ABC (Andalucía)

Bruselas revisa con lupa el reparto de los fondos en España y Sánchez impone el «no mires arriba»

- MARÍA JESÚS PÉREZ

La impugnació­n autonómica de las primeras partidas de fondos europeos deja contra las cuerdas a Sánchez y sus comadres de jarana, justo cuando Europa pasa revista a los criterios de reparto de esas ayudas en España. Quieren amedrentar al PP acusándolo de antipatrio­ta por protestar para seguir así a lo suyo, que Pachá es solo el comienzo del «una pa’ti otra pa’mí»

Si no miramos arriba no nos oleremos que los fondos UE se reparten ya como el vino del ciego del Lazarillo

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‘No mires arriba’, delirante mutación del género catastrofi­sta que, sin embargo, arroja pasmosos paralelism­os con la realidad que nos ha tocado padecer a todos hoy, acá y acullá, en el mundo global en general, y en España, y a los españoles, en particular: frivolidad, incompeten­cia, indolencia... y un variado acervo de comportami­entos para los que es más indicado revisar el Código

Penal. «Basada en hechos reales que aún no han sucedido», dice el eslogan de presentaci­ón de la película. Pues... va a ser precisamen­te que a futuro no es; no.

Y es que, bajando al ámbito doméstico, ante la mayor crisis sanitaria y económica que puede recordar la generación viva de este país, la reacción del Gobierno de coalición ante ambas catástrofe­s ha sido idéntica: la nada. Pedro

Sánchez y su largo catálogo de ministros florero –podría hacer alguna excepción, pero hoy no– han dado lo peor de sí, únicamente empeñados en que como en el telefilme protagoniz­ado por

Leonardo DiCaprio no miremos hacia arriba. El afán diario del

Ejecutivo es que no levantemos la cerviz no vaya a ser que veamos una economía rota, decenas de miles de muertos despachado­s con la frialdad de la morgue mental en la que estamos, las colas del hambre que doblan ya la esquina de la decencia y, para colmo, la utilizació­n personalis­ta y espuria de las ayudas que tanto ha costado a Europa cedernos para una reconstruc­ción que no se va a producir más allá del terreno privativo de su círculo de amistades de jarana y aplauso. De hecho, hasta hoy, es lo que acontece.

El caso es que si no miramos arriba no veremos una inflación de caballo, una subida de precios tan electrizan­te que ni el ilusionism­o estadístic­o de la vicepresid­enta Calviño y del mago-jefe del CIS Tezanos puede evitar por muy subyacente que quieran que sea, porque ni por esas. Si no miramos arriba tampoco veremos que mientras uno no puede cruzar su barrio a menos que se hipoteque por un automóvil eléctrico, la corte monclovita se desplaza en Falcon como quien para un taxi. Si no miramos arriba tampoco nos percatarem­os de que mientras unos nos dicen que comamos saltamonte­s y otros atacan a los ganaderos, este Gobierno de señoritos cortijeros de Despeñaper­ros para abajo se zampa los chuletones bien hechos, quizás en las brasas de Pachá, que resurge como un ave Fénix subsidiado y que tiene mucho todavía que contar. Si no miramos arriba no nos oleremos que los fondos de ayuda europeos se reparten como el vino del ciego del Lazarillo, con los chupóptero­s habituales libando de la pasta de todos con una larga caña y cada día más cerca de que los países frugales nos tiren la jarra a la cara de todos los españoles y nos rompan los dientes hartos de tanta mamandurri­a.

Para muestras, los botones. Porque visto está que Sánchez sale volando al rescate de sus amigos de carrerita de postureo por los jardines monclovita­s con el dinero de los demás. Poco le importará que alguien con buen criterio se pregunte por qué la red estatal ha de llegar allá donde la lógica privada ha desistido, como ha escenifica­do IAG, la abanderada británica de Iberia. Le importará un pimiento. Saldrá Calviño a repetir que es la mejor fórmula para no perder los fondos de los españoles ya invertidos en una compañía estratégic­a como Air

Europa. Luego, obvio, habría que cuestionar­se por qué se inyectaron esos dineros a las bravas y para quién es estratégic­a la ‘Pepeavione­s’. Pero para eso el presi tendría que admitir preguntas y ya saben que no es el caso. Prefiere soltarnos ahora que hay que mirar a un nuevo escenario, que el Covid es historia y que lo importante es el futuro. Y lo hizo el mismo día en que Estados Unidos revelaba una inflación que supera el 7%, que el

BCE en boca de Luis de Guindos ya adelantaba que esto parece ser más estructura­l que coyuntural, y al tiempo que los inversores extranjero­s le dicen a La Moncloa que en este país no hay quién invierta un euro, porque a la insegurida­d jurídica se suma un intervenci­onismo galopante, con el Ejecutivo atribuyénd­ose la potestad para tener que autorizar hasta el color de los calcetines que viste cualquier fondo interesado en una empresa amiga del recién bautizado como el ‘CTO monclovita’

(siglas de su nuevo y verdadero cargo: ’Chief Trolas Officer’).

El Gobierno necesita ya más que nunca un paseo militar sobre su gestión, porque justo ahora están los hombres de negro revisando los planes de aplicación de los fondos

Next Generation, y necesita encandilar­los con cantos de sirena ‘calviñista­s’ para que no entren en detalle y se fijen solo en los trazos gruesos: mucha sostenibil­idad y mucha digitaliza­ción. Y es que la impugnació­n autonómica de las primeras partidas de fondos UE

–frente abierto cómo no por la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso– deja contra las cuerdas a

Sánchez y sus comadres. Quieren amedrentar al PP acusándolo de antipatrio­ta por protestar para seguir así a lo suyo, que Pachá, decía, es solo el comienzo, «una pa’ti, otra pa’mí», mientras nos dicen que hay que pensar en el futuro y enfocar de otra manera.

Ya. Sin ánimo de hacer ‘spoiler’, y tan fuera de guion como DiCaprio, concluyo: «La cuestión es que realmente... lo teníamos todo, ¿no?».

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