Omella no «devuelve» nada y Sánchez no podía asumir su derrota
El Gobierno exigía el término devolución para que pareciese que la Iglesia se apropió de los bienes
La Iglesia y el Estado están en lo que ahora se denomina la batalla por el relato. Es decir, en quién aparece ante la opinión pública como el que tiene la razón y las razones, que es una forma de confirmar quién gana la batalla, que no la guerra. En el caso que nos ocupa, la inmatriculación de los bienes de la Iglesia, es una contienda de alto simbolismo para el Gobierno de izquierdas.
En la última reunión de la comisión mixta del pasado diciembre, cuando ya se habían acordado los términos del comunicado, prácticamente tal y como se hicieron públicos ayer por parte de la Conferencia Episcopal (CEE), el Gobierno pidió que tenía que aparecer la palabra «devolución». No importaba el trabajo de intercambio de información mutua, el análisis y revisión de todos los bienes inmatriculados, y la necesidad de investigar los 965 que la Iglesia no reconocía como suyos y que habían aparecido en el listado entregado por el Gobierno al Parlamento. De lo que se trataba es de que el Gobierno pudiera decir que la Iglesia «devolvía» esos bienes. El significado implícito se imponía sobre el explícito. Si la Iglesia devolvía bienes, quería decir que la Iglesia se los había apropiado indebidamente y que el Gobierno le había hecho torcer su brazo patrimonial. En ese momento, el representante de la
CEE se levantó de la reunión y dijo que «por ahí no pasaba».
A partir de ese momento, comenzó a cundir cierto nerviosismo en el entorno de Pedro Sánchez. No se podía permitir una derrota simbólica en la primera de las cuestiones en litigio con la Iglesia. Máxime si tenemos en cuenta que detrás del caso de las inmatriculaciones está, según reconocen fuentes de la Conferencia Episcopal, la propiedad de varias catedrales españolas. Al Gobierno lo que le interesa son las catedrales, no las fincas de una parroquia de una aldea gallega. En la Conferencia hay cierto temor a que el Ejecutivo elabore una ley de patrimonio con la que derive la gestión de los templos a un patronato mixto, una evolución del modelo laicista francés. La reunión entre el presidente de la CEE, el cardenal Juan José Omella, y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, del pasado 18 de enero, trató de buscar una salida digna al problema que se había creado en la Comisión sobre inmatriculaciones. Y ahí Bolaños dio un paso al frente con la principal arma, una visita del presidente Sánchez a la sede de la CEE. Una visita trampa de buena voluntad fotografiada. Si el jefe del Ejecutivo pide visitar la Conferencia Episcopal, ¿quién es el obispo, por muy cardenal que sea, que se niega?
Además, en la visita se haría público el acuerdo sobre las inmatriculaciones. Un acuerdo que, según el comunicado de los obispos, dice con claridad que la Iglesia es quien ha peinado el listado de bienes que entregó el Gobierno al Congreso y que en ese elenco se ha encontrado «un conjunto de bienes que la Iglesia considera que pertenecen a un tercero, o no le consta su titularidad sobre el mismo». Y a renglón seguido añade: «Se trata, concretamente, de un millar aproximado de bienes, cuyos datos han sido facilitados al Gobierno por parte de la CEE. La previsión es que el Gobierno ponga en conocimiento de las entidades locales y de los registros esta información y se puedan iniciar los procesos de regularización que pudieran corresponder. A estos efectos, la Iglesia manifiesta su compromiso de colaboración a fin de facilitar tales procesos.
La formulación de «no le consta su titularidad» es propia de la mentalidad canónica y escolástica. Por ejemplo, en el caso de las supuestas apariciones de la Virgen, la Iglesia diferencia entre «no consta de su sobrenaturalidad» y «consta de la no sobrenaturalidad». Aquí dice que «no le consta», para decir que pueden ser de su propiedad o no. Sea lo que sea, la Iglesia no devuelve nada porque no se ha llevado nada que no fuera suyo. Si no era de su propiedad, no puede devolverlo. Y si es suyo, mientras se respete la ley, seguirá siendo suyo.
Ahora comienza una nueva etapa. Volver a los expedientes e iniciar los procedimientos judiciales de anulación de propiedad en el caso que así fuera. Pedro Sánchez será un mago del relato, de la narrativa. Pero la Iglesia juega con el tiempo y con el uso preciso de la lógica y de las palabras.