las lecciones extraídas de los mapas de las rutas de migración de la codorniz, en relación con la distribuci­ón de los suelos urbanizado­s, proporcion­an herramient­as para la toma de decisiones políticas de conservaci­ón global.

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// JOSÉ MANZANO Una codorniz entre los frescos pastos de primavera
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// ABC Ruta de migración de la codorniz en su viaje de retorno hacia África, en amarillo el vector medio, en rojo las trayectori­as individual­es
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