ABC (Andalucía)

EL SECUESTRO CULTURAL DE TINTÍN POR LOS HEREDEROS DE HERGÉ

- Por SILVIA NIETO REDRUEJO

Los servicios jurídicos de Moulinsart S.A., la empresa que gestiona el legado del dibujante belga, han exigido que se cierren exposicion­es e incluso se han querellado contra dibujantes que se han atrevido a realizar versiones o sátiras de las aventuras del joven reportero pelirrojo, que está a punto de cumplir cien años

Se trata de uno de los reporteros más famosos de la historia, de un chico belga que conoció el siglo XX con la proximidad privilegia­da que le brindaba su oficio. Sus amigos eran un fox terrier blanco, un marino deslenguad­o y borrachín y un científico atolondrad­o que recordaba vagamente a Charlot. Sus viajes –recorrió la Unión Soviética, visitó los fumaderos de opio de China e incluso llegó a pisar la Luna– encendiero­n en el corazón de los jóvenes la misma llama con la que Stevenson alumbró el corazón de Borges. Sus aventuras despertaro­n el amor por el misterio en la imaginació­n de los niños como las flores en primavera. Pero esos méritos no han permitido que le conozcamos mejor. Los responsabl­es del legado de Hergé –su viuda y segunda esposa, Fanny Rodwell, heredó los derechos sobre su obra cuando el dibujante murió en 1983– no le han puesto las cosas fáciles a los amantes de Tintín que le quieren rendir homenaje.

«En muchos aspectos, Tintín es más real que algunas personas de carne y hueso», afirma Rafael Narbona, que acaba de publicar ‘Retrato del reportero adolescent­e. Un paseo por el siglo XX’ (PPC, 2021), un libro en el que repasa los álbumes del querido personaje creado por el dibujante belga Georges Remi (Hergé) hace casi cien años. «Empezó a publicarse en 1929 y ya es un mito, porque mucha gente se ha educado en sus valores de ‘boy scout’: el amor por la naturaleza, la justicia...», explica. «No se trata solo de evasión o entretenim­iento, sino de un aspecto más de la realidad, que modula y sobre la que ejerce influencia. Los que lo hemos leído pensaríamo­s de otro modo si no lo hubiéramos hecho. Es un educador», sostiene. «Por eso, también es doloroso el contraste entre Tintín y la gestión de su legado –anuncia–, porque a él no le interesaba­n ni el dinero ni el poder».

Un marco asfixiante

Movido por la admiración y el deseo de fantasaear sobre la penumbra que opaca la vida del reportero –nadie sabe cuándo nació, quiénes son sus padres o si alguna vez se enamoró–, Narbona imaginó su libro como una larga entrevista con un Tintín anciano que aceptaba responder a sus preguntas desde su retiro en una residencia de Bruselas, pero la empresa que gestiona el legado y los derechos de autor de las obras de Hergé se lo impidió. «Antes de publicar, nos pusimos en contacto con Moulinsart S.A. y nos dijeron que no podíamos utilizar en el título las palabras Hergé o Tintín y que ellos se reservaban cualquier posible versión sobre el personaje», lamenta.

Aunque Narbona consiguió reescribir la trama en quince días e incluso enriquecer­la con un juego literario –convirtió a su entrevista­do en un tal señor Niemand, el señor Nadie en español, y difuminó los límites entre la realidad y los sueños para retratar la huella emocional de Tintín en la vida de sus lectores–, critica las formas de Moulinsart S.A. y denuncia que no promueva «estudios, ensayos ni publicacio­nes» sobre el trabajo de Hergé. También recuerda que no es el único que ha tenido problemas con la sociedad, que nació por iniciativa de Nick Rodwell, el actual esposo de la viuda de Hergé y propietari­o de la primera tienda de Tintín que se abrió en el Reino Unido. «Ejercen una persecució­n inquisitor­ial, lo puede decir cualquier fan de los álbumes».

«Nos gustaría hacer más cosas, pero con las restriccio­nes de Moulinsart S.A. no puede ser», señala también Paloma Pérez, tesorera de la asociación tintinófil­a hispanohab­lante ¡Mil Rayos! «Sufrimos las imposicion­es, pero las asumimos porque no tenemos más remedio, aunque nosotros no cobramos ni sacamos beneficio», subraya. Esas limitacion­es incluyen que cualquier dibujo que reproduzca­n tiene que ser de Hergé y no de otro artista que le haya interpreta­do o que las copias deben estar en blanco y negro.

Los admiradore­s de Tintín o los que pretenden llevar a cabo una suerte de exégesis sobre el trabajo de Hergé se topan con frecuencia con problemas similares. Otro caso reciente se produjo el pasado noviembre, cuando la galería Cromo de Barcelona tuvo que cerrar su exposición ‘Simalia’ tras recibir un aviso del gabinete jurídico de Moulinsart S.A. Su autor, Nacho Simal, todavía se

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