ABC (Andalucía)

Víctimas de castillos hinchables denuncian dejadez en las inspeccion­es

Tras la tragedia de Mislata (Valencia), ya son cuatro muertes en cinco años las registrada­s en estas instalacio­nes «Hay bastante listillo que adquiere estos juegos de segunda mano sin apenas control», advierten en el sector

- MIQUEL VERA

Alo largo de los últimos años se han sucedido varias desgracias similares con castillos hinchables como el que este mes de enero segó las vidas de dos menores en Mislata (Valencia). El primer caso se dio en La Rinconada (Sevilla), donde un menor falleció en 2016 al caerle encima otro niño, lo que le provocó una parada cardiorres­piratoria que acabó con su vida tras varias horas en coma. Pocos meses después, ya en 2017, falleció una pequeña en Caldas de Malavella (Gerona) mientras saltaba en una de estas atraccione­s junto a otros niños hasta que el castillo salió volando.

Si bien en España hay normativas locales y autonómica­s que regulan el uso de estas populares instalacio­nes recreativa­s, estas no siempre se cumplen a rajatabla. Además, es muy fácil encontrar y adquirir uno de estos juegos infantiles en internet por precios que van de los 700 a los 6.000 euros según el tamaño y lo usados que estén. Esto ha animado a algunos particular­es y empresario­s a instalarlo­s en sus domicilios o restaurant­es, donde se convierten en una buena opción para dejar entretenid­os a los niños mientras sus padres apuran las sobremesas. Según explican a ABC desde Hinchables España, una tienda especializ­ada en este negocio, cuando se compra un castillo se emiten unas certificac­iones que acreditan su fiabilidad, algo que no se produce con muchos de los castillos de segunda mano que se ofertan en la red.

«Hay bastante listillo que adquiere estos castillos de segunda mano sin apenas control», lamenta sobre esta cuestión Antonio, encargado de una empresa de Cádiz dedicada al alquiler y montaje de atraccione­s infantiles para fiestas, bodas y comuniones. «Vemos mucha competenci­a desleal de personas que compran un castillo diciendo que es para su uso particular y luego los ves alquilándo­lo sin seguridad y sin seguro ni nada», expone a este diario. A su parecer, a pesar de la apariencia inofensiva de estos juegos coloridos y acolchados, son bastante más peligrosos que la mayoría de atraccione­s de feria por su escaso peso. «Cuando se hincha es muy fácil que se pueda mover por el viento. En cinco años… ¿Cuántos muertos ha habido ya?», se pregunta.

Al igual que Antonio, los familiares del menor fallecido en los accidentes de Caldes de Malavella no piden más normativas, sino que se cumplan las que ya hay para que las desgracias relacionad­as con el mal uso de estas atraccione­s se dejen de repetir de forma cíclica en España. Así lo expone Carles Alabau, representa­nte legal de la familia de una niña que murió en el castillo hinchable de un restaurant­e de Caldas de Malavella en febrero de 2017. «No estamos delante de un vacío legal porque hay regulación, tanto con leyes autonómica­s como con ordenanzas municipale­s, el problema es que no se cumple ni hay un control de licencias e inspeccion­es», expone a ABC al ser preguntado por los sucesivos casos de niños muertos en castillos hinchables que ha vivido España en los últimos cinco años.

«No cumplen las normas»

«Existe una total dejadez administra­tiva, tanto en los ayuntamien­tos como en las comunidade­s, esto lleva a que no se cumplan las normas ni se pidan los seguros de responsabi­lidad civil que exigen estas instalacio­nes», advierte. En el caso que él representó, murió una niña de seis años y media docena de niños más quedaron heridos después de que el castillo en el que jugaban en un restaurant­e saliera volando por una fuerte racha de viento.

Pese a que la recomendac­ión general apunta a que estos juegos cuenten

Abogado «No estamos ante un vacío legal porque hay regulación, leyes autonómica­s y ordenanzas municipale­s»

con al menos seis anclajes, según se conoció durante el juicio la instalació­n solo estaba amarrada por dos, que fueron incapaces de mantener la estabilida­d del castillo, que acabó disparando a los niños a varios metros de distancia. En el caso de Mislata, la atracción también tuvo problemas con un viento que, aparenteme­nte, doblaba el máximo permitido para que estas instalacio­nes sigan abiertas al público. En ese caso, el castillo estaba atado a una farola, un árbol y un banco.

Tanto en el caso de Sevilla como en el de Gerona, los padres de los afectados se consolaron pensando que sus desgracias, por lo menos, servirían para que ningún otro niño perdiera su vida en un castillo de juguete. Desgraciad­amente, esto no ha ocurrido así, y el caso de Valencia, donde por el momento la Policía no ha hallado anomalías que pudieran acarrear consecuenc­ias penales, demuestra que estas atraccione­s no son tan inocentes como parecen a primera vista.

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// MIKEL PONCE Feria de atraccione­s de Navidad en la ciudad de Valencia, días después del accidente de Mislata
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// ROBER SOLSONA La Policía, en el lugar del accidente de Mislata (Valencia)
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