ABC (Andalucía)

Los Verdes imponen el clima como prioridad en la presidenci­a alemana del G-7

∑ No habrá repetición del formato que incluía a Rusia, por la situación en Ucrania

- R. SÁNCHEZ

Alemania entra en 2022 al frente de la presidenci­a por turno del G-7, el primer gran desafío global para el canciller socialdemó­crata Olaf Scholz y su tripartito, a menos de un mes de haber alcanzado el poder. Rusia seguirá fuera del foro de las siete potencias (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Japón y Canadá), como ocurre desde 2014, a raíz de la anexión de Crimea. Scholz ha dejado claro que un regreso al formato G-8, G-7 más Rusia, «no está en la agenda». También lo ha repetido estos días su ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock. No solamente porque sigue vigente el motivo de la exclusión, sino también por la máxima tensión entre Moscú, Washington y el conjunto de la UE, que amenazan con «responder con contundenc­ia» si Rusia se anexiona más territorio ucraniano.

Pero en los objetivos de la presidenci­a alemana, marcados por las situacione­s de conflicto, se ha colado entre las prioridade­s un nuevo impulso a la protección del clima. «Utilizarem­os nuestra presidenci­a para hacer de este círculo de Estados un grupo pionero de los negocios neutros respecto al clima y de un mundo justo», ha dicho el canciller Scholz, «la cooperació­n de estos siete países es importante porque en un mundo con casi diez mil millones de habitantes nuestra voz solo se escucha si actuamos a coro con ellos».

Esta prioridad ha sido una imposición de Los Verdes, tradiciona­lmente alineados con movimiento­s anti lobalizaci­ón y que presentan la agenda de la presidenci­a de cara a los suyos como el liderazgo de un grupo de Estados que defenderá los valores occidental­es en competenci­a con Estados de corte más totalitari­o como Rusia o China, según ha explicado Baerbock. La ministra alemana ha dispuesto la presencia en las cumbres del G-7 de países invitados «que defiendan el desarrollo económico a través de valores comunes».

En una de las reuniones serán Estados africanos y en la segunda de la región del Pacífico. En ambos casos tratará de implicar a los gobiernos de estos países en la estrategia de protección del clima y comparecer­á dispuesta a disponer ayudas al respecto, a pesar de que Alemania no es precisamen­te un ejemplo a seguir. Merkel reconoció ya en su última legislatur­a que Alemania no cumpliría el objetivo de reducción del 40% de CO2 para 2020, a lo que siguió un nuevo plan, más ambicioso, para lograrlo en un 55% para 2030. El pacto de coalición de Scholz sube ahora el objetivo de reducción al 65%, pero el propio vicecancil­ler y ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, ha admitido en declaracio­nes al semanario ‘Die Zeit’ que tanto en 2022 como en 2023 no se podrán cumplir aún los objetivos marcados.

Sin líderes carismátic­os

Los otros ejes de la agenda son, junto con la lucha contra la pandemia, la defensa del multilater­alismo y el papel de estandarte­s de las democracia­s como contrapeso a China y Rusia, la recuperaci­ón económica después de la gran recesión forzada por el coronaviru­s. El escenario elegido por el ejecutivo alemán para la cumbre del G-7 en junio es el mismo en el que se celebró la última reunión de los líderes del grupo bajo presidenci­a alemana en 2015, el palacio bávaro de Elmau, vecino a la estación invernal de Garmisch-Partenkirc­hen. De esa cita quedaron las imágenes icónicas de la entonces canciller, Angela Merkel, explicándo­se ante el presidente de EE.UU., Barack Obama, sentado de espaldas a la cámara, con los brazos extendidos sobre un banco y el espléndido paisaje de montaña de fondo.

Pero Scholz ni Joe Biden tienen por ahora ni el impacto mediático de sus predecesor­es ni la química y el entendimie­nto que unió a Merkel y Obama. Tras su primera y larga conversaci­ón telefónica, el pasado 12 de diciembre, Biden fijó su objetivo para la relación bilateral y tuiteó: «Espero trabajar estrechame­nte con él en toda la gama de desafíos globales, incluyendo los esfuerzos trasatlánt­icos para hacer frente a la desestabil­izadora acumulació­n militar de Rusia en la frontera con Ucrania».

El pacto de coalición de Scholz ha subido el objetivo de reducción de CO2 del 55 al 65% para el año 2030

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