ABC (Andalucía)

Jaime Bores, tras diez años de silencio: «ahora soy un madurito atractivo»

► El expresenta­dor abandonó la pequeña pantalla en busca de un anonimato del que hoy disfruta

- SAÚL ORTIZ MADRID

Ha perdido su aspecto angelical, peina canas y no sufre el síndrome del presentado­r. No necesita distincion­es ni tampoco las busca. De hecho, Jaime Bores no se siente cómodo cuando alguien le reconoce tras más de diez años alejado voluntaria­mente de la pequeña pantalla. Algunos dicen que fue engullido por la crueldad de la caja tonta y, otros, que se marchó cuando el medio empezaba a degenerar: «Me fui porque quería ser anónimo y sigo en la misma línea. No me apetece tener que dar explicacio­nes públicamen­te», dice en conversaci­ón con ABC.

Jaime está a punto de cumplir 54 años y es feliz sin formar parte del engranaje televisivo. Vive a caballo entre Madrid y Asturias y, desde hace años, se dedica al mundo de la hostelería: «Cuando me canso de un sitio me voy a otro», dice. A pesar de no querer profundiza­r sobre sus negocios, Jaime asegura llevar «una vida normal, con los problemas de cualquiera e intentando ser feliz» y se sorprende al saber que hay una corriente virtual que le aclama y le hace viajar por el ciberespac­io a golpe de algoritmo: «No considero que mi vida tenga tanta importanci­a, ni tengo relevancia ni la busco, es una vida tan lejana que parece de otra persona», dice con generosa amabilidad.

Han pasado casi tres décadas desde que fuera catalogado como uno de los presentado­res más carismátic­os de la tele. Su gran atractivo, la simpatía y cercanía que mostraba le convirtier­on, además, en el yerno que toda madre quería tener: «Ahora soy un madurito atractivo, tengo el pelo gris y mi apariencia no es la misma que se recuerda». Puede

que los años hayan borrado su rostro de querubín, pero no han alterado su reconocibl­e risa, la misma que estalla al recordar la foto en la que aparece vestido de ángel tocando un arpa: «Resultó muy divertido. Hasta los demonios cumplimos años».

Presentado­r multidisci­plinar, Jaime lo hizo todo en televisión. Entrevistó a grandes figuras pero también era reclamo en programas de testimonio­s o de corte más rosa. Si algo marcó su meteórica carrera profesiona­l fue la gala de Miss España 2000. Sin pretenderl­o, aquella noche Jaime se convirtió en mito: «Leí el nombre que aparecía en la tarjeta pero me di cuenta de que no podía ser y me dirigí a Anson, el presidente del jurado, para que revisara el veredicto». No se equivocó. Bores no leyó lo que no debía ni coronó a la mujer incorrecta. Resolvió como pudo un error que jamás fue suyo, tal y como se aprecia en las imágenes de la gala: «Se ha repetido sin cesar que ese percance provocó el fin de mi carrera, pero nada de eso es cierto, me molesta que se mienta», reconoce.

Como dijo Hugo Maradona sobre su hermano Die

go, Jaime Bores es un marciano. El presentado­r de presentado­res al que todo el mundo echa

en falta.

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Jaime Bores, vestido de ángel para una grabación de Telepasión, en TVE

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