El Granaíno, el cantaor que aprendió en los mercadillos
Farruquito lo descubrió cantando flamenco en una fiesta y le obligó a subirse a un escenario. Accedió a regañadientes y desde entonces su carrera le ha llevado a colaborar con artistas de la talla de Alejandro Sanz o Enrique Morente
Un creyente de voz quebrada «Todo lo bueno que me ha sucedido en la vida ha sido por la voluntad de Dios. Así que solo grabaré cuando sienta que Él quiere»
Dice que tiene la voz así, hermosamente quebrada, de pregonar pijamas por los mercadillos. En esas labores estuvo, durmiendo en los coches, recorriendo la geografía andaluza en furgoneta, antes de convertirse en una figura del flamenco. Hubo un tiempo en el que compaginó escenarios y puestos. Todo comenzó en una fiesta, donde lo escuchó Farruquito, o en una trampa, en la que cayó para empezar a saborear esta dulce condena. «Desde ese encuentro, Farruquito no dejó de insistirme para que trabajara con él. Una noche que tenía que hacer doblete, en San Roque y en Utrera, me llamó para que lo trasladara en coche de un sitio a otro. Cuando llegamos a San Roque, dio mi nombre a los técnicos. Me dijo que le iba a cantar dos letras por seguiriyas. Yo le pregunté si estaba loco. Me dijo que no. Entonces empecé a poner excusas. No tenía traje, y me dejaron uno. Ya como último recurso les dije que con los zapatos marrones tampoco salía. Y me puso cinta americana en los pies; yo calzo un 44. Allí debuté. A regañadientes y engañado».
Cuando terminó, con el éxtasis de quien estrena emociones, se lo llevaron para el Potaje de Utrera. Era el año 2004. Homenaje a Alejandro Sanz. 4.000 personas de público y Pedro –conocido como ‘El Granaíno’– que no era reacio, sino desconocedor de ese mundo, volvió a causar un fuerte impacto entre los asistentes. No había pisado ninguna academia, ni siquiera un tablao, pero estaba codeándose
con las primeras espadas de este arte. «Luego regresé a mis puestos, que mi vida estaba bien resuelta, y aquello quedó como algo anecdótico. Nunca vi muy claro lo de dedicarme a cantar. En 2008, ‘El Farru’ me ofreció trabajar con él en el espectáculo ‘Al natural’ durante dos meses y medio en Madrid, y accedí. Después de esa experiencia, para la que tuve que hablar con muchos ayuntamientos para que no me quitaran el negocio, retomé los mercadillos. A mí no me convencía nadie».
Se le olvida mencionar, sin embargo, que el guitarrista Vicente Amigo se encontraba entre el público: «Es cierto. No me conocía, le gusté, coincidió que estaba terminando el disco ‘Paseo de gracia’ y me metió en un estudio junto a Alejandro Sanz para grabar un tema. Todo en mi vida pasa por la mano de Dios». Ese tema, ‘Y será verdad’, se convirtió en el más popular de un álbum emblemático en el que participaron Enrique Morente y Niña Pastori. «Aún así, por aquel entonces seguí intercalando los mercadillos con algunas galas, hasta que me requirieron para la obra ‘Homenaje a los grandes’, en el Teatro Villamarta, en Jerez, y me empezaron a llamar de todas partes». Se agolparon los contratos, las excusas se vieron agotadas y El Granaíno, con la voz rota de presumir de su mercancía, se hizo cantaor. Año 2011. Edad: 38.
Hoy ha encendido a la afición jugando a morir en la silla, llenándolo todo de pavesas. Anda abriendo los festivales más destacados. 1.400 kilómetros se ha hecho en coche desde Nimes, donde actuó la semana pasada. Casi tantos como las veces que le han ofrecido que grabe un disco en solitario, producción que ya prepara con Vicente Amigo. «Todo lo bueno que me ha sucedido en la vida ha sido por voluntad de Dios, así que solo grabaré cuando sienta que Él quiere. Últimamente, antes de cantar, me dedico a orar. Me entrego. Toda mi música se nutre de esa certeza. De Dios».