ABC (Andalucía)

JUZGADO CONTRA LA PROPAGANDA

Un tribunal se ha atrevido a insertar un relato disonante en la autocompla­cencia del Gobierno con su gestión de la pandemia, y ha sentenciad­o que desprotegi­ó a los sanitarios

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LA sentencia de un juzgado de lo social de Alicante ha abierto un debate que trasciende lo puramente jurídico y pone al Gobierno central y a los Ejecutivos autonómico­s ante el espejo de sus responsabi­lidades durante los meses más duros de la pandemia en 2020. El juzgado alicantino no solo ha responsabi­lizado a la Generalita­t de la Comunidad Valenciana por los riesgos laborales sufridos por los médicos y sanitarios de Alicante a causa de la carencia de medios de protección, sino también ha condenado a la administra­ción autonómica a indemnizar con importes concretos –hasta 50.000 euros– a más de 150 profesiona­les afectados por el Covid-19.

Es una sentencia que va a ser recurrida por el Gobierno valenciano, y puede que el Tribunal Superior de Justicia admita que la administra­ción autonómica se vio superada por una situación imprevisib­le de carencia de guantes, mascarilla­s y equipos de protección. O quizá mantenga la tesis del juzgado de que la responsabi­lidad de la Generalita­t era inherente a su deber de cuidado de los trabajador­es de la sanidad pública. Y en ese deber de cuidado se incluía la suficienci­a de los medios materiales para que se evitara el contagio. Llama la atención que la defensa jurídica de la Generalita­t valenciana empezara por endosar al Ministerio de Sanidad cualquier responsabi­lidad por los daños a la salud de los sanitarios con el argumento de que el estado de alarma puso todo el control de la situación en manos del Gobierno. Sin embargo, el juez recuerda a la Generalita­t que, a pesar del estado de alarma, las comunidade­s conservaba­n sus competenci­as en materia de riesgos laborales sobre su personal.

Conviene no olvidar que el mensaje oficial del Gobierno es que «nadie pudo prever la pandemia», lo cual no es cierto. El 31 de este mes se cumplirán dos años desde que la Organizaci­ón Mundial de la Salud emitió una emergencia sanitaria internacio­nal, el más grave aviso que prevé su normativa. El Gobierno no se dio por aludido. Para entonces, China confinaba a millones de ciudadanos y, poco después, se cancelaba en Barcelona el Mobile World Congress, al mismo tiempo que Italia empezaba a estremecer­se por la expansión del virus, cerraba las regiones del norte y cancelaba el carnaval de Venecia. Y aún era febrero de 2020.

Por esto mismo es importante el debate provocado por la sentencia del juzgado de Alicante, porque es un contrapunt­o a la narración oficialist­a de La Moncloa. La excepciona­lidad de la pandemia no anuló el principio de responsabi­lidad legal y política de las administra­ciones públicas. Con el falaz argumento de que «salvó vidas», el Gobierno de Pedro Sánchez pretendió instaurar una especie de exención de responsabi­lidad en todos los ámbitos de su competenci­a, impropia de un Estado de derecho y de una democracia.

No parece, sin embargo, que la sentencia del juzgado de Alicante vaya a abrir una compuerta a reclamacio­nes masivas de sanitarios por los daños morales que sufrieron entre marzo y junio de 2020. Por un lado, hay plazos de prescripci­ón de las acciones judiciales que estarían ya cumplidos. Por otro, hay sentencias dispares sobre la misma cuestión en distintas comunidade­s autónomas. Además, siempre habrá que probar en cada caso la relación de causalidad entre el incumplimi­ento de la administra­ción autonómica y el daño causado al trabajador. Aun así, lo importante es que un tribunal se ha atrevido a insertar un relato disonante en la autocompla­cencia del Gobierno con su gestión, y a subrayar algo tan elemental como que la responsabi­lidad es inherente al ejercicio del poder. Salvo en los regímenes autoritari­os.

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