«Hay alternativas muy eficaces para dejar de gritar y castigar a los hijos»
➤ Amaya de Miguel apunta que las herramientas que usan las familias están anticuadas
Amaya de Miguel, autora de ‘Relájate y Educa’, tiene muy claro que no es nada fácil educar a los hijos y que hay muchos hogares en los que los gritos acaban con las buenas intenciones de los padres. «Quieren dejar de gritarles, pero no saben cómo. Al elevar la voz añaden más agresividad, tensión y hostilidad a la situación y tienen la sensación de que están retirando el amor a sus hijos y, entonces, les surge un conflicto interno. El problema añadido es que vivir en un ambiente de gritos, amenazas y chantajes no es positivo para los pequeños porque les genera miedo, no interiorizan la conducta positiva y, además, a largo plazo no es una técnica que funcione».
–¿Por qué es tan fácil acabar a gritos en una familia?
–Los padres contamos con una serie de herramientas que están oxidadas, anticuadas. Son las que hemos recibido de generaciones anteriores y no funcionan. Hay que descartarlas e incorporar otras que sean efectivas y funcionen como alternativas al grito, al castigo, a la amenaza... No basta con decir «hoy no voy a gritar».
–¿Cuáles son esas herramientas efectivas?
–Es muy importante, en primer lugar, que los padres tengan el liderazgo bien construido, que sean como el conductor de un autobús, porque los hijos no tienen carné y no saben cómo proceder en una rotonda, cuál es el límite de velocidad... Es decir, no pueden coger el volante, lo que significa que los niños no deben decidir cuándo usar el móvil, cuánta tele ver, qué comer en cada momento... Los adultos debemos marcar siempre esos parámetros y que los hijos tengan muy claros. No se puede improvisar cada día. La estructura debe estar muy definida.
En segundo lugar, es esencial que haya presencia del adulto. Un niño de cuatro años se puede vestir solo físicamente, tiene toda la capacidad para ello, pero emocionalmente quizá no. Entonces, yo le diría a esa madre: coge su ropa y llévate al niño a la cocina y que se vista allí pegadito a tus piernas mientras preparas el desayuno. Si es tu hijo de 13 años, que antes se lavaba los dientes solo y ahora no quiere, podemos regañarle, gritarle y su resistencia va a crecer pero, en vez de añadir hostilidad, tenemos la opción de hacerlo juntos poniendo música, contando bromas... Es decir, un momento complicado se puede transformar en uno más llevadero. Siempre que se pueda, se debe utilizar la disciplina juguetona, herramientas basadas en el juego, para conseguir que hagan algo que les cuesta con mayor facilidad. –Hay situaciones que se repiten en millones de hogares cada mañana: niños que no se quieren levantar, lavarse, que tiran el desayuno por la mesa... ¿Cómo cambiar este escenario sin elevar la voz? –Invito a los padres a comprender qué es lo que no funciona en casa porque muchas veces vamos tan acelerados
❝ Frustración «Muchas madres lloran por la noche por el sentimiento de culpa que les genera haberles gritado»
que no nos damos cuenta. Hay que llevarles a la cama pronto para que puedan descansar más y, si es posible, que se levanten más temprano para que el ritmo de la mañana sea infantil, porque los adultos vamos a toda velocidad mientras ellos viven en el aquí y ahora. Hay que identificar lo que no funciona y ser valientes para atreverse a cambiarlo.
–Sin embargo, si tras un grito hacen lo que dicen los padres, ¿quiere decir que los gritos educan?
–En el momento en que estoy gritando, él recibe que le retiro mi amor, mi protección... y le da miedo. Además, si se grita, por ejemplo, para que recoja algo, reaccionará por miedo. El efecto que queremos lograr funciona en el momento inmediato, esa vez, pero cuando yo no esté gritando, entonces, ¿para qué lo va a recoger? Su motivación no es dejar la habitación ordenada, es el miedo. Cuando el miedo no esté, ¿para qué va a actuar? Si conseguimos vincular una emoción positiva a eso que ellos no quieren hacer, tenemos ya mucho ganado. Si en lugar de gritarle, pongo música y bailamos mientras recogemos, ahí hay una emoción positiva.
–¿Y qué sentimientos genera en los propios padres el hecho de gritar cuando no quieren hacerlo?
–Hay madres que por las noches lloran por la gran frustración que les produce haber gritado a sus hijos. A nadie le beneficia no saber cómo gestionar situaciones difíciles o hacerlo contra nuestros valores de respeto, cariño, afecto... La buena noticia es que cuando adquieren nuevas herramientas, el conflicto en sí no desaparece, pero se soluciona de otra manera porque lo manejamos y nos produce satisfacción.