Vinicius ya sostiene al Real Madrid
∑El equipo de Ancelotti, con signos de cansancio, iguala a un gran Elche, que llegó a disfrutar de dos goles de ventaja ∑El joven extremo brasileño se echa a la espalda al conjunto blanco en la segunda parte y lidera la reacción
El Madrid igualó dos goles al Elche, que estuvo aun mejor que en Copa del Rey. No fue un buen partido del Madrid, en cierto modo fue una invitación a la prudencia, pero al final encontró algo superior, una gran confirmación. Vinicius se hizo Gento, se agigantó, se echó al equipo encima y la famosa ‘épica’ fue él, su insistencia terca, su brasileñismo sistemático, reiterativo, su síncopa en la banda.
Pero vayamos al inicio. El Bernabéu mostraba la evolución de sus obras. El techo parece la arboladura de un barco inmenso, o una corona definitiva que se pone el club... El equipo ofrecía además la Supercopa (alguien cantó ‘campeones, campeones’, lo que sonó excesivo) y se hizo un homenaje a Gento, muy sentido. Un gran camiseta con el 11 extendida en el campo, su rostro en el fondo, un cuarteto de cuerda para recordarlo y todas sus copas en el césped. Se producía la transfiguración: mientras sonaba la música, el hombre se hacía recuerdo y mito y palmarés.
Todo lo anterior, inevitable, hacía pensar en otro grande del fútbol, Luis Aragonés, que desconfiaba mucho de los actos previos.
La gran novedad en el Madrid era Hazard, que fue más de lo mismo. Quiso ser rápido, pero no tanto con la pelota, yéndose del otro, como sin ella, añadiendo una velocidad previa a la jugada, una aceleración suya al recibirla, como si quisiera hacer constar una trepidación personal que obtuvo pocos resultados.
El Madrid llegó mucho y empezó con una ocasión de Vinicius, una clásica combinación con Benzema a la que concurrió el hiperactivo Lucas, directo hacia Vinicius como el meteorito de ‘Don´t Look Up’. ¿Qué hacía Lucas, lateral, invadiendo el ‘lebensraum’ del extremo zurdo? Se vería más adelante que en eso había algo excesivo.
Era un buen Madrid en esos minutos, con Kroos de equilibrio del balancín y llegadas de Lucas por un lado, Vinicius por otro, con Benzema controlando pelotas como las controlaba Bergkamp, a la carrera, con un defensa encima, creándose los espacios con uno, dos, tres toques, como si cada chut suyo estuviera precedido de un pequeño y virtuoso pase de baile. Era el mejor del Madrid pese a fallar un penalti cometido sobre Vinicius.
El Elche estaba machihembrado, bien puesto, pero no llegaba, no chutaba, hasta que Fidel, ese gran zurdo que había entrado por Morente, corrió a la espalda de Lucas (’atacó el espacio’) buscando un pase de Mojica y centró con precisión para Lucas Boyé, que remató muy solo. A su soledad había que añadir la del asistente, pues Modric no siguió a Fidel en su carrera. Hizo el gesto de la imposibilidad, del no poder, del seguirle ya solo con los ojos. La jugada revelaba la fragilidad estructural de la banda. Lucas quería ayudar a Modric y Hazard, pero Modric y Hazard no le ayudaban a él.
Ancelotti, ágil al cambiar
El Madrid no estaba jugando mal. Su fútbol era alegre y aun llegaba con frecuencia: Mendy en carrera, Kroos, Benzema... pero todos encontraban a Badía, que empezaba a entrar en calor convirtiéndose en otra figura clásica: el portero electrizado.
El Elche se llevaba al descanso un pleno, un tiro y un gol, y al regresar le añadiría una mejoría del juego. Amenazaba con hacer algo más que defenderse. En el Madrid las cosas se complicaban. La tarde, que parecía tan grata, se ensombrecía. Benzema se lesionaba. De Burgos acertaba revisando con el VAR un desplome de Hazard. El Madrid parecía cansado y más liviano en conjunto. Era ya casi todo Vinicius (con Mendy de sombra o estorbo espacial), pero siendo así, aún lo sería más. Ancelotti quitó a Kroos por Rodrygo, y eso se acercaba a un 4-2-3-1. Hazard y Jovic, centrados, no hacían un Benzema, y sin Kroos el juego perdía geolocalización y se hacía atropellado, impetuoso. Querían abrir el campo y atacar a golpes de riñón frente a un Elche cada vez más firme atrás, con unos centrales que todo lo escupían.
En alguna contra visitante, Lucas Vázquez hacía de zaguero frente a Lu
Benzema, que desperdició un penalti, fue el más destacado en el primer tiempo, pero se retiró con molestias en el segundo
cas Pérez y Lucas Boyé. Hubo una jugada en la que todos fueron Lucas…
Y el Madrid era ya la recurrente diagonal de Vinicius, una y otra vez, como gota china, siendo completamente indiferente al éxito o al fracaso. No eran jugadas, eran iteraciones. Vinicius es velocidad, y es tobillo, pero antes que eso es psicología, ¡qué dureza de sien!
No estaba Benzema, pero estaba Boyé, que hizo una estupenda maniobra para Pere Milla en el 0-2. Boyé había vacunado a Alaba con la pauta entera en los dos goles. Desde el banquillo ilicitano se les pedía cabeza a los jugadores, pero ¿acaso estaba en sus manos? El toro mecánico del Madrid empezó a moverse... A partir de ahí acumuló aún más juego por la izquierda. Alaba se sumó al circuito y la mejor forma de ‘expresarse’ que tuvo el Madrid fueron los saques de esquina.
Casemiro cabeceó uno al palo. Luego entraron Isco y Valverde, un nuevo cambio de esquema con tres atrás, y en otro córner llegó el empate. Pere Milla lo defendió con los brazos abiertos (penalti Titanic) y Modric no falló.
El Madrid ya eran las carreras hacia atrás de Militao, enormes, y las de Vinicius hacia arriba, más enormes todavía, y ellos dos hicieron el empate: centro del extremo, en el enésimo intento, y remate suspendido del central. El Madrid encontraba en esa pareja a sus nuevos líderes, los Cristiano y Ramos del momento. Pero lo de Vinicius merece reflexión. Sin Benzema y sin Kroos, se vio que la columna del Madrid es él, también su carácter. En lo más madridista del Madrid: bueno si se le mide por los aciertos, aún mejor si se le mide por los intentos.