¿Cómo siempre, optimista?
El otro día me preguntaban por cómo veía las cosas y la coletilla con la que terminó la pregunta me dio pie para estas líneas: «Joserra, como ves las cosas, como siempre optimista?»
Y la verdad es que no es algo para nada buscado, pero es así, tiendo a ver el lado bueno de las cosas. O mejor dicho, tiendo a destacar las cosas buenas que normalmente quedan enterradas por la vorágine del día a día. No se trata de que el vaso esté medio lleno sino de que no nos dejemos llevar para darnos cuenta que en la mayoría de las veces está a la mitad.
Hay una tendencia muy clara en los medios de comunicación a destacar las noticias negativas. En cierta medida, las malas noticias son más noticias. Un ejemplo. La semana pasada, uno de los líderes de opinión españoles enlazaba la mejoría de los datos de contagios –tras varias semanas en las que su línea editorial ha sido especialmente negativa– con el conflicto en Ucrania. Vino a decir que no se me vengan arriba por los mejores datos de Ómicron porque los rusos cogen el relevo en lo que a malas noticias se refiere.
Y lo anterior es solo un ejemplo. Basta ver las noticias cualquier día para darse cuenta cómo las buenas noticias si se comentan, se comentan siempre con sospecha.
Quién nos hubiera dicho hace sólo unos meses que la recuperación económica iba a ser como ha sido. O que la tan cacareada derogación de la reforma laboral iba acabar como ha acabado. O que las vacunas se iban a desarrollar a la velocidad a la que se han desarrollado.
Si lo miramos con algo de perspectiva, todos los augurios de los últimos años se han quedado por el camino. Puede que algún día se termine el mundo. Pero entonces quizá hay que tomárselo como Chavela Vargas: bailando. Entretanto optimista como siempre.