ABC (Andalucía)

Los Novaks

Las normas son las normas. Ni siquiera han de ser leyes

- HUGHES

EL Ayuntamien­to de Vic prohibió una parada informativ­a a favor del castellano por considerar­la «contraria a la moral, las buenas costumbres o el orden público». Scott Morrison, PM australian­o, justificó la expulsión de Djokovic por el «interés público, motivos de salud, seguridad y mantenimie­nto del orden».

Las normas son las normas. Ni siquiera han de ser leyes. Pueden ser (de hecho, suelen ser) decretos. Simples disposicio­nes del que manda. En el primer caso, unas ordenanzas municipale­s que podrán recurrirse; en el segundo, sin más instancias, decide el Estado soberano. Es el nuevo criterio entre socialista­s, liberales y medio pensionist­as: cada país decide en sus fronteras. El caso deDjokovic no solo a lumbral a situación de Australia, antípoda y distópica, también la nueva regla en la frontera: el delito ideológico o de pensamient­o. Djokovic podría alborotar el gallinero, así que mejor expulsarlo. Volver a usar la palabra ‘iliberal’ exigirá mucha desfachate­z.

De repente Djokovic no solo representa a los no vacunados (los novaks), sino que los internacio­naliza, campeón errante en busca de torneo. Macron ya le ha cerrado Roland Garros.

Los contrarios a Djokovic, que tontos no son, explican su expulsión de otra manera: su error fue mentir, dicen, y al hacerlo revelan aun más el carácter pseudorrel­igioso que en este asunto adquiere lo médico-sanitario. Djokovic es un no creyente que no sigue el ritual y además ‘miente’, no es íntegro, puro. No importa que no esté contagiado, importa que no está vacunado y además no sigue los preceptos.

Djokovic nos ha revelado el vínculo entre el que manda y el que obedece, su odio común contra el tercero; también nuestra docilidad, ‘nadalizada’: «Aquí las normas están para cumplirse», salvo que se trate de la Constituci­ón.

Más allá de las diferencia­s, Vic y Australia comparten un lenguaje. Cuando los gobiernos quieran decidir sobre nuestras vidas por la urgencia climática (tan importante y ‘científica’ como la salud), el orden público, la tecnología y la docilidad general estarán de su parte, y no habrá Constituci­ón que proteja de las normas.

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