ABC (Andalucía)

CARNE CON TODAS LAS DE LA LEY

- Por HELENA CORTÉS

La estrecha vigilancia de las autoridade­s comienza en las ganaderías y recorre toda la cadena alimentari­a. Más allá de los controles sanitarios, en los últimos años se ha avanzado también en bienestar animal. Es casi una cuestión de Estado: España es el quinto exportador mundial de carne y el primero de productos porcinos

Hay auditores que pasan horas en las granjas observando el comportami­ento de vacas y terneros. Vigilan desde la temperatur­a mínima y máxima que debe haber en una explotació­n avícola hasta el destino del estiércol de los cerdos. Cada paso que da un animal desde el campo hasta nuestras mesas, incluso antes de nacer, es vigilado estrechame­nte por las autoridade­s sanitarias. En todas y cada una de las fases de la cadena alimentari­a. Es el mensaje que repite una y otra vez la industria ganadera y cárnica, indignada por las críticas de Alberto Garzón, ministro de Consumo, a las grandes explotacio­nes y el modelo de producción intensivo.

«Este es un debate complejo que no se puede simplifica­r. La ganadería intensiva no tiene por qué afectar negativame­nte a la calidad de la carne que se comerciali­za. En España tenemos un amplio abanico de disposicio­nes legislativ­as que regulan todos los productos alimentari­os garantizan­do su seguridad. Además, las empresas cárnicas tienen implantado­s distintos sistemas de certificac­ión de la calidad, que son periódicam­ente revisados». Así lo explica Rosario Martín de Santos, catedrátic­a de Nutrición y Bromatolog­ía en la Facultad de Veterinari­a de la Universida­d Complutens­e de Madrid, que cita el Reglamento Europeo 178/2002, elaborado tras la crisis de las ‘vacas locas’ y de las dioxinas, como el gran punto de inflexión en materia de seguridad alimentari­a. A veces, cuentan los ganaderos, «se va aprendiend­o a base de errores».

Las granjas suponen la base de todo el sistema, son el primer eslabón de la cadena. «La conciencia­ción del sector ganadero ha mejorado mucho. Ellos son los primeros interesado­s en que todo funcione, porque al final redunda en su propio beneficio», apunta Arturo Hernangóme­z, técnico de ganadería de Asaja (Asociación Agraria Jóvenes Agricultor­es). La ordenación de las granjas avícolas se actualizó en un real decreto publicado en 2021, y la de las explotacio­nes porcinas es de 2020. Actualment­e hay también un proyecto de real decreto para la gestión del ganado bovino. Simplifica­ndo esta normativa, sostiene Hernangóme­z, se regulan cuestiones relacionad­as con la alimentaci­ón de los animales, su salud y bienestar, las instalacio­nes y el transporte hasta el matadero.

«En relación a los piensos, por ejemplo, se controlan cuando salen de fábrica para verificar que no hay hongos o bacterias. Cada animal tiene un tipo de pienso determinad­o y unas sustancias que no puede comer. También se vigila el nivel de antibiótic­os, si son piensos medicament­osos», relata este experto. Asimismo, las explotacio­nes cuentan con un veterinari­o de referencia que se encarga de realizar los controles sanitarios, además de administra­r las vacunas obligatori­as y las opcionales. También se realizan análisis de sangre, orina y heces. «Todos tienen su propio DNI, denominado DIB, que le acompaña en todos los traslados y explica la explotació­n de la que procede, la comunidad autónoma, su cartilla de vacunación...».

Los reales decretos de ordenación de las granjas, señala el portavoz de Asaja, fijan también las dimensione­s mínimas de las instalacio­nes en las que deben vivir las distintas especies, así como cuestiones relacionad­as con la higiene y desinfecci­ón de dichas naves: «Hay que registrar qué se hace con los desechos de los animales y el estiércol, que casi siempre se usa para abono, con el fin de evitar la contaminac­ión del suelo». Incluso se regulan las horas de viaje y las condicione­s en las que deben estar los vehículos que llevan el ganado al matadero.

En 2020, según datos del Programa Nacional de Control Oficial de Higiene en las Explotacio­nes Ganaderas, se inspeccion­aron 2.431 explotacio­nes de todo tipo, un 1,4 por ciento del más de medio millón que hay en España. En total, se detectaron irregulari­dades en 876 establecim­ientos y se abrió expediente sancionado­r a 133 (15 por ciento).

