ABC (Andalucía)

«Miedo no hay, pero respeto sí»

La rutina de los hinchables sigue en Valencia, mientras que los profesiona­les del sector abogan por primar la seguridad por «encima de todo»

- DAVID MAROTO

Doce días después del trágico accidente que se cobró la vida de dos niñas de cuatro y ocho años en Mislata, a escasos diez kilómetros de esta localidad las familias siguen llevando a sus hijos con total normalidad al castillo hinchable instalado en la feria de Valencia. «No hay más miedo», relata Mari Carmen, dueña del único inflable del recinto, aunque sí que percibe «más atención» por parte de los padres, quienes observan a sus hijos desde una platea de sillas alojada a los pies de la atracción, engalanada con el rostro del dibujo animado Bob Esponja.

La propietari­a del hinchable explica a ABC que no ha notado una menor afluencia desde el siniestro de Mislata. «Los padres están más pendientes de sus hijos, pero siguen viniendo igual», argumenta mientras un monitor controla en todo momento la seguridad de la decena de menores que saltan sobre la atracción.

Frente a su hinchable, fijado al suelo con seis anclajes a cada lado, aguardan padres y madres; la mayoría, pendientes de los botes de sus hijos. Incluso alguno les llaman para que vean cómo se lanzan desde arriba por el tobogán. Entre el grupo de adultos se encuentra Raquel, que ha llevado a su niña a la feria después del colegio. «Miedo no, pero respeto sí», matiza esta mujer a la que le ofrece «mucha seguridad» que haya un monitor pendiente de los menores.

Así, el castillo hinchable de la feria de Valencia recibe la visita de cientos de niños cada tarde, sobre todo de entre cuatro y ocho años, ya que compite con atraccione­s demandadas por otros más mayores como montañas rusas, coches de choque y tómbolas en las que pueden obtener con destreza y puntería un gran surtido de juguetes y regalos.

Sin embargo, las muertes de dos niñas por las que se clausuró la feria de Mislata deben marcar un antes y un después para los profesiona­les del sector. Pese a la reciente actualizac­ión de la normativa europea que regula la instalació­n y el mantenimie­nto de juegos hinchables, existe la percepción extendida entre sus integrante­s de que un gran número de empresas y particular­es priman el precio del alquiler de las estructura­s en detrimento de la seguridad, al contratar entidades que en la mayoría de los casos no conocen los fundamento­s del reglamento y que cuentan con atraccione­s infantiles desfasadas.

Desde la Asociación Española de Juegos Hinchables (AEJH), se muestran esperanzad­os en que el caso de Mislata sirva como punto de inflexión para que las empresas prioricen la seguridad «por encima de todo». Algo que para Tomás Tomás, presidente de esta entidad, supone «un grave problema» en eventos privados como cumpleaños, bautizos y comuniones.

«En España, en plena época de comuniones, puede haber instalados fácilmente cada fin de semana más de cuatro mil hinchables, por lo que es evidente que se deben incrementa­r los controles de seguridad para evitar que ocurran estos accidentes», comenta Tomás. A esta postura se suma David Santos, director técnico de Sanpe, empresa acreditada para la inspección de áreas de juego infantil, que defiende que existen carencias notables en el sector, ya que «la mayoría de las empresas no inspeccion­an sus atraccione­s, falsifican la documentac­ión o acuden a entidades no certificad­as».

Ambos coinciden en resaltar el desconocim­iento general de la normativa y la falta de unificació­n de criterios por parte de las administra­ciones públicas a la hora de solicitar los certificad­os de inspección.

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