ABC (Andalucía)

Técnicas del FBI para desvelar la identidad del delator de Ana Frank

Vince Pankoke revela a ABC la investigac­ión que le llevó a señalar a Van den Bergh

- MANUEL P. VILLATORO

El agotamient­o es un mal que ataca incluso a los exagentes del FBI. Vince Pankoke, que pasó 27 años a la caza de criminales en Wisconsin, recibe a ABC con cierto aire de fatiga. Son días duros, según cuenta a través de videoconfe­rencia. Su equipo acaba de poner punto final a una larga investigac­ión que, asegura, ha desvelado al fin uno de los grandes misterios de la IIGM: la identidad del hombre que delató a la familia de Ana Frank. El culpable en cuestión tiene nombre y apellidos: Arnold van den Bergh. «Estamos convencido­s al 85 o 90%. No hemos encontrado la pistola humeante, pero sí tibia y con balas que hemos podido analizar», sentencia.

Sus canas transmiten experienci­a; aquella que ha utilizado para dirigir esta investigac­ión con las mismas técnicas que utilizaba en el FBI. Recuerda que todo empezó hace seis años con una treintena de teorías. «A todas ellas les aplicamos el axioma de conocimien­to, motivos, medios y oportunida­d. Un clásico a la hora de seguir la pista de los criminales», señala. El primer paso, analizar qué presuntos culpables podían saber que había personas escondidas en aquel almacén de Ámsterdam, estrechó el cerco. «Al cruzar los datos nos percatamos de que varios sospechoso­s estaban en campos de concentrac­ión cuando se produjo la delación. Era imposible que les hubieran visto», añade. Van den Bergh estaba en la ciudad. Los motivos eran igual de claros. Tras investigar una infinidad de archivos, el equipo de Pankoke logró saber que Van den Bergh, entonces notario, había pasado a estar bajo la lupa de los nazis. «Había falsificad­o unos informes que aseguraban que no era judío, y lo habían averiguado. Necesitaba comprar tiempo, que no le enviaran ni a él ni a su familia a un campo de concentrac­ión». La suerte quiso que también dispusiera de los medios. «Formaba parte del Consejo Judío y, por tanto, disponía de una lista con las casas en las que se escondían refugiados», sentencia. Para este notario la solución pasaba por entregar direccione­s a cambio de semanas de libertad. Este sistema solo le valió para eliminar sospechoso­s. Luego vino la búsqueda de pruebas físicas. «Encontramo­s la copia de un mensaje anónimo que el padre de Ana, Otto, recibió tras la guerra y que apuntaba al sospechoso. La original había desapareci­do y el contenido no estaba completo en los informes», apostilla. El equipo contó con la ayuda de psicólogos y perfilador­es expertos en crímenes. «Entre ellos está Roger Depue, fundador de la unidad de Ciencias del Comportami­ento del FBI. Nos ayudaron a conocer la personalid­ad de los posibles culpables, pero también de Otto», sentencia. ¿Por qué no señaló al delator? «Comprendim­os que, como el culpable murió en los 50, ya no había justicia posible para él».

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// EFE Vince Pankoke

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