ABC (Andalucía)

El emblema de la Copa de Europa

Sus actuacione­s le encumbraro­n como un extremo para la historia

- TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN

Ha muerto con su camiseta blanca del Real Madrid puesta. «Siempre dormía con ella», dicen los familiares de Paco Gento. «Se levantó a las nueve, se sintió mal y murió al instante, no ha sufrido». Veloz, imparable, al mejor extremo izquierda del mundo, catalogado así incluso desde Inglaterra, solo le ha parado la muerte. El fútbol europeo le recuerda porque fue en la Copa de Europa, especialme­nte, donde demostró al mundo su velocidad, su regate y su capacidad goleadora.

Gento es un mito y nunca ejerció de ello, porque era sencillo, cercano. Finalizaba un partido y caminaba por Concha Espina, donde podías abordarle al lado de Miguel Muñoz y charlar con él. Fue Di Stéfano el que tuvo mucha culpa de su triunfo como futbolista a escala mundial. Los dos llegaron al Real Madrid en 1953, uno consagrado desde el Millonario­s de Bogotá y el joven Gento como un talento en ciernes. Corría a una velocidad de vértigo, supersónic­o y Di Stéfano no tenía tiempo de llegar al remate de sus centros. Él y Rial fueron quienes hicieron jugar a Gento a un ritmo que el equipo pudiera aprovechar. Se convirtió en el mejor extremo izquierda del mundo, elevado a los altares por sus rivales del Manchester United: «La clave no es lo que corre, sino cómo se frena». Los defensas se salían del campo mientras ‘La Galerna’ paraba en seco con el balón controlado.

Vertical, fue un baluarte del Real Madrid que ganó las cinco primeras Copas de Europa, las que originaron la leyenda. En 1966 conquistó la sexta de su palmarés, una cifra que nadie ha logrado igualar. Fue decisivo en todas, pero especialme­nte en los triunfos de 1957, 1958 y 1960. En la segunda anotó el 2-0 en la final ante la Fiorentina. En la tercera firmó el 3-2 en la prórroga ante el Milán, una final que estaba perdida en el minuto 71. Para la historia queda la frase que Di Stéfano les dijo a sus compañeros cuando los milanistas los superaban: «Dadle balones a Paco, que es el único que corre».Así fue, corrió a marcar el tercer tanto. Y en la quinta final consecutiv­a, el 7-3 al Eintracht, destrozó a los alemanes con veinte incursione­s que son lecciones de fútbol de un extremo para la historia. Ochenta y ocho encuentros y 31 goles rubricó en la Copa de Europa cuando se disputaban la mitad de partidos que hoy, a eliminació­n pura ¿Cuántos habría marcado hoy? comentaban sus paisanos Marquitos y Pachín hace años. Hoy lo dice otro cántabro, Miera.

Hijo de un chófer de camión, dejó los estudios a los 14 años para ayudar a su padre y cuidar de las vacas que tenían en una pequeña finca; su velocidad, genética materna, le llevó a jugar y a destacar muy pronto. A los veinte años era titular del Real Madrid y, apoyado por Alfredo Di Stéfano, que impidió su cesión en largas charlas con Bernabéu, se transformó en un icono del Real Madrid.

Su modestia y la brillantez de Di Stéfano y Puskas fueron un cóctel que le dejó demasiadas veces en un segundo plano mediático. Se le consideró el mejor extremo izquierda del mundo entre 1958 y 1962, reconocido por la prensa británica, aunque nunca figuró entre los tres candidatos finales para recibir el Balón de Oro.

Lució el brazalete de capitán del Real Madrid tras el adiós de Di Stéfano en 1964. Amancio, Pirri, Zoco, Velázquez, Serena, Grosso, la nueva guardia, le valoraron como un líder que mantuvo su nivel para ganar la sexta Copa de Europa. Una competició­n en la que continúa figurando como su rey.

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// ABC Gento besa una de sus seis Copas de Europa conquistad­as

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