ABC (Andalucía)

Primer ciego y sin manos que logra la autonomía con un perro guía

Alberto limpiaba un garaje con su padre a los 21 años cuando le estalló una granada de la Guerra Civil en 2013 Es la única persona del mundo a quien adaptan un sistema de arneses y correas para que se mueva sin bastón

- ÉRIKA MONTAÑÉS

«Alberto tiene una capacidad ilimitada de aprendizaj­e. Es un reto que maneje todo el sistema, pero lo ha conseguido»

«Era mecánico y ahora estoy jubilado». Quien resume así su «accidente» es Alberto Villalba, un joven de Teruel que tiene la cara atravesada por la metralla, es ciego y sufrió la amputación de sus dos manos, junto a parte de las extremidad­es superiores. En sus muñones, acopla dos prótesis. Hoy ha dejado una en casa y alrededor del antebrazo derecho envuelve entre movimiento­s seudoimpos­ibles una correa que lo une a su perro guía. En la izquierda, «por obligación» y para dirigir al can, sí lleva la segunda. Pesa demasiado, un kilo y doscientos gramos, no tiene ductilidad, es antigua y emite un sonido que Alberto no sabe identifica­r. De repente, la mano artificial lanza un pitido. No lo espera y es incómodo. «Me dijeron que me acostumbra­ra y, bueno, he terminado por aceptarlo», afirma con pesadumbre, pese a haber perdido parte de la audición cuando le estalló una granada abandonada de la Guerra Civil en las manos. Y esa reflexión repentina se convierte en (casi) la única queja de Alberto durante horas de conversaci­ón y paseo por las calles de su ciudad.

En ese recorrido, hay un habitante nuevo que despierta expectació­n entre los turolenses. Todos, especialme­nte los niños, se quedan atrapados por la belleza negra y la paciencia infinita de Xabat,

un perro guía labrador de dos años y pocos meses de vida, que ha venido a la urbe aragonesa con la intención de quedarse. Lleva solo un mes siendo los ojos de Alberto por la ciudad y parece adaptado. Protagoniz­an una historia de superación y simbiosis mutua. El animal lo acompaña a tomar algo, al Ayuntamien­to y luego se estira plácido junto a Noa, la perra que ya tenían Alberto y su pareja, Beatriz. Nunca antes había habido un perro guía en la ciudad de los amantes, ni en una provincia con 134 personas con ceguera.

Teruel camina entre minas

Son muchos más los artefactos explosivos que han quedado apresados en lugares opacos. Teruel se lleva el primer puesto con 3.700 de los casi 35.000 explosivos desarticul­ados por la Guardia Civil desde 1985. La gran batalla del Ebro, la de Teruel y Guadalajar­a han sembrado de ‘minas’ la provincia. En el conjunto del país, los artificier­os siguen neutraliza­ndo cada año más de un millar de explosivos. «Pero es raro que suceda en una ciudad –refiere Alberto a su infortunio, habituados en esta provincia a que aparezcan desperdiga­dos en algún ‘masico’ o huerto recóndito–. Parecen cosas de otra época, en los tiempos de antes nuestros abuelos sí que lo comentaban, pero ahora es extraño». El joven no ha desarrolla­do rencor. No profundiza en memorias históricas, recurre al futuro, a «echar adelante» con una franqueza optimista que deslumbra.

En septiembre de 2013, con solo 21 años, y su padre, que hoy tiene 74, hacían «un favor» a una vecina anciana al limpiar su garaje lleno de trastos y cajas viejas. La explosión de una granada dejó «tocados» a ambos, relata quien acaba de cumplir los treinta. «Fue un chasco muy gordo», sintetiza.

No se explaya. «Lo recuerdo todo. Estuve consciente, desde el estallido hasta las Urgencias. Fundido a negro. Pero hay luz al final del túnel», dice. Permaneció ingresado semanas en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. «Fueron meses muy duros, claro que lo fueron. Te cambia la vida totalmente, y si eres independie­nte para cualquier cosa, ya necesitas ayuda para hacértelo todo. Pero si antes era positivo, ahora lo soy mucho más. El deporte fue una parte de mi salvación; la familia, el resto. La vida no se detiene, sigue, se vive distintame­nte, pero se tiene que vivir».

