El problema sin resolver
Ancelotti no encuentra soluciones para romper las defensas de los rivales que se parapetan en su área ante el Madrid
Tropezó ante los cerrojos del Sheriff, Espanyol, Osasuna, Cádiz y Getafe con un fútbol lento, sin ideas, chispa ni tensión
Ancelotti exige circulación rápida de balón, movilidad y riesgo en el área rival para abrir los muros, pero solo Vinicius tiene regate
El líder de la Liga es raro, quizá como lo son casi todos los líderes que basan su superioridad en el talento, y el talento es caprichoso. Los jugadores del Real Madrid se motivan en los partidos grandes y sacan todo lo mejor de sí mismos, y luego pierden puntos ante rivales modestos que en realidad son molestos, porque juegan a la guerra de guerrillas hasta pillarles a traición. El cuadro de Ancelotti venció con autoridad al Barcelona, al Atlético y al Athletic en San Mamés, pero no pasó del empate frente al Osasuna y el Cádiz en el Bernabéu. También perdió en su casa ante el Sheriff, frente al Espanyol en Cornellá y el domingo en el derbi jugado en Getafe. Cinco tropiezos, cuatro en Liga y uno en Champions, que se definen por el mismo patrón, la falta de recursos y de magia para abrir un cerrojo formado con defensas de cinco que en realidad son once. Diez puntos se ha dejado el conjunto de Ancelotti ante las murallas enemigas.
La derrota, 1-2, ante el humilde Sheriff moldavo es el mejor ejemplo de esta incapacidad. El Real Madrid disparó 32 veces a puerta, hizo héroe nacional al guardameta de enfrente, solo anotó un gol y cayó en dos contragolpes con goles irrepetibles.
Hace cuatro años la magia de Cristiano y su golpe de gracia solventaban una docena de partidos que se enrevesaban por temporada. Sus compañeros le enviaban balones cuando la cosa no pintaba bien y el portugués pintaba el cuadro perfectamente. Pero Ronaldo no está y el equipo madrileño no tiene ahora un goleador salvador. Y eso se nota.
Hablaron de ese peligro
Benzema posee una calidad incontestable, pero no es un asesino del área. Actualmente no hay una gran estrella que solucione partidos imposibles en la plantilla blanca. Y cuando el adversario ejecuta bien el cerrojo, el madridismo sabe que su equipo no ganará. Es un peligro porque todos los oponentes se están aventurando a poner el muro frente al Real Madrid. Da resultado.
Ancelotti se enfadó en Getafe porque lo sucedido lo había hablado con sus pupilos. Pidió concentración, velocidad de movimientos y disciplina táctica para abrir el muro azulón y a la hora de la verdad sus hombres jugaron con una parsimonia insoportable. Militao falló en el gol local y luego no hubo ideas, genialidad, rapidez de circulación, movilidad, actitud ni nervio para remontar. Quedó en evidencia que al Real Madrid se le atraviesan
los rivales que se encierran.
Los adversarios le han cogido la matrícula al conjunto blanco y ese es un dilema para Ancelotti. Si no está Vinicius no hay velocidad y el fútbol horizontal se convierte en una tónica previsible a los pies de Casemiro y Kroos. Falta chispa y profundidad en el líder cuando el oponente se enroca junto a su guardameta. Solo el brasileño posee regate para abrir huecos en el área rival. Y Valverde, el jugador de potencia para abrir la lata por físico, estaba en el banco. Es un problema del líder, sí, que va primero en la Liga y continúa en la Champions,
pero es un problema, porque los contrarios de calidad conocen esa asignatura pendiente del Madrid y buscarán esa vía con el remate de un contraataque más cualitativo que el de los equipos modestos. El planteamiento de bloque bajo, con rivales que defienden en repliegue intensivo y cinco jugadores atrás es insoportable para los profesionales de Ancelotti.
El Osasuna abrió esta rotura de cañerías en el Bernabéu, al empatar a cero. El Villarreal también sumó una igualada sin goles pocos días más tarde, pero los amarillos dominaron. El Cádiz de Cervera se sabía la lección y ha sido el último equipo en puntuar sin goles en Chamartín. Los blancos no habrían marcado aunque el partido durara mil minutos. No había genialidad, no había nada. La historia se repitió el domingo en el Coliseum, ante un enemigo que interrumpe el fútbol creativo con faltas constantes y transforma el encuentro en una sucesión de faltas y centros a balón parado.
Ancelotti debe solucionar un problema que se repetirá en el tiempo. El Alcoyano le espera mañana con esa misma táctica, que le permitió ganarle en la Copa hace un año.