Djokovic, la verdad ni al médico
El serbio acepta haber cometido «errores humanos» en el papeleo para entrar a Australia, pero parecen muy poco creíbles sus argumentos a la vista de los hechos probados. Ocultó que estuvo en España y hasta acepta que acudió a una entrevista sabiendo que e
Un micrófono abierto del ‘Canal 7’ de la televisión australiana, la cadena de mayor audiencia del país, ha derivado en un enorme revuelo, si bien muchos han abrazado la espontaneidad de los presentadores y ese arrebato de sinceridad cuando se creían que nadie les estaba grabando: «Lo mires por donde lo mires, Novak Djokovic es un mentiroso, un tramposo, un gilipollas... Pero se saldrá con la suya», le dice Rebecca Maddern a Mike Amor. El último calificativo es muy subjetivo, puede que incluso demasiado grosero. Lo otro, lo de mentiroso y tramposo, tiene cierto fundamento si se atiende a la declaración judicial del propio tenista, llena de incongruencias e irregularidades. Porque de todo este bochorno, que terminará seguro en película y más si a Djokovic le da por acabar ganando el Abierto de Australia (falta por ver que lo juegue, su caso sigue abierto), hay una intuición que deja en pésimo lugar a quien pretende ser un ejemplo para los niños y el resto de la sociedad: Novak Djokovic no le cuenta la verdad ni al médico.
Vaya por delante que aquí no se trata de criminalizar a Djokovic por su postura en contra de las vacunas, allá él y su peculiar manera de entender la vida. Sí se podría, en cambio, opinar abiertamente de la inmensa irresponsabilidad del balcánico durante la pandemia, bastante llamativa su postura teniendo en cuenta cómo se toma la vida y el valor que le da al cuerpo y a la mente. Ayer, en una nota publicada en sus redes, y dando a entender que será la última vez que se pronuncie sobre todo este esperpento, ya empezó a reconocer «errores humanos» a la hora de tramitar los documentos necesarios para entrar en Australia, aunque poco error parece el esconder que estuvo en España y que no visitó (hay imágenes suyas entrenándose en Sotogrande y viajó desde Málaga hacia Australia, según el presidente del Comité Olímpico Serbio, Bozidar Maljkovic). El campeón de 20 Grand Slams aseguró, sin titubeos, que no había visitado un tercer país en las dos semanas previas a subirse al avión rumbo a Melbourne. Hombre, quien más, quien menos
Todo este proceso deja en un pésimo lugar al serbio, cuyo modo de proceder en la pandemia es cuestionable
hace alguna trampilla, más por pereza y desconocimiento que por querer engañar a alguien, cuando tiene que rellenar el incomprensible y desquiciante papeleo burocrático de aduanas, pero ¿en serio Djokovic, o quien quiera de sus asesores que le hacen ese trabajo sucio, omite una información de ese calibre? ¿En serio no se preocupa de que todo esté fetén y más después de recibir una exención médica un poco pillada por los pelos y, seguramente, por ser quien es? No cuela demasiado...
Lo peor de todo el ‘show’ es el tema del positivo en la PCR que se hizo el 16 de diciembre y las explicaciones que da para justificar todo lo que hizo a posteriori. Dice, habrá que creerle porque de momento no hay nada, en este apartado, que demuestre lo contrario, que no se le informó hasta un día después, casualmente el día ese en el que tuvo un acto con niños y en el que se hizo fotografías tan pichi y sin mascarilla. «Era asintomático y me sentía bien», expone. Bueno, va, eso sí puede colar, pero es realmente alarmante que justifique o, al menos trata de hacerlo, su participación en una entrevista con ‘L’Equipe’ y su pertinente sesión de fotos sin mascarilla y gritando para simular que está exultante de alegría. «Me sentí obligado a acudir a la entrevista con ‘L’Equipe’ para no dejar tirado al periodista, pero mantuve distancia social y mascarilla todo el tiempo, excepto durante las fotografías. Al regresar a casa me aislé y reflexioné. Cometí un error de juicio y admito que tuve que posponer la cita». A todas estas, tiene muchísima guasa que a un deportista de tantísimo nivel le preocupe incumplir con un periodista cuando es el pan nuestro de cada día, si bien es justo remarcar que Djokovic, y se habla con conocimiento de causa, es cercano con los medios y muy agradable en el trato.
Por lo general, hay una tendencia en la españolía a censurar todo lo que huela al serbio, convertido de por sí en un antihéroe porque se propuso ser el mejor de todos los tiempos y eso pasaba por pelear cuerpo a cuerpo con Nadal, tan distintos en sus formas. El actual número uno, quien considera que se le ha hecho de menos a la hora de juzgar la historia actual del tenis, a la sombra de Federer y Nadal porque el carisma y el respeto no tiene nada que ver con amontonar trofeos, quedará marcado por este culebrón y por su denunciable postura desde que empezó la pandemia. Porque ahora ha sido esto, pero en junio de 2020 organizó, supuestamente con toda la buena voluntad del mundo, el Adria Tour, aquella exhibición en la que los tenistas cayeron contagiados como moscas y que terminó con un fiestón galáctico con Djokovic y compañía bailando sin camiseta (y sin mascarilla, claro) en una discoteca. Hasta Serbia, vistos todos los «errores humanos» que menciona el tenista, amenaza con tomar represalias contra su héroe.