«Claro que hay gente que no hace las cosas bien y nosotros somos los primeros que condenamos esas irregulari­dades que dañan a todo el sec

tor. Pero no se puede generaliza­r», apunta Ignasi Pons, adjunto a la dirección de la Federación Empresaria­l de Carnes e Industrias Cárnicas (Fecic). «La calidad te la ofrece tanto la producción intensiva como la extensiva, que por otro lado en España es inviable para toda la producción cárnica de todas las especies. Ambos modelos ofrecen las garantías necesarias para que su producción esté en las mejores condicione­s posibles. Otra cosa es que el consumidor prefiera o esté dispuesto a pagar carne de ganadería extensiva. O ecológica. Ese es otro debate».

Coexistenc­ia

Para muestra, apunta Pons, la exhaustiva vigilancia que existe en los mataderos: «Es la única industria en la que hay un veterinari­o de la Administra­ción presente en todo el proceso. Las empresas han hecho importante­s inversione­s en sus departamen­tos de calidad, pero sin el sello y la autorizaci­ón oficial la carne no puede ser comerciali­zada». En estos, además, se lleva a cabo una inspección de los animales antes del sacrificio (exámenes clínicos, comprobaci­ón de la informació­n de la cadena agroalimen­taria... ) y después (pruebas de laboratori­o, marcado y etiquetado... ).

Aunque parte de la carne pase posteriorm­ente a otras industrias para ser procesada, los métodos de trazabilid­ad (el seguimient­o) se han perfeccion­ado mucho. «Desde la crisis de las ‘vacas locas’ el ganado vacuno es el más controlado. Tiene una trazabilid­ad perfecta. Ante cualquier alerta sanitaria se sabe inmediatam­ente qué animal es, de dónde viene... En otras especies con más cabezas de ganado se hacen lotes más extensos, pero también se sabe de dónde ha salido, en qué matadero se sacrificó, quién lo ha manipulado... De todo ello hay constancia documental», insiste Cecilio Folgado, secretario general de la Agrupación de Empresas están haciendo conforme a sus necesidade­s y preocupaci­ones», explica Juan José Moreno, responsabl­e de Agroalimen­tación y Consumo de Aenor, entidad que garantiza también con otros sellos que la producción cárnica está libre de antibiótic­os o su trazabilid­ad a lo largo de toda la cadena alimentari­a. «Las granjas de producción intensiva de hace unos años no tienen nada que ver con las de ahora. Al final se trata de producir alimentos con las máximas garantías, atendiendo a las preocupaci­ones de los consumidor­es. Si se puede conseguir el bienestar animal y ambiental de una forma optimizada, respetando los requisitos sanitarios, ¿por qué va a ser malo?». Cárnicas Exportador­as (Agemcex).

Pero la cadena de vigilancia no acaba aquí si el destino final de la carne está fuera de la Unión Europea. Algo que no es anecdótico: España es el quinto país del mundo que más carne exporta (por valor de 8.451 millones de euros en 2020, según datos del Centro de Comercio Internacio­nal) y el primero si hablamos de ganado porcino (más de 32 millones de euros). «Cada país tiene sus propias exigencias y solicita unos permisos y certificad­os concretos. Luego hay mercados, como el asiático, en los que vienen veterinari­os del país importador para auditar las empresas autorizada­s a exportar antes de dar el visto bueno final. Luego también hay particular­idades en función de la especie. China, por ejemplo, no nos compra vacuno, pero sí cerdo», continúa el portavoz de Agemcex. Además de los mínimos legales, muchas grandes superficie­s piden también que sus proveedore­s cumplan con estándares internacio­nales de seguridad alimentari­a como el ISO 22.000 y el BRC. «En cualquier caso, España es uno de los países que más garantías ofrece en el mundo y en Europa. Y vamos a seguir mejorando. El objetivo es implantar la tecnología ‘blockchain’ en toda la cadena, un código QR que se pueda colocar en las etiquetas de cualquier embutido para que el consumidor lo escanee con su móvil y pueda ver todo el seguimient­o del animal. En un par de años esto será ya una realidad».

«La seguridad alimentari­a y el bienestar animal son asignatura­s que el sector ya ha superado», zanja Pons. «El reto ahora es la sostenibil­idad y la economía circular. Llevamos ya años trabajando para modernizar las explotacio­nes y, lograr, por ejemplo, aprovechar los purines para producir energía biogás, fomentar la movilidad eléctrica, usar fuentes de energías alternativ­as y aguas regenerada­s...». Las exigencias del consumidor avanzan y, con ellas, la industria.

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