Querido abuelo
Juan Manuel Albendea Pabón (Cabra, 1937) era de esas personas que no te dejan indiferente cuando las conoces. Desde muy joven comenzó a labrarse un futuro prometedor. Le encantaba recordar cómo, trabajando en el Banco Atlántico como auxiliar administrativo, estudiaba la carrera de Derecho y su tía Rosario, para que no se quedase dormido en el estudio, le hacía recitar los temas uno tras otro. Su brillante carrera profesional, su profundo sentimiento monárquico y su incansable afición por la tauromaquia es conocida por todos. Para nosotros, sus nietos, su faceta más admirada siempre ha sido la de
Abuelo. Abuelo con mayúsculas, porque así lo era.
Hemos tenido la oportunidad de vivir y aprender de una persona cuya principal virtud la definió perfectamente Celia Villalobos en su despedida del Congreso de los Diputados: «Ha sido usted un ejemplar compañero y un hombre de bien». Nuestro abuelo era un hombre de bien, ese mismo bien que ha transmitido a toda la familia. Un bien que saboreamos en cientos de detalles y momentos, como al sentarnos a su lado en la piscina de Los Frutales, donde nos contaba sus viajes de ida y vuelta a Madrid, al Congreso; al acompañarle una tarde de toros a la Maestranza, con su libreta y su bolígrafo para salir corriendo a escribir la crónica para ABC; al ir a cenar juntos al Puerto de Santa María al atardecer o al reunirnos a todos un domingo en Los Frutales, en Águilas o en El Puerto. Siempre presumías de tus dieciocho nietos y, aunque no te lo dijésemos, más presumíamos nosotros de ti. Gracias a ti también hemos podido aprender lo que significa el Amor, también con mayúsculas. El amor a Mariquilla Solís Muñoz-Seca, nuestra abuela, la que con paciencia y cariño te ha acompañado todos estos años y con la que, como tú decías, te tocó la lotería en una tarde de la Feria de Abril. Ella, que siempre está para todos, ha estado hasta el final contigo, como te prometió un día ante la Virgen de los Milagros. Gracias, abuelo.
Has sido una persona excepcional y el mejor abuelo que podíamos tener. Nos has dado el regalo más maravilloso que existe: nuestra familia. Con sus virtudes y sus defectos, pero si algo hemos aprendido es que estar juntos es, con mucho, lo mejor.
Abuelo, has querido marcharte un bonito y azul domingo, segundo día de enero, en vísperas de la llegada de los Reyes Magos, a los que ayudabas manteniendo viva la ilusión año tras año. Una ilusión que un 6 de enero de 1994 se quiso apagar al viajar tu hijo Fernando al cielo. Hoy ya estás con él en un tendido privilegiado.
Querido abuelo, aún tengo tus mensajes en los días de saliente de guardia para tomar el aperitivo juntos. El próximo será allí, junto al Rey de la eterna gloria, participando del banquete celestial, como decías con cada bendición de la mesa. Te queremos.
MARÍA ALEGRE ALBENDEA SEVILLA