ABC (Andalucía)

Parábola de los Reyes Magos

Les trajeron tantas cosas que terminaron jugando con una bola de papel

- ALBERTO GARCÍA REYES

ESTA mañana de adoración poética la aurora no será un estallido de claridad en el horizonte sino un sol naciente en los párpados de la infancia, que habrá dormido con una esquirla de sábana llenando el puño. Porque así se agarra la inocencia a la esperanza para no caer al vacío de la vida real. La verdad y la mentira, la rutina y el sueño, han tenido su encuentro más amable esta madrugada mientras los Reyes caían en balanceo, como una hojilla caduca, sobre los alféizares de la niñez. Pero ahora los padres nos descuidare­mos en el ensamblaje del Lego de la ilusión.

Hay quien elogia la pobreza como tesis de superiorid­ad moral. Pero las pelotas de trapo y el puñado de castañas junto al Nacimiento en el alba del 6 de enero no representa­n un tiempo más puro y, por tanto, mejor. La miseria sólo ayuda a quienes tratan de huir de ella y olvidarla. Pero también hay quien convierte este día en una exhibición de poderío, en una especie de desquite. La mañana de Reyes se ha convertido en muchas casas en una competició­n de cajas vacías. Muchos niños de hoy se encuentran con tal dispendio cuando se asoman aún descalzos al salón que no saben a dónde mirar exactament­e. A la mayoría de los cacharros que reposan bajo el árbol de Navidad le dedicarán un total de cinco minutos. Luego esa juguetería variada se hacinará en un trastero hasta que el año que viene las llevemos a la parroquia.

Yo descubrí este sindiós hace unos años y lo cuento por si mi error ayuda. Los abuelos y los tíos acababan de traer todos los chismes que los Reyes habían dejado en sus casas. Y en mitad del jaleo percibí que los niños ni siquiera terminaban de abrir las cajas. En cuanto veían qué era lo que había dentro se iban a por el siguiente objetivo. Al final del ritual, los dos terminaron jugando a lanzarse una bola de papel de regalo en un pasillo para salvarse de la superabund­ancia. Y recordé el epitafio de la «Adoración a los Magos» de Cernuda: «Buscaron la verdad, pero al hallarla no creyeron en ella». Así que esta es mi parábola para que los niños sigan creyendo: el sentido de la medida es la única verdad que nunca falla.

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