ABC (Andalucía)

Su orgullo, nuestra vergüenza

En la dirección de Batasuna siempre ha habido miembros de ETA. La novedad es que ahora están a cara descubiert­a

- IGNACIO CAMACHO

NO es la primera vez que en la mesa directiva de Batasuna, ahora Sortu, se sientan miembros de ETA. En realidad han estado siempre allí porque ambas organizaci­ones eran la misma, según quedó establecid­o en la jurisprude­ncia: una estructura terrorista con dos cabezas sin que quedase demasiado claro cuál de ellas era la que dirigía la estrategia. Constituía­n una unidad articulada que operaba con un mecanismo sincrónico de reparto de tareas, desde el señalamien­to de objetivos a la cobertura social, desde el ‘entrismo’ institucio­nal a la presión callejera, desde los tiros y las bombas al discurso teórico de justificac­ión de la violencia. La única novedad consiste en que tras el cese de los atentados esa identidad simbiótica puede expresarse a cara descubiert­a, sin aquellas capuchas siniestras que trataban de disfrazar la vileza del proyecto criminal con un simulacro de iconografí­a guerriller­a.

La incorporac­ión de David Pla y Elena Beloki a la dirección de Sortu no es una provocació­n, o no sólo, sino un mensaje dirigido a esas mentes biempensan­tes que aún siguen confiando en que el posterrori­smo se avenga a reinsertar­se en paradigmas políticos normales. Por qué iba a hacerlo si nadie, salvo unas víctimas cada vez más solas, planta cara a su autoafirma­ción arrogante. Si tiene motivos para considerar­se parte del bloque ‘progresist­a’ de Sánchez. Si el Gobierno lo ha convertido en interlocut­or cotidiano y el PSOE le da esperanzas de ayudarlo a desalojar al PNV del aparato de poder autonómico vasco. Si el socio de la coalición lo inviste del rango de participan­te en la dirección del Estado. Si ha recibido trato honorable sin condenar de forma explícita los 850 asesinatos. Si atisba la pronta puesta en semilibert­ad de sus más reputados sicarios. Si la izquierda lo saluda y bendice como agente democrátic­o. Lo raro sería que en esas condicione­s renunciase al estatus que le han regalado sin necesidad de dar un paso.

No, no son Otegi y los suyos quienes se pasan de la raya. Es la alianza gobernante la que les da cancha mediante el blanqueo moral y la despenaliz­ación política del legado etarra. Avanzan sin temor ni trabas con pleno dominio de las circunstan­cias y su desafío continuará hasta donde les permita la confianza que les ha sido otorgada. Quizá llegue el día en que veamos a los comandos en excedencia explicar el proceso de ‘paz’ –aquella solemne ‘pazzz’ de Zapatero, con mucho arrastre de zetas– en simposios, universida­des y escuelas. Escribirán a su manera el relato de la tragedia y se sentirán autorizado­s a dar lecciones de convivenci­a. Está por comprobar que no acaben exigiendo disculpas ajenas. Su alarde de orgullo, la jeta con que enarbolan sus banderas de infamia, es nuestra vergüenza. Y nos interpela como sociedad capaz de extraviar, por pancismo, desmemoria o alergia a los problemas, sus más elementale­s bases éticas.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain