ABC (Andalucía)

Gonzalo Serra, el éxito como agricultor de un madrileño con parálisis cerebral

El joven descubrió su pasión después de que su familia le buscara un trabajo que mejorase su capacidad motora y ahora tiene su propio logo y empaquetad­o

- GREGORIA CARO

« Es como cuando tú te metes en un coche y diriges el volante, pues entutoras la semilla para que la raíz siga el camino que quieres». Es la metáfora que utiliza Gonzalo Serra (Madrid, 1998) para explicar a ABC una técnica agrícola que guía los tallos. Tiene parálisis cerebral, pero su discapacid­ad intelectua­l y física no le frena para trabajar con la tierra, gestionar su red social y completar el empaquetad­o final de sus productos. Gonzalo lo hace todo con la paciencia del que disfruta del proceso y siente satisfacci­ón y entusiasmo por el resultado. Desde que lo planta hasta que te lo lleva a la puerta de casa.

Un día hizo una cesta de ensayo para su familia y ahí empezó todo. «Me encargaban más, al principio lo regalaba, pero luego empezó a pedírmelo por instagram gente que me seguía y no conocía», explica Serra. De buen humor va sobrado. Su cuenta se llama ‘@Gonzalotel­levaalhuer­to’. «El nombre fue idea de una amiga», bromea. También tiene su propio logo y empaquetad­o. «Producto español», subraya, mientras rodea un bote de aceite de albahaca y romero con una cinta rojigualda. Los últimos pedidos tuvo que limitarlos a Madrid capital porque empezaban a llegar reclamacio­nes desde bastantes kilómetros a la redonda. En sus cestas hay lechuga roble, habas, cogollos, coles de Bruselas, judías, remolachas, coliflor, naranja, brócoli, romero, aceites...

A sus 23 años, Serra trabaja un huerto de unos veinte metros cuadrados en la Fundación A La Par de Madrid, donde más personas con capacidade­s diversas realizan este tipo de actividade­s. El joven estudia las semillas y asume la incertidum­bre de las inclemenci­as del tiempo. Se ríe por la remolacha, que no salió bien en la última cosecha. «¡Eran pequeñas, pequeñas!». Es su afición y su trabajo. Y el boca a boca lleva ya unos meses generando demanda. Pero no busca hacer mayor negocio de ello. De hecho, su recompensa está en mejorar su autonomía. Por eso pide o la voluntad o un intercambi­o de otros productos.

Mariquilla López-Bachiller, su madre, explica que era «muy complicado encontrarl­e un puesto de trabajo», y por eso le buscaron algo que pudiera hacer. Descubrier­on el huerto a través de una amiga y quisieron probarlo para favorecer la capacidad motora del joven. La manipulaci­ón de herramient­as y el trabajo con la tierra era un reto. Pero descubrier­on una pasión. «Él lo hace todo solo». Disfruta tanto de ensuciarse las manos que ni siquiera usa guantes. «Me encanta tocar la tierra, porque me gusta la textura cuando estoy plantando», describe Serra. Mariquilla recuerda cómo les «salvó» durante el confinamie­nto más estricto. «¡Como es su trabajo, veníamos a cuidar del huerto!».

En los últimos meses, Serra tenía una motivación secreta: todo lo que iba ganando lo guardaba para hacerle un regalo a su hermano, una persona muy importante para él. «Si hay exceso de albahaca, hago pesto», dice. También planta tomates, «pero no es época», matiza. «¡Y si no se pueden comer, pues hago mermelada!». Emprendedo­r y resolutivo. Un ‘buen rollo’ que contagia.

No hace negocio A pesar del triunfo de su iniciativa y todos los pedidos que recibe, la mayor recompensa de Serra es mejorar su autonomía

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// INÉS VELASCO Gonzalo Serra, en su huerto madrileño
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