ABC (Andalucía)

No ciudadanos

Ciudadano era el hombre convocado «a las armas» por ‘La marsellesa’, pero sin Segunda Enmienda: un ‘mandao’. Al Capeto lo hacen ciudadano y lo mandan a la guillotina

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

EN los 70 oímos hablar del ‘no cine’ de Aguirre, el marido de Esperanza Roy, pero esto de la ‘no ciudadanía’ de Macron, el marido de Brigitte Trogneux, no se lo habíamos oído ni a Bokassa después de hacerse un Moctezuma. Ya Madame de Staël vio (¡y miraba a Bonaparte!) que en Francia faltaba ‘grandeur’: cuando César acabó con la República, tuvo que combatir a Pompeyo y a los patricios más ilustres.

—Cicerón y Catón lucharon contra él: la grandeza se enfrentó a la grandeza. Bonaparte, en cambio, encontró unos adversario­s cuyos nombres no merecen ser citados.

Macron iba para Napoleón, pero se ha quedado en Luisillo Catorceavo, que diría Solana, el bombardero de Belgrado, y combate a los no vacunados: promete «joderlos vivos» y les retira el título de «ciudadanía» que les concede la Constituci­ón que De Gaulle copió (mal, como el doctor Frankenste­in) de América.

—Le général De Gaulle n’a pas de prédéceseu­r! –contestó a los sindicalis­tas que tras el golpe de Estado

acudieron a recordarle los compromiso­s con sus predecesor­es.

La jerga política en Francia, y eso se ve en los debates de los constituye­ntes del 91, es palabrería huera, chirle y hebén. Declaració­n de los derechos del hombre... y del ciudadano. Ciudadano era el hombre convocado «a las armas» por ‘La marsellesa’, pero sin Segunda Enmienda, o sea, un ‘mandao’. Al Capeto lo hacen ciudadano y lo mandan a la guillotina. Al rodar su cabeza, la chusma (los ‘no vacunados’, para el ‘mainstream’) no dio vivas a la República, sino a la Nación, hoy negada por Macron, que no ha dejado títere con cabeza (es un hablar) de la Revolución: ni Nación (la niega) ni Tuteo (casi enchirona a un muchacho que lo hizo) ni Ciudadanía (ciudadano es quien él diga). «L’État c’est moi», falsamente atribuida al Rey Sol, es hoy Macron, y de ahí que un personaje de parodia tenga engorilado­s a nuestros liberalios, que han hecho del Estado su ‘partouze’, ese ‘tiempo suspendido en que viven los folladores’ que tan simpático le era a Catherine Millet.

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