ABC (Andalucía)

Frankenste­in gruñe

Frankenste­in creó un monstruo formado con órganos de distintos cadáveres, y a veces el corazón y el cerebro no coordinan

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

NO teníamos bastante con un polémico Garzón, y tenemos dos. El primero fue suspendido como juez por prácticas irregulare­s y el segundo se ha metido en tal fregado que si sobrevive como ministro es porque hoy en política vale todo si eres imprescind­ible para que el Gobierno se mantenga.

Alberto Garzón, ministro de Consumo por el cupo de Unidas Podemos, cometió dos graves errores en la entrevista concedida a ‘The Guardian’. La primera, dudar de la calidad de la carne española, que atribuyó a las macrogranj­as. La segunda, no chequear la traducción de sus palabras al inglés, que dejaba mal a nuestra ganadería. Un ministro nunca debe criticar los productos de su país, incluso si tiene razón, que no la tiene, pues somos el cuarto exportador de carne de la Unión Europea y el octavo del mundo. Si se le añade que dentro de un mes hay elecciones autonómica­s en Castilla y León, centro ganadero desde la Edad Media, se comprende el revuelo armado y que incluso varios de sus compañeros de gabinete hayan criticado sus declaracio­nes. «Desafortun­adas» las califico el afectado más directo, el ministro de Agricultur­a, Luis Planas, aunque luego admitió que pudiera haber «algún malentendi­do». Era lo menos que podía decir, mientras Pedro Sánchez no tuvo más remedio que «lamentar» tales declaracio­nes. Aunque advirtiend­o que no va a reemplazar­lo, como piden las asociacion­es de ganaderos y la oposición. Ni debe ni puede.

El mal está hecho y forzar la dimisión no haría más que aumentar el daño, ya que Unidas Podemos ha cerrado filas tras él y acusa a sus críticos de creer los bulos de la derecha. Tampoco Alberto Garzón piensa dimitir, y alega que critica las macrogranj­as. «Que no las hay en España», responden los ganaderos, con un Partido Socialista que acalla sus reproches e incluso respalda al ministro. Mejor desdecirse que se rompa la coalición gubernamen­tal.

Tenemos que acostumbra­rnos a estos lances, que serán cada vez más frecuentes. Frankenste­in no creó una criatura normal, sino un monstruo formado con órganos de distintos cadáveres, y a veces el corazón y el cerebro no coordinan. Socialista­s y comunistas nunca se han entendido, y a menudo han luchado en busca del mismo electorado. Únanle los nacionalis­tas, que son de extrema derecha sin saberlo, y entenderán que sólo el odio a la libertad los mantiene unidos.

El presidente de la Generalita­t de Cataluña, Pere Aragonès, acaba de recordar a Pedro Sánchez sus condicione­s para seguir apoyándole: un referéndum de autodeterm­inación y la amnistía de los condenados por golpistas. Y estos pueden hacer más daño que los ganaderos.

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