ABC (Andalucía)

El caso ERE, todas las corrupcion­es juntas

En España no ha habido otro escándalo mayor que el del PSOE andaluz que desveló ABC

- ALBERTO GARCÍA REYES

I Nen cantidades malversada­s, ni en altos cargos implicados, ni en la duración del fraude ha habido en España un caso de corrupción mayor que el de los ERE de Andalucía, una maquinaria de precisión para la práctica del clientelis­mo socialista durante casi cuatro décadas. Cuando ABC destapó el escándalo, que tiene su origen en una grabación tomada al gerente de Mercasevil­la, nadie daba crédito a aquellas informacio­nes. Tampoco los que ahora tratan infructuos­amente de atribuirse la exclusiva. Este periódico estuvo varios meses a solas, bajo presiones inenarrabl­es, publicando noticias acerca de aquella cinta, que transcribi­ó de forma íntegra antes incluso que la Fiscalía, que se pasó varias semanas viéndolas venir. Y en una de esas primicias tiró del hilo que desmadejó el caso. En un momento de la conversaci­ón, el director del mercado decía esto: «Cuando a mí me consiguen una subvención del tipo ERE, yo, por razones obvias, al conseguido­r tengo que pagarle una comisión». La investigac­ión periodísti­ca condujo desde esta confesión a las actas de las prejubilac­iones de Mercasevil­la pagadas por la Junta. Y ahí apareció el primer intruso, Antonio Garrido Santoyo, un socialista de Jaén que no había pisado la lonja en su vida. Aquella noticia desencaden­ó lo que hoy ya sabemos, el descubrimi­ento de un fraude sin precedente­s por el que ya han sido condenados dos expresiden­tes de la Junta y seis exconsejer­os, uno de los cuales ha escuchado esta semana la primera pena de prisión.

A estas alturas de la historia, lo más triste no es que se usaron casi mil millones de euros de forma arbitraria para beneficiar a empresas afines y dar pensiones vitalicias a militantes del partido, ni que publicar aquello supusiera un calvario en un territorio en el que el PSOE gobernaba con desmanes feudales. Lo peor es que se ha evidenciad­o el profundo nivel de putrefacci­ón de una sociedad que estuvo varias décadas secuestrad­a por el clientelis­mo. Andalucía ha sido maltratada por la cultura socialista, que creó un sistema perverso de destrucció­n de riqueza a cambio del poder. Suena surrealist­a, pero es tan real que abochorna: el PSOE montó un mecanismo para cerrar empresas en la comunidad más desindustr­ializada de España, la que tiene más paro, con el fin de comprar la paz social. Desvió cientos de millones de euros a un ‘fondo de reptiles’ ajeno al control de la oposición para repartirlo­s a capricho. Y el director general que se encargaba de la rifa, el ya fallecido Javier Guerrero, puso su despacho en un bar de copas, literalmen­te, para distribuir la pasta siguiendo las instruccio­nes de cada cacique provincial. Cuando una empresa caía, el mandamás de la zona daba orden de rescatar a los trabajador­es. Sin concurso, sin publicidad y sin recato. Todas las corrupcion­es en un solo paquete. Así se traficaba con los votos de los obreros y las voluntades de los empresario­s, tan responsabl­es como los políticos de esta cima del subdesarro­llo que al menos ha servido para demostrar la importanci­a del periodismo. Aunque como periodista andaluz estoy desolado.

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