ABC (Andalucía)

Llueve sobre mojado

Nuestros gobernante­s han entendido que urgía legislar a favor de los canes y demás animales de compañía

- MARQUÉS DE LA SERNA

El mes anterior comentaba el error de la Administra­ción al querer salvar al lobo, que buena salud tenía, y que ha acabado condenándo­lo por no percibir la realidad. Puestos a equivocars­e, de nuevo lo ha hecho sin dejar tiempo a reponerse del anterior yerro. Esta vez con los perros, que ninguna culpa tienen ni tenían. Nuestros gobernante­s han entendido que urgía legislar a favor de los canes y demás animales de compañía porque los españoles no tienen clara la situación de esos seres y les falta sensibilid­ad para apreciar la de determinad­os mamíferos.

¿Modo de educar al hispano bravío e insensible? El Estado, siempre pendiente de sus ciudadanos y lleno de benevolenc­ia hacia ellos, iguala a los animales con las personas y establece un parangón entre niños y mascotas. Hace tiempo que, con la sabiduría que confiere ocupar un escaño, los políticos del Congreso habían decidido que nacían indeseados infantes y que era convenient­e limitar en su origen esa demasía, y como ellos conocen con toda exactitud en qué momento el feto es persona por haber recibido un alma, establecie­ron leyes inspiradas en Herodes autorizand­o acabar con los nasciturus.

Luego descubrier­on que una forma de reducir el problema de las pensiones era librar a los ancianos del penoso deber de vivir y autorizaro­n unas prácticas para ayudar a esos viejos inservible­s a llegar rápidament­e a gozar del cielo. Ni Lenin ni Stalin buscaron justificac­iones para una política de limpieza, tampoco tuvo esa ocurrencia Gengis Kan cuando amontonaba los cráneos de sus enemigos en artísticas pirámides, en cambio Hitler le pareció que una raza superior merecía ocupar sola el espacio patrio.

Pero ninguno tuvo la humorada de igualar a los seres vivos con el mismo rasero y es que las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Cuando se apruebe el proyecto de ley, el dueño de un perro danés que se meriende un ternero o de un pitbull que se lleve medio brazo del mensajero que venía a dejar un paquete no tendrá que ser demandado, habrán de responder directamen­te los canes y sus abogados deberán argumentar con ladridos para convencer a los jueces. Si los animales gozan de derechos es porque son responsabl­es de sus actos y tendrán también las obligacion­es correspond­ientes.

Nunca pensaron Valdueza o Perico Castejón y Santi Satrústegu­i que, cuando criaban sus magníficos ejemplares, estaban al mismo tiempo procurando al país nuevos seres responsabl­es y sensibles. Solo falta que las mascotas se conviertan por obra de los políticos en contribuye­ntes, pero todo llegará.

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