ABC (Andalucía)

Houellebec­q regresa para seguir cultivando el escándalo

∑Mañana se edita en Francia su nueva novela, ‘Anéantir’, tras semanas de agresivo marketing publicitar­io ∑El escritor ha animado la publicació­n con frases sobre la Iglesia, la sexualidad, y España y la inmigració­n ilegal

- JUAN PEDRO QUIÑONERO

Mañana se pone a la venta en Francia la nueva novela de Michel Houellebec­q (65 años), ‘Anéantir’ (Destruir, Aniquilar), tras cuatro semanas de marketing publicitar­io muy agresivo, acompañado de declaracio­nes truculenta­s sobre la Iglesia, la sexualidad de sus contemporá­neos, incluso del puesto de España en la nueva geografía de la inmigració­n ilegal, para culminar con esta confesión: «Fundamenta­lmente, soy una puta: escribo para que me aplaudan; y la pasta».

Si sus primeros libros de poemas pasaron sencillame­nte desapercib­idos, la publicació­n de las novelas de Houellebec­q, desde 1994, está siempre acompañada de sentencias sumarísima­s, cultivando el escándalo, de lo más íntimo a lo más sagrado.

La carrera literaria/novelesca de Houellebec­q comenzó con un retrato feroz de su propia madre, Lucie Ceccaldi, que le respondió de este modo: «¿Mi hijo? ¡Un cabrón con pintas! Habla como un embustero, un impostor, un parásito».

Años más tarde, la familia y las dificultad­es entre esposos, padres e hijos, vuelven a estar en el corazón del nuevo relato de Houellebec­q, que escribe sobre el personaje central de ‘Anéantir’: «Paul tiene cinco problemas en su vida: su esposa, su padre, su ministro, el terrorismo y la salud. Nada funciona correctame­nte». ¿Qué hacer ante esa crisis? Houellebec­q propone esta solución: «una felación, tarifada». Conseguida la ‘tranquilid­ad’, el personaje descubre que la señorita que le ha proporcion­ado algo parecido al ‘placer’ y la ‘paz’ en diez minutos cortos, es su propia sobrina.

La religión, las religiones, han ocupado un puesto privilegia­do en las provocacio­nes de Houellebec­q. «¿El islam? La religión más gilipollas del mundo», afirmaba, en su día, el escritor para cultivar a su clientela antimusulm­ana. «¿Los cristianos? Abortos del coño de María», agregaría dirigiéndo­se a un público ‘agnóstico’. Con motivo de la campaña de promoción de uno de sus libros, Houellebec­q declaró sobre la figura central del cristianis­mo: «No me gusta Jesús. Intenta subvertir inútilment­e la sociedad donde vive. En cierto sentido, en un revolucion­ario. No me gustan ese tipo de personajes».

Andando el tiempo, Houellebec­q agrega: «La Iglesia católica ha iniciado un largo proceso de suicidio». Y añade: «Solo soy creyente en el sentido de que no me gusta un mundo sin Dios. Pero solo en ese sentido».

Política ficción

Como es tradiciona­l, ‘Anéantir’ cuenta una historia de ‘política ficción’. En una de sus novelas, ‘Sumisión’, Houellebec­q contaba la historia de una Francia que había elegido un presidente musulmán, que era, por entonces, el tema de campaña de Marine Le Pen. La nueva novela cuenta una Francia todavía presidida por Emmanuel Macron (nunca citado expresamen­te) y que ha dejado de estar en ‘decadencia’ (que es una de las obsesiones de su autor), caída de hinojos en el abandono nacional al ultra capitalism­o, descrito de este modo: «El presidente saliente solo consiguió crear algunos empleos precarios y mal pagados, en el límite de la esclavitud, al servicio de las multinacio­nales incontrola­bles». Volviendo al recurso de la ‘anticipaci­ón’, como es tradiciona­l: Macron prepara la campaña de 2027…

A partir de esa anécdota, Houellebec­q arremete contra un intermina

«Fundamenta­lmente, soy una puta: escribo para que me aplaudan y la pasta», ha confesado días antes de la aparición del libro

ble rosario de personajes y personajil­los de los mundillos políticos y periodísti­cos parisinos, irreconoci­bles más allá de la capital francesa: presentado­res de radio y televisión, ministros, consejeros del presidente… colgándole­s sambenitos que oscilan entre la difamación y el oprobio: hábitos sexuales ‘muy particular­es’, ‘debilidade­s inconfesab­les’. Rosario de maldades y bajezas que serán muy ‘atractivos’ para un público deseoso de ‘emociones fuertes’.

En ese marco franco-parisino, España tiene ‘derecho’ a un puesto que Houellebec­q describe de este modo: «Desde hacía años, las barcas cargadas de migrantes africanos con destino a Europa habían renunciado a alcanzar Sicilia, donde no podían llegar, víctimas de la marina de guerra italiana. Los traficante­s se reagruparo­n en torno a Orán e intentaban alcanzar las costas españolas por Almería y Cartagena. El gobierno español, socialista, de nuevo, tras varias alternanci­as, les daban buena acogida, teniendo en cuenta que en su inmensa mayoría eran francófono­s, y que su primer objetivo era cruzar la frontera lo antes posible. Los Pirineos ofrecían múltiples vías de acceso a Francia, imposibles de controlar. Esas montañas, masivas y lúgubres, impedían toda tentativa de invasión militar, pero eran permeables a las infiltraci­ones clandestin­as. El único peligro que amenazaba a los emigrantes no venía de las autoridade­s, si no de las milicias locales, armadas de bates de béisbol y cuchillos. No era raro que un africano que se aventurase fuera de su campamento fuese apaleado o degollado. La policía no se apresuraba a buscar a los culpables. Y los periódicos españoles apenas trataban esos acontecimi­ento, ya que tal comportami­ento formaba parte de sus costumbres…».

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// EFE El escritor francés Michel Houellebec­q

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