ABC (Andalucía)

Viñetas como casillas: jaque a dos genios

Dos novelas gráficas narran la vida de Bobby Fischer, mito destruido por sí mismo, y de Francesch Vicent, autor del primer tratado sobre el juego (1495), clave para la expansión de su versión moderna, ya con reinas en el tablero

- FEDERICO MARÍN BELLÓN

Ahora que el mundo del ajedrez ha visto a Magnus Carlsen renovar el alquiler de la corona y con ‘Gambito de dama’ todavía en la memoria, es buen momento para leer otras historias sobre el juego milenario. Para leer y para ver, porque se han publicado en forma de cómic dos biografías apasionant­es, la del gran maestro más influyente de todos los tiempos y la de quien, en realidad, cambió el juego para siempre. Cinco siglos separan la desconocid­a vida del valenciano Francesch Vicent de la analizadís­ima, tanto como sus partidas, de Bobby Fischer.

La aventura de Vicent es de película: fue delatado a la Inquisició­n en 1494 por leer la Biblia valenciana, pagó una fortuna para que le conmutaran la pena y agilizó así la producción de su gran obra, en la que aparece por primera vez la figura de la reina, casualment­e en tiempos de Isabel la Católica. La ‘mordida’ no evitó su fuga a Italia, donde se convirtió en protegido del Papa Alejandro VI y profesor de Lucrecia Borgia, quienes contribuye­ron a la expansión de la variante española, el ‘axedres de la dama’, que practicamo­s hoy en todo el mundo. Que en Italia se conociera al principio como ajedrez ‘a la rabiosa’, expresión algo despectiva, es un indicio más de que no la inventaron ellos. También de lo que supuso el primer gran cambio del reglamento después de 700 años de inmovilism­o. El ‘Llibre dels jochs partits dels scachs en nombre de 100’ fue por tanto el primer tratado de ajedrez moderno, inspirado a su vez en un poema de amor. Hermoso, sobre todo para un juego que representa la guerra. ‘Scachs d’amor’ (Valencia, c.1475) fue escrito a seis manos por Bernat Fenollar, Narcís Vinyoles y Francí Castellví. Todo eso lo cuentan el historiado­r José A. Garzón y el dibujante Dani Salvador en el cómic ‘Francesch Vicent. Primer autor y maestro del ajedrez moderno’.

El libro es ligero, pero no está exento de rigor y algún guiño a los eruditos. También incluye los últimos avances de la investigac­ión. Describe la infancia de Vicent en Segorbe, su fértil paso por Valencia y su exilio italiano. En la última parte, se cuenta cómo su obra inspiró otros tratados, de los que sí se conservan manuscrito­s. Llegó a crearse un premio dotado con 18.000 euros, el Von der Lasa, para quien encuentre un ejemplar del libro de Vicent, que para Garzón es el Santo Grial del Ajedrez. En su opinión, «la gran novela del ajedrez es esta». «Se escribirá, tarde o temprano, igual Arturo

Pérez-Reverte. Lo bueno es que no hay que inventar nada». El historiado­r también está convencido de que la obra de Vicent «aparecerá».

El libro fue clave porque en el ajedrez primitivo no había reinas (o damas), aunque parece que sí gambitos. El juego era más lento, puesto que el atacante no disponía de la pieza más poderosa, y las partidas podían eternizars­e, lo que no siempre era una desventaja; para algunas parejas era la única oportunida­d de permanecer juntas el tiempo suficiente...

Vicent tuvo el mérito de codificar las nuevas reglas del ajedrez, labor que completó con la publicació­n de cien problemas –de ahí el título de su tratado–, muchos de los cuales fueron traducidos directamen­te en obras que sí se conservan, como las de Lucena, en castellano, y Damiano, en italiano.

La edición de ‘Francesch Vicent. Primer autor y maestro del ajedrez moderno’ ha sido coordinada por Miguel Ángel Malo Quirós y realizada por el Club Alto Palancia y Balagium Editors.

Fischer: el mito maldito

Julian Voloj y Wagner William son los autores de ‘Blanco y Negro. Auge y caída de Bobby Fischer’ (Salamandra Graphic), en la que se repasa la vida del mito americano, llevada a la pantalla con desigual acierto y glosada en un número creciente de libros. Robert James Fischer ganó la Guerra Fría que importa, la de 1972, cuando derrotó al soviético Boris Spassky en Reikiavik. Luego se esfumó sin defender el título de campeón del mundo. Cuando reapareció, fue mucho peor.

El héroe reclutado por Kissinger acabó considerad­o un traidor que celebró el 11-S, el hijo de padres judíos se convirtió en un antisemita y el

genio se volvió tarumba, hasta su muerte prematura en el exilio de Islandia. «Bobby Fischer fue una figura trágica y, para mí, desafortun­adamente, su intoleranc­ia y odio eclipsaron su genio ajedrecíst­ico», cuenta con pena Julian Voloj, guionista de la novela gráfica. El autor alemán, de padres colombiano­s y residente en Nueva York, asegura que el libro, por supuesto en blanco y negro, «trata sobre el ajedrez, pero también sobre la fama, la salud mental y sobre cómo ganarse la vida con algo que amas».

Con ‘Blanco y negro’, Voloj pudo sumergirse en el ajedrez, una de sus grandes aficiones, al tiempo que desarrolla­ba su pasión por contar «historias biográfica­s de no ficción sobre héroes olvidados o personalid­ades complicada­s». La de Fischer sin duda lo era, aunque tanto que pospuso más de una vez el proyecto: «La creación de una novela gráfica suele tardar entre tres y cinco años», explica Voloj. «En este caso, estaba interesado en el tema durante mucho tiempo, pero dudaba en empezar porque Fischer era una persona muy compleja. Por un lado, era un genio del ajedrez, por otro, un odioso fanático. Pasé casi un año leyéndolo ‘todo’ sobre Bobby y viendo toneladas de documental­es, imágenes y entrevista­s, algunas infames, antes de empezar a escribir el guion. El proceso de escritura me llevó casi dos años y luego cambié el guion una y otra vez. Tenía demasiada informació­n y habría salido un libro demasiado largo y menos interesant­e. Una vez terminado, Wagner William tardó poco más de un año en las ilustracio­nes».

Voloj reprodujo incluso muchas de sus partidas para entender mejor su proceso mental. «Lo que no sabía antes era cómo se introdujo en la ideología nazi y la historia de la secta cristiana a la que se unió en los 70. Pero incluso con estos descubrimi­entos, es difícil entender por qué Bobby cambió al final de esa manera».

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