El equilibrista
Ahora don Pedro se lo monta de equilibrista mientras las familias practican a la fuerza funambulismo de supervivencia y sin red
TODAVÍA conocí el circo cuando mostraba domadores vestidos de brillibrilli que incrustaban la cabeza entre las fauces de las fieras mientras desplegaban los brazos a lo Pepito Piscinas a punto de zambullirse en el agua desde el trampolín para epatar a la guapa del corral. El primer circo al que asistí fue uno que llegó a Tánger. La madre de Francesco Cavazzutti, mi mejor amigo del colegio, uno cuyo abuelo lucía parche en el ojo y había participado en la marcha de los camisas negras de Mussolini y luego en la Segunda Guerra Mundial (¿adivinan porque terminó su familia en Tánger, no?), tuvo la bondad de llevarnos porque nos pusimos muy pelmas.
Nunca se olvida el olor a césped que mana desde la cancha al salir del vomitorio cuando tu padre te lleva de la mano a ver tu primer partido de fútbol, ni tampoco la primera vez que observas de cerca a los leones allá en un típico circo de principios de los setenta luciendo carpa remendada. Los payasos no me hacían gracia, los saltimbanquis luego recogían las boñigas de los ponis, con lo cual les irrespetabas, y los chimpancés vestidos de personas destilaban un no sé qué inquietante como de peligroso y achaparrado matón de faca facilona. Los leones, ahí residía el puntazo. Bueno, un león y sus leonas. Pero hipnotizaban las garras, los colmillos, las espesas babas que colgaban desde sus belfos. En cambio, los equilibristas, que me perdone el gremio de honrados equilibristas del universo, me aburrían. Un pasito, y luego otro, y luego otro más. De pequeño uno necesita acción, y no esa suerte de parsimonioso ballet aéreo. Me acordé de aquel equilibrismo cuando, justo antes de que se extinguiera el año, Pedro Sánchez insistió en la necesidad de equilibrar salud pública, salud mental y economía. A buenas horas. Mira, pensé, ahora don Pedro se lo monta de equilibrista mientras las familias, con los trallazos de precios de principios de año, practican a la fuerza funambulismo de supervivencia y sin red. Con razón los equilibristas me espantaban...