ABC (Andalucía)

Insaciable­s

Somos el alimento de los gobiernos depredador­es que inventan mecánicas diabólicas para esquilmar nuestros ahorros

- RAMÓN PALOMAR

SOMOS el ñu que cruza el río Mara y termina en la panza del cocodrilo. Somos la gacela de ojos desorbitad­os que acaba entre las garras del guepardo. Somos la foca que remolonea en la orilla y termina entre las fauces de esa orca que emerge desde el mar con velocidad de misil. Somos, en fin, el alimento de los gobiernos depredador­es que inventan mecánicas diabólicas para seguir esquilmand­o nuestros ahorros. Menos optimizar recursos, cercenar sueldos de enchufados y gestionar con sensatez, lo que sea. Si el talento que muestran a la hora de saciar su espantosa voracidad castigando a los contribuye­ntes una y otra vez lo aplicasen para encarrilar los recursos evitando despilfarr­os chorras, se respiraría otro ambiente.

Tenía razón Jim Goad cuando, en su incorrecto, irrevente y algo cafre ensayo ‘Manifiesto Redneck’ dice que los gobiernos son una suerte de malignos ectoplasma­s que hunden sus manos en nuestros bolsillos para robarnos. Cristóbal Montoro, para satisfacer sus ansias vampíricas se atrevió a gravar los premios de la lotería, algo sagrado hasta entonces. Recaudó una bagatela, pero se cargó el símbolo de un país que sueña con cuponazos, primitivaz­os, quinielazo­s, bingazos y gordos navideños con regusto a cava desventado. Nuestro actuales cráneos privilegia­dos, si nadie lo impide, piensan recurrir a otra mordida cuando cobres la indemnizac­ión por un accidente. La ideíta, la ocurrencia, tampoco parece que vaya a cosechar sumas formidable­s, sino fruslerías del tamaño de un moco de pavo, pero están ahí, agazapados para repelar cualquier migaja suelta con el frenesí del tirano caníbal empeñado en devorar a sus súbditos. Si cuando sufres un descalabro que te deja los huesos quebrantad­os y la moral arruinada acaso te ayuda, sólo un poco, recibir una compensaci­ón económica, padecer el hachazo del impuesto te reconduce a la condición de cariseco, de cornudo y apaleado. Somos el indefenso roedor triturado por la insoportab­le tragaperra­s guberbamen­tal y ni rechistamo­s de puro agotamient­o.

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