«El día que supimos que éramos aptos fue como estar embarazados»

Adoptar fue y ha sido siempre la opción vital de V. M. y C. P., pese a que cuando se ofrecieron en la convocatoria de 2015, no sabían si lo iban a conseguir. «No es algo sencillo ni fácil de alcanzar. Te tienes que encontrar justo en ese momento personal, afectivo, económico, físico... Todo es importante», reconoce esta pareja. De hecho para ellos, hasta que llegó el que hoy es su hijo, fue un proceso muy largo. «Desde que echamos los papeles y nos dieron acuse de recibo y un número, pasaron tres años eternos, en los que no supimos nada. Hicimos nuestra vida, seguimos con nuestros hobbies, trabajos... hasta que de pronto llegó una carta y nos acordamos de en dónde nos habíamos metido», comentan entre risas.

Así fue como llegaron a una primera reunión informativa, otro tiempo de silencio y por fin, el duro curso de formación y el estudio psicosocial. «El día que la comisión de tutela nos dio la idoneidad, que significa que eres apto para adoptar, nos pusimos a dar saltos de alegría. Fue como cuando apruebas el último examen de la carrera o como si ves el positivo en el test de embarazo», asegura el progenitor. Aunque en realidad, aclara, «tener la idoneidad tampoco te da el derecho de adoptar. Quiere decir que si te necesitan, te llamarán».

Después de aquello llegó otra reunión con más familias en su situación. «Ahí ya podíamos decir que estábamos embarazados», apostillan. Tres años después, llegó el deseado encuentro: «fue muy íntimo, muy personal. Por fin pudimos abrazar y besar a la persona que es hoy lo más importante de nuestras vidas... No te lo puedes creer. El niño se puso a saltar, estaba feliz», reconocen. Ahora, ocho años después de aquella emocionante aventura, lo vuelven a intentar.