ABC (Andalucía)

Las heridas abiertas de una insurrecci­ón en la era de Instagram

Han aumentado las medidas de seguridad al tiempo que han crecido las amenazas

- D. ALANDETE

Nada en el Capitolio ha sido igual desde el 6 de enero de 2021. No es sólo el recuerdo indeleble de una turba desenfrena­da rompiendo puertas y cristales, golpeando sin piedad a agentes policiales, haciendo hogueras, construyen­do horcas, reclamando iracunda la ejecución de los republican­os traidores que se negaban a perpetuar a Donald Trump en el poder.

Es algo más profundo y duradero. A las puertas de la Cámara de Representa­ntes, sede del poder popular, hay hoy cinco detectores de metales por si a un diputado se le ocurre traer un arma para usar contra otro que piense o actúe distinto. A ese grado de animosidad se ha llegado en el Capitolio tras los estertores de la presidenci­a Trump, con una bancada tan dividida que con frecuencia solo se pone de acuerdo en odiarse.

Meses duraron rotos algunos de los cristales que la turba rompió en la entrada. Durante mucho tiempo todos los que por allí pasaban –legislador­es, asistentes, periodista­s, policías– trataban aquellos pasillos y rotondas como si fueran la escena de un crimen por resolver, necesitado de cada prueba. Las pruebas, sin embargo, estaban todas en las redes sociales. La del Capitolio fue una insurrecci­ón retransmit­ida con selfis y directos de Instagram, que han facilitado al FBI las detencione­s y a los jueces las condenas.

Recienteme­nte la diputada demócrata Pramila Jayapal, una de las lideresas de la nueva izquierda, pasaba por el arco y hacía soltar las alarmas, porque a sus 56 años lleva una prótesis de rodilla. «Es incómodo, pero prefiero que estén aquí si es el precio que debemos pagar para mantenerno­s con vida», explicó. Es la postura de muchos demócratas convencido­s de que diputados republican­os del ala trumpista se coordinaro­n con los asaltantes para darles coordenada­s y facilitar el saqueo.

Aumento de las amenazas

Comparada con el Senado, la Cámara de Representa­ntes nunca fue un remanso de paz, pero la inquina ha llegado a cotas antes inimaginab­les. Los demócratas, que tienen una mayoría mínima, han expulsado a dos republican­os –Taylor Greene y Paul Gossar– de diversas comisiones por sus amenazas y falsedades en las redes sociales. Y los propios republican­os están enfrentado­s entre sí, entre los trumpistas que mantienen que Biden no ganó las elecciones y los moderados comandados por Liz Cheney que votaron a favor de recusarle en su último ‘impeachmen­t’.

Las amenazas también llegan de fuera. Esta misma semana la policía del Capitolio ha revelado que en todo 2021, los diputados, senadores y el propio Capitolio recibieron 9.600 amenazas, que se investigan. En 2017, año en que Trump llegó al poder, se recibieron menos de la mitad, 4.000. Y la policía del Capitolio está en mínimos tras aquel asalto, y las muertes posteriore­s. Sí, a los agentes que se enfrentaro­n a la turba se les ha condecorad­o como héroes, pero ha habido más de cien dimisiones, muchas tras largas bajas por depresión.

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