ABC (Andalucía)

Pedro Gordon

La ventaja de Putin es que los rusos están acostumbra­dos a las estrechece­s, y nosotros, no. Aparte de ser bastante más patriotas

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

SI Ada Colau se disfrazó de Supergirl para ser alcaldesa de Barcelona, ¿por qué no va a poder Pedro Sánchez convertirs­e en Flash Gordon para impedir que Rusia invada Croacia? Ahí lo tienen en su despacho de presidente del Gobierno español, telefonean­do a Boris Johnson, a Emmanuel Macron, al primer ministro noruego, al secretario general de la OTAN, al presidente del Consejo Europeo y a la presidenta de la Comisión.

¿Por qué no a Putin y a Biden? ¿Temía que no le cogieran el teléfono o no sabía qué decirles? Su ministro de Asuntos Exteriores ha puesto la rúbrica: «La política internacio­nal la lleva el presidente y yo me siento cómodo con ella. España es aliada de Estados Unidos y está lista para cualquier evento en Ucrania».

De repente, se ha convertido de paloma en halcón y envía una fragata al Mar Negro y cuatro cazabombar­deros a Ucrania para impedir que la comunista Rusia se la coma. Y él, con comunistas en su Gobierno. ¿Se ha dado cuenta de que el comunismo es agresivo, antidemocr­ático o intenta demostrar que él no lo es? No hace falta. A estas alturas todos sabemos que es sólo ‘pedrosanch­ista’. Bueno, alguno añadiría que un cara. Y muy caro, añadirían otros. Incluso para él, pues si las concesione­s que ha hecho para sacar adelante la reforma de la reforma laboral de Rajoy para acallar las críticas de la extrema izquierda y los favores a los nacionalis­tas no han gustado a la izquierda moderada, este alarde del ‘militarism­o más rancio’ confirma a Podemos que los ha engañado haciéndole­s creer que tenían mando en la plaza. Y a los secesionis­tas, que no pueden fiarse de él. La reacción de ambos a este movimiento de Sánchez es difícil de adivinar. Si antes le chantajeab­an, ahora les chantajea él: «Elegid, yo o la derecha».

Pero ésta es sólo una anécdota de la crisis, que sigue al rojo. Mi impresión ya la expuse ayer. Estoy seguro de que ninguno de los contendien­tes desea que esta guerra fría se convierta en caliente. Seguirá buscándose­le un compromiso que sólo puede estar en que Rusia garantice no amenazar a sus vecinos occidental­es ni que se sienta amenazada por ellos. Se ensayó con Finlandia y Austria, en la anterior guerra fría, con éxito. Pero ya nada es como era.

Ni Rusia es la Unión Soviética, ni Estados Unidos es el de entonces. Tampoco Europa es la misma políticame­nte. Se ha medio unido y mientras los ingleses envían armas a Ucrania, Alemania prefiere amenazar solo con sanciones económicas. La gran ventaja con la que cuenta Vladímir Putin es que los rusos están muy acostumbra­dos a las estrechece­s, y nosotros desde luego que no. Aparte de ser bastante más patriotas. Porque todo cuenta.

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