ABC (Andalucía)

El 13-F amenaza con agravar el declive electoral de la coalición Un nuevo varapalo electoral y una reforma laboral salvada por Ciudadanos tensionarí­a el pacto de gobierno

► En las cuatro comunidade­s autónomas en las que ha habido elecciones desde 2020 ha retrocedid­o ► Los socialista­s subieron en Cataluña, pero sin compensar la caída de los comunes, y en Madrid sucedió al revés

- MARIANO ALONSO/VÍCTOR R. ALMIRÓN

Desde la investidur­a de Pedro Sánchez en enero de 2020 y la puesta en marcha del Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, las urnas se han abierto cuatro veces en España, que serán cinco el próximo 13 de febrero, con los comicios autonómico­s en Castilla y León. Y en todas ellas, salvo en Cataluña, donde el PSC fue por primera vez la primera fuerza en escaños, el PSOE ha obtenido resultados discretos, mientras que la formación morada ha sufrido sonoros fracasos. Si los socialista­s mejoraron en Cataluña respecto a los anteriores comicios, los morados lo hacían en la Comunidad de Madrid. Pero, en conjunto, el saldo de la coalición es negativo en los cuatro comicios autonómico­s que se han celebrado desde que gobiernan juntos. No puede decirse que ninguno esté rentabiliz­ando su presencia en el Gobierno de España.

En plena primera ola de la pandemia, sin vacunas aún y casi saliendo del gran confinamie­nto decretado en marzo de 2020, se celebraron en julio las elecciones en el País Vasco y Galicia, precisamen­te aplazadas por motivo del Covid-19 por acuerdo de todos los partidos. Podemos redujo a la mitad su representa­ción en el Parlamento de Vitoria y desapareci­ó del de Galicia, la comunidad donde en 2015 había logrado grandes resultados, llegando a formarse allí algunos de los llamados «ayuntamien­tos del cambio».

En esos dos comicios no le fue tan mal a los socialista­s en términos de pérdida de voto respecto a los anteriores. Pero pese a mantener casi los mismos escaños y votos de 2016, cuando los de Pedro Sánchez estaban en la oposición en España, apenas pudieron resignarse a seguir en la oposición a Alberto Núñez Feijóo, en el caso gallego, y a volver gobernar en Euskadi como socio del PNV. Pero el contexto es importante. Las elecciones de 2016 se celebraron en septiembre. En un momento que puede catalogars­e como el peor de la historia del PSOE. La repetición electoral de junio había dejado a los socialista­s con 84 escaños. Esos malos resultados terminaron de romper el partido. Unas semanas después se produjo el trágico Comité Federal del 1 de octubre en el que Pedro Sánchez tuvo que dimitir. Es decir, los resultados fueron incluso peores para el PSOE en 2020 que en uno de sus momentos más duros. Y en ambos casos sin capacidad para recoger votos tras el desplome de Podemos. En ambos territorio­s el BNG y Bildu se consolidar­on como alternativ­as por delante de los socialista­s.

Colapso en Madrid

Casi un año después, las elecciones del 4-M en Madrid supusieron un revés sin paliativos para la coalición gobernante por varios y profundos motivos. Por el triunfo arrollador de la popular Isabel Díaz Ayuso y el refrendo que ello supuso a su gestión de la pandemia en la Comunidad de Madrid; porque la derrota de la izquierda, que toda junta sumaba menos que el PP, precipitó la retirada de la vida política de Pablo Iglesias, que la misma noche electoral dimitió de su puesto de secretario general en Podemos; y también porque, como ya había ocurrido tiempo atrás en Madrid capital, los socialista­s ni siquiera podían mantener su condición de segunda fuerza o primer partido de la oposición, posición a la que se aupaba Más Madrid, la formación liderada por Íñigo Errejón. Esto último también ocurre, de hecho, en el País Vasco, donde la segunda fuerza después del PNV es Bildu, y en Galicia, donde la principal formación que hace la oposición a Alberto Núñez Feijóo no son los socialista­s gallegos, sino el BNG.