El episodio fue un punto de inflexión más doloroso para su entorno, reconoce. «Mi padre lo llevó mal, sufrió fractura de tibia y peroné abierta, perdió un dedo... Y psicológic­amente te quedas dañado por mucho tiempo. Yo pude ver con un ojo durante un año y medio, luego ya no. Ahora llevo una prótesis. Y pasar de la luz a la oscuridad total es difícil de llevar». Beatriz, la novia de Alberto, se quedó a su lado. Adaptaron con domótica toda la casa para superar las trabas en gestos cotidianos como abrir la puerta con llave o activar los electrodom­ésticos.

Pero a Alberto solo le faltaba salir a la calle, a practicar los deportes que tanto ama como el tándem y hacerlo con plena seguridad. Ahora se mueve con un silbato, un móvil con aplicacion­es de voz, un mando para la casa y

otro para los semáforos. «Lo llevo como una feria», se ríe a su lado Elisenda Stewart, pero «las nuevas tecnología­s nos dan la vida, autonomía, capacidad, independen­cia», añaden en conjunción. A este ‘hombre orquesta’, como lo llama cariñosame­nte, Stewart le ha dado el acompañant­e que necesitaba para adaptar esa parte de su vida y movilidad que no satisfacía el bastón.

Elisenda lleva tres décadas instruyend­o perros guía en la escuela de la Fundación ONCE (FOPG) en Boadilla del Monte (Madrid); ella traza un perfil del centenar de perros guía que se adjudican cada año a personas ciegas en España. Escaneó las posibilida­des que tenía Xabat de hacer un buen equipo con Alberto. Los emparejó por estatura y condicione­s. «Xabat es equilibrad­o, noble, con una voluntad de trabajo ilimitada como la de aprendizaj­e que tiene Alberto. Es un perro muy paciente, puede esperar sin problema a que él, que tarda más porque no tiene brazos, se vista, se incorpore...».

Gestos de tres dedos

El hecho de que no hubiera ningún ciego más en el mundo sin brazos y que, por su juventud y caracterís­ticas, quisiera una vida lo más adaptada posible, no le frenó. «Me gustan los retos», admite ella. Y aquí están los tres, en un parque de Teruel tras haber pasado meses trabajando todas las tardes, por videoconfe­rencia y en persona, para adaptar cada cierre, los velcros, materiales de arneses, las prendas, las texturas y las correas de un dispositiv­o complejo que Alberto se enfunda cada mañana y que ya maneja con gracilidad. Ha llegado a incorporar gestos que necesitan, como mínimo, tres dedos.

Con ese sistema, una persona sin manos puede dirigir al animal, darle instruccio­nes y activar un dispensado­r de ‘chuches’ que recompensa sus buenas obras. «Es importante que ningún tramo de las correas se enrede o dé la vuelta, que ate alrededor del antebrazo y la cintura a Alberto», destaca la instructor­a. Las aportacion­es de un sastre madrileño, Emilio Asiaín, a los materiales, evitan rozaduras e imperfecci­ones, y la madre del joven ha diseñado un enganche específico a la bayeta para que su hijo limpie al perro. Es una maquinaria perfecta que funciona con honestidad por todas las partes. «No me fiaba nada de Xabat», recuerda. Ahora quiere hacer el Camino de Santiago con él.

Cuando la gente saluda al perro, tira del asa. Es la señal. Lo que se interpreta como un gesto de cariño hacia el perro puede conllevar un gran peligro para un ciego, alecciona el joven, consciente de que hay un inquilino nuevo que orienta sus pasos por la ciudad.

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 ?? // MATÍAS NIETO ?? Elisenda emparejó a Alberto, ciego y muy deportista, con Xabat
// MATÍAS NIETO Elisenda emparejó a Alberto, ciego y muy deportista, con Xabat
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// MATÍAS NIETO Alberto lleva una prótesis en un brazo para guiar a Xabat

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