Un pionero en el estudio de la pintura del Siglo de Oro
Jonathan Brown es un antes y un después por muchos motivos, pero tal vez el principal es porque es parte de la mayor cadena de conocimiento sobre la historia de la pintura del Siglo de Oro, que desde mediados del siglo XIX ha tenido como exponentes a Diego Angulo, Enrique Lafuente Ferrari, Julián Gállego y él mismo.
Su principal peso fue sacar a la pintura española de un contexto endógeno y estudiarla y situarla en un contexto internacional. Eso lo hizo incidiendo en las conexiones internacionales de pintores. El marco internacional fue fundamental para él para estudiar a Velázquez o a Ribera. Pero también lo hizo de manera indirecta, a través de sus estudios sobre el coleccionismo privado, sobre todo el cortesano.
Tuvo mucho de pionero en España. Con él el tema de las colecciones reales en sí mismas tomó carta de naturaleza en los estudios sobre pintura española. Estudiando el coleccionismo, que era cosmopolita y se alimentaba en su mayor parte de obras extranjeras, ayudó a que entendiéramos hasta qué punto la labor de muchos de los principales artistas locales estaba favorecida por el conocimiento de ese contexto internacional. En ese sentido ha sido una figura clave para los estudios de la pintura española del Siglo de Oro.
En el caso de Velázquez, ya había una tradición muy importante de estudio desde el punto de vista estilístico. Es una tradición que tiene como piedra fundacional el libro de Berruguete de 1898, que a su vez tiene otro punto de referencia fundamental, el catálogo razonado de López Rey del año 63, que también se basa en una reflexión profunda de la pintura de Velázquez. El paso siguiente ha sido, a través de las posibilidades que dan los medios de estudio técnico, perfilar, aclarar y rectificar en muchos casos esos estudios estilísticos que hasta entonces se habían realizado exclusivamente a través de un examen visual. Estos instrumentos permitían ahondar y dar un paso complementario. Los estudios que hizo Jonathan Brown con Carmen Garrido suponen ese paso complementario a esa tradición de estudio estilístico que ha sido fundamental a la hora de entender a Velázquez desde Berruguete.
‘Un palacio para un rey: el Buen Retiro y la corte de Felipe IV’ es un libro ejemplar. Esa ejemplaridad tiene que ver con la confluencia de dos especialistas en materias diferentes, pero íntimamente unidas, como son un historiador y un historiador del arte. Es un libro que demuestra hasta qué punto la Historia del Arte es una de las ramas de la Historia y es inútil
tratar de entender el hecho artístico sin tener en cuenta su contexto histórico. Y demuestra también lo contrario: hasta qué punto para entender la historia de una época no solo es importante, sino también es imprescindible, entender los lenguajes visuales y la relación de esa época con la producción artística. Es una obra que no deja dudas en ambos sentidos. A partir de esta obra es imposible, a la hora de estudiar el reinado de Felipe IV, soslayar todo lo que tiene que ver con su obra suntuaria y sus intereses artísticos. Y ese libro fue un paso muy importante para entender a Velázquez y también la producción artística generada por la Corte, tanto en Madrid como en sus sucursales fuera de España, sin un conocimiento profundo de la realidad histórica y la realidad política.
Jonathan Brown era un académico que trabajaba en Estados Unidos. Tenía una vocación pedagógica importante. Era muy sensible a lo que en cada momento estaba inquietando a sus alumnos y a sus discípulos y en un momento dado creo que se le hizo muy evidente que había una parcela muy importante de la producción artística de la Edad Moderna, que era todo lo que se había producido en Iberoamérica, que tenía que ser atendida. En su caso, además, estimulado por una cuestión de proximidad. Siendo especialista en arte español y trabajando en una ciudad como Nueva York, podía resultar bastante natural la inquietud por incorporar el arte iberoamericano a los estudios sobre arte occidental.