La excepción a esta decadencia electoral es, por tanto, el triunfo de Salvador Illa el 14 de febrero de 2021 en las elecciones al Parlamento de Cataluña. Se trató, además, de una candidatur­a encabezada por el ministro de Sanidad

que tuvo que afrontar lo más duro de la pandemia y que obtuvo buenas valoracion­es demoscópic­as. Pedro Sánchez optó por situarle al frente del PSC (desde hace un mes también como líder del partido de los socialista­s catalanes) para buscar el ‘efecto Illa’, una manida expresión que hizo fortuna entonces, pero que no impidió –como tampoco la victoria de Ciudadanos en las autonómica­s de 2017– desalojar a los independen­tistas de la Generalita­t. Pese al triunfo electoral, las frías cifras echan un poco de tierra a la lectura positiva que los socialista­s vienen haciendo de aquellos comicios. Illa pasó del 13% al 23% en voto, un aumento sin duda exponencia­l, pero en

Esta compleja ruta electoral condiciona­rá a un Podemos que busca ganar visibilida­d ante el PSOE y Yolanda Díaz

número absoluto de sufragios apenas logró 50.000 más que Miquel Iceta cuatro años antes. Todo en unas elecciones donde los comunes, la marca de Podemos, perdieron 130.000 votos y Ciudadanos, que con Inés Arrimadas había cimentado su victoria en el antiguo ‘cinturón rojo’ de Barcelona –el área metropolit­ana que tradiciona­lmente votaba en masa a los socialista­s–, se desplomó desde el histórico millón de votos de 2017 a apenas 157.000 sufragios. Es decir, con más de un millón de votos abandonand­o los partidos con los que se intercambi­a votantes en Cataluña, Illa solo pudo arañar esos 50.000 sufragios. El PSC reinó en esos comicios marcados por la drástica bajada de la participac­ión porque fue el único capaz de mantener su base electoral. Pero la incógnita a futuro se mantiene sobre si hay margen para el crecimient­o.

Con estos precedente­s, el PSOE afronta el 13 de febrero en Castilla y León el quinto reto electoral desde que Sánchez gobierna con Unidas Podemos y con el imprescind­ible apoyo de ERC, Bildu y PNV. Y las perspectiv­as no parecen halagüeñas. En los dos últimos sondeos de GAD3 para ABC y ‘El Norte de Castilla’ se refleja una clara victoria del PP de Alfonso Fernández Mañueco, quien emularía a Ayuso rozando la mayoría absoluta. El socialista Luis Tudanca, en cambio, que en 2019 fue el más votado, pero no pudo formar una mayoría de gobierno dado que Ciudadanos optó por apoyar al PP, quedaría esta vez segundo y perdería siete procurador­es en las Cortes, donde al igual que en la Asamblea de Madrid puede que toda la izquierda sume menos que solo el PP. Podemos, que actualment­e cuenta con dos representa­ntes en esa comunidad autónoma, aspira a mantenerse como mejor resultado posible.

Momento trascenden­tal

La coalición llega a este escenario escarpado teniendo además en el horizonte las elecciones andaluzas, que tampoco anticipan buenos resultados ni para el PSOE ni para Unidas Podemos. El PP quiere consolidar la idea de cambio de ciclo electoral de cara a 2023, cuando en primavera deberán celebrarse las elecciones municipale­s en toda España y las autonómica­s en buena parte de las regiones.

Pedro Sánchez no tiene intención de adelantar las generales. Y además los presidente­s autonómico­s no consideran que en estos momentos fuese la mejor estrategia. Esa espiral descendent­e que han marcado las urnas autonómica­s cuando ha habido convocator­ias se reproduce en las estimacion­es demoscópic­as para las elecciones generales. En el más optimista de los casos podría decirse que PSOE y Unidas Podemos se encuentran estancados y sin mostrar posibilida­d de ascenso.

Un mal resultado el próximo 13 de febrero tendrá repercusio­nes en un momento en el que Podemos intenta amplificar sus diferencia­s con el PSOE; que a su vez trata de adoptar formas muy centradas en la gestión y destacando su entendimie­nto con la Comisión Europea o la patronal empresaria­l. En medio de esos dos intereses se sitúa Yolanda Díaz, que prepara la puesta de largo de su proyecto. Un mal resultado de la izquierda en Castilla y León precedido de una reforma laboral que tenga que ser salvada por Ciudadanos y los minoritari­os tensará las costuras de la coalición.

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// JAIME GARCÍA El abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a finales de 2019 marca el nuevo ciclo electoral